La coproducción, motor del nuevo cine iberoamericano
Una buena parte de la veintena de películas iberoamericanas presentes en el Festival de Locarno 2018 son financiadas, a la vez, por casas productoras, festivales o fondos públicos de diferentes países.
Por ejemplo, la ‘Tarde para morir joven’Enlace externo, de la realizadora chilena Dominga Sotomayor –una de las dos cintas latinoamericanas en la competición internacional–, ha contado con fondos provenientes de Chile, Argentina, Brasil, Holanda y Catar.
‘Familia sumergida’Enlace externo, de la joven directora argentina María Alché, uno de los cuatro filmes iberoamericanas de la sección ‘Cineastas del Presente’, es una coproducción argentina, brasileña, alemana y noruega. Y otras dos películas – la mexicana ‘FaustoEnlace externo (Andrea BussmannEnlace externo México/Canadá)’ y la española ‘TroteEnlace externo (Xacio BañoEnlace externo, España/Lituania) –, obtuvieron cada una financiación de dos países.
“Un apoyo esencial”
Durante varios años “buscamos fondos para mi película en Chile y no los encontrábamos. Estuve a punto de dejar caer mi proyecto”, explica, no sin algo de nostalgia, Dominga Sotomayor a swissinfo.ch.
Hoy, ‘Tarde para morir joven’ es una realidad y compite con otras 14 obras por el Leopardo de Oro, el premio más prestigioso del certamen de Locarno.
Entre el desaliento de un primer momento y la proyección del filme esta semana en las pantallas del festival de Locarno, hubo un elemento detonante, tal como explica Sotomayor: la participación del productor brasileño Rodrigo Teixeira, que consiguió otros recursos, como los del Instituto del Cine de Argentina (INCAA) o los aportados desde Holanda y Catar.
El proyecto pudo así concretizarse por un coste total de unos 750 000 dólares. Tras un mes de rodaje en 2017 en Santiago de Chile, se apuró el trabajo de postproducción para llegar a tiempo y estrenarlo mundialmente en la 71ª edición del más importante de los festivales helvéticos.
Las imágenes de esta ficción de 110 minutos aproximan al público europeo una experiencia de vida comunitaria en las afueras de Santiago en el momento de la transición política del fin de la dictadura en 1990.
Si bien la película tiene pasaporte chileno, “las fronteras nacionales del financiamiento se fueron diluyendo, creándose una estructura internacional con recursos que permitieron realizarla”, enfatiza Dominga Sotomayor.
“Autonomía cultural”
El fenómeno de las coproducciones internacionales no es nuevo, pero sí es significativa la importancia que está adquiriendo en América Latina, afirma Tatiana Leite, coproductora brasileña de la ‘Familia Sumergida’, que compite en la sección ‘Cineastas del Presente’.
En algunos casos, precisa, “se están fortaleciendo considerablemente las coproducciones latinoamericanas”, minimizando así la dependencia de otros continentes. Se crean relaciones de colaboración de gran calidad, puntualiza Leite. Una tendencia que, a su juicio, es positiva y esperanzadora para América Latina, en general, y Brasil, en particular, “dado que a veces [el país] se aislaba demasiado debido a su enorme tamaño y a la lengua diferente del resto”.
Esta forma de coproducción, gracias a la cual su película ha visto la luz, está construida desde el respeto, la apertura y la participación horizontal, refuerza y desarrolla la capacidad creativa.
“Los coproductores hicieron aportes importantes que repercutieron positivamente en lo artístico” señala a swissinfo.ch María Alché, directora de ‘Familia sumergida’ en la que sobresale la actuación de la consagrada actriz argentina Mercedes Morán en el rol principal. “Siento que este tipo de colaboración puede reforzar la autonomía cultural” de la región frente al resto del mundo, enfatiza.
La cinta, que contó finalmente con el apoyo de entidades y productoras de Argentina, Brasil, Alemania y Noruega, recibió también 50 000 francos (50 000 dólares estadounidenses) del Fondo suizo de ayuda a la producción cinematográfica, ‘Vision Sud EstEnlace externo’.
“Muy positivo, a pesar de los riesgos”
El sistema de coproducción es trascendente en Latinoamérica, África y Asia. Al margen de algunos acuerdos oficiales, incluso bilaterales, que existen entre Estados, “la colaboración entre empresas productoras, entes y fondos públicos, adquiere un rol relevante en la producción latinoamericana”, explica Thierry Jobin, experto cinematográfico suizo y director del Festival Internacional de Cine de FriburgoEnlace externo (FIFF).
Presente como cada año en Locarno, Jobin considera esta tendencia como muy positiva. “Es una forma de intensificar el diálogo entre las figuras principales del mundo del cine; de reforzar la producción en general, en especial en aquellos países con menos recursos; de ampliar la promoción de la actividad fílmica; de aportarse y enriquecerse mutuamente” subraya.
Una consecuencia de la globalización que “puede contribuir incluso a la democratización de la cultura”, insiste el director del FIFF. En Friburgo, –uno de los festivales suizos como más espacio para las producciones del Sur–, “promovemos activamente ese encuentro entre realizadores y productores de todas las latitudes. Muchos de ellos luego mantienen y refuerzan sus intercambios”, señala.
Sin embargo, esta tendencia conlleva ciertos riesgos, advierte Jobin y señala dos aspectos que pueden ser contraproducentes si no se manejan con criterio. “En primer lugar, lo que nos dicen algunos realizadores del sur, las exigencias de ciertos productores del norte para que participen en numerosos talleres, espacios, encuentros, antes de acordarles los fondos de apoyo”. La inflación de exigencias es tal que puede perjudicar la calidad artístico-productiva y los tiempos y las prioridades de los realizadores.
En segundo lugar, “el interés oculto que puede haber detrás de algunas coproducciones: que los fondos destinados para una película no sean totalmente libres y deban ser empleados en los países donde se origina el apoyo”, advierte Jobin.
La colaboración entre directores y productores de una misma región geográfica, como la latinoamericana, podría operar como un antídoto contra esos riesgos potenciales y como factor de consolidación cinematográfica. Dos ejemplos en esta 71ª edición del LocarnoEnlace externo son ‘Tarde para morir joven’ y ‘Familia sumergida’.
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