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«He cumplido parte del sueño»

Aleix Martinez Keystone

A sus 15 años, Aleix Martínez, ha ganado la medalla de oro del certamen internacional más prestigioso destinado a bailarines no profesionales, el 'Prix de Lausanne'.

Con él son 16 los españoles premiados desde 1973 en este concurso, considerado como un trampolín para las jóvenes promesas de la danza. Entrevista.

La de Aleix Martínez fue una vocación precoz. Descubrió su pasión por la danza en la tierna infancia, después de ver una producción de la compañía de David Campos en su Barcelona natal.

Aleix Martínez: Debía tener unos cinco o seis años y me impactó tanto la música, el vestuario, las luces… que me dije: ‘Yo quiero hacer esto’. Y, nada, busqué información sobre la escuela de la compañía que había ido a ver y empecé a tomar clases. Luego, le fui cogiendo el gustillo, me entró el gusanillo, tanto que no he podido parar. Hoy, cuando dejo de bailar estoy estresado, me pongo estúpido. No puedo estar más de quince días sin hacer nada.

swissinfo: Te formaste en la escuela de David Campos, y desde 2006 eres alumno del Studio Colette Armand de Marsella. ¿Por qué elegiste este centro?

A.M.: Es una historia larga, se remonta más o menos a 2003 o 2004, cuando en los cursos de la Escuela Superior de Danza Rosella Hightower, de Cannes, conocí a la señora Cantalupo (primera figura del Ballet de Montecarlo).

Ella me recomendó que si quería presentarme al Prix de Lausanne, fuera al Studio Colette Armand de Marsella. Es una escuela privada que desde su fundación (1964) ha ganado nueve veces el Prix de Lausanne.

Hice algunos cursillos de verano y llegó un momento en que decidí cambiar de ambiente, de gente, de idioma, de todo. Me fui a Marsella y ahora he cumplido parte del sueño…

swissinfo: ¿Con qué maestros te has preparado para concursar en Lausana y durante cuánto tiempo?

A.M.: Desde octubre hasta enero, tres meses de trabajo intensivo, con todos los profesores del centro Colette Armand: Odyile Benzano ha trabajado conmigo la variación contemporánea (Spring and Fall, de John Neumeier) de arriba abajo, consiguiendo que el resultado sea un premio a la mejor interpretación contemporánea.

También Alessandra delle Monache, Sylvie Marsalone, y sobre todo, Patrick Armand. Con él preparé ‘El Festival de las flores en Genzano’ (Bournonville), muy complicado para trabajar, porque es de un coreógrafo del siglo XIX y apenas hay vídeos de sus ballets. Pero Patrick Armand me ha enseñado, me ha educado para bailar el estilo Bournonville. Y bueno, el resultado ha sido la medalla de oro.

swissinfo: El estilo de Bournonville es muy elegante, pero de gran dificultad interpretativa y técnica: variedad de los saltos y giros, ligereza de los movimientos con un trabajo muy complejo de los pies, un porte especial de los brazos… ¿Qué te llevó a elegir una variación tan compleja?

A.M.: Más que nada el estilo, es una variación al más puro estilo clásico. Y también la escogí porque mi profesor, Patrick Armand, ha pasado la mitad de su carrera en Boston, en el English National Ballet (entre otros), bailando coreografías de Bournonville. Es uno de los pocos expertos de los ballets de Bournonville hoy en día.

swissinfo: Los laureados del Prix de Lausanne reciben una beca para proseguir durante un año su formación en una de las mejores escuelas del mundo. Tu favorita es la de Hamburgo, que dirige John Neumeier…

A.M.: Por el momento sí, pero tengo que sopesarlo bien, no descarto ninguna otra opción. Me siento identificado con el estilo de Neumeier. La de Hamburgo es una escuela que refleja lo que es la danza hoy en día. No se centra exclusivamente en el repertorio clásico, sino que trabaja también el contemporáneo, los elementos coreográficos… Mi segunda opción es la del San Francisco Ballet; y la tercera, la de Toronto. He buscado más o menos el estilo que más me conviene.

swissinfo: A los doce años debutaste con la compañía de David Campos, tu profesor. Él te califica como un bailarín que se crece en el escenario. ¿No sientes miedo escénico?

A.M.: Creo que las colaboraciones con la compañía de David Campos me ayudaron a adquirir seguridad en el escenario, y al mismo tiempo, a tenerle respeto.

Antes de salir estoy nervioso, excitado, con miedo a que no falle nada, pero una vez que escucho la música y empiezo a bailar… entro en otro mundo. La gente viene a verte para olvidarse del mundo real y dejarse transportar a un mundo imaginario. Si no lo consigues, no haces danza, haces movimientos que se le parecen, pero eso no es el arte de la danza.

Yo soy muy autocrítico: Si lo has hecho bien, te sientes muy satisfecho. Y si has fallado en algo, estás todo el día pensando en ello…Y bueno, aunque actúes mucho, nervioso siempre estás. Ese miedo escénico, el miedo a que no pase nada siempre está, aunque luego bailas y lo olvidas…

swissinfo: La del bailarín es una carrera dura y muy corta. Además de talento, se necesita una disciplina férrea, mucha constancia y mucho trabajo. ¿Has sacrificado muchas cosas por la danza?

A.M.: Pues, un poco mi vida familiar, al trasladarme a Marsella. Con trece o catorce años marcharse de casa es un paso muy difícil, estar lejos de la gente que te quiere, que te ayuda en los momentos difíciles. Sí, hablas por teléfono con ella, pero no es lo mismo. Por el momento es el máximo sacrificio que he hecho.

swissinfo: El domingo pasado en el escenario del teatro Beaulieu de Lausana se hizo realidad uno de tus sueños. Aún te quedan muchos por cumplir. ¿En qué compañía te gustaría bailar?

A.M.: Pues mira, mi idea de futuro es llegar a ser bailarín. No tengo el sueño desde pequeño de querer bailar en una compañía específica, como el American Ballet o el English National Ballet. Mi sueño es entrar en una compañía que haga ‘Cascanueces’, ‘El lago de los cisnes’, todo el repertorio clásico, pero también contemporáneo, neoclásico. Una compañía que hable todos los idiomas de la danza.

Cada año la ciudad de Lausana acoge durante una semana uno de los concursos de danza más prestigiosos y único en el mundo.

Fundado en 1973 por el industrial suizo Philippe Braunschweig y su esposa Elvire (bailarina rusa), el Prix de Lausanne está destinado a bailarines no profesionales de entre 15 y 18 años.

Su misión es descubrir a los jóvenes talentos y facilitarles su debut profesional. Los laureados reciben una beca para proseguir su formación en una de las más renombradas escuelas o compañías.

Muchas de las primeras figuras en los grandes ballets del mundo ganaron el Prix de Lausanne, como Carlos Acosta (Royal Ballet de Londres) y Laetitia Pujol (Ópera de París).

Este año concursaron 74 bailarines, de 22 países. El jurado, presidido por John Neumeier (Ballet de Hamburgo), seleccionó a 21 finalistas.

El presupuesto de esta 36ª edición, que concluyó el 3 de febrero, fue de 2 millones de francos suizos.

Los finalistas del Prix de Lausanne presentan una variación clásica y una contemporánea.

Aleix Martínez, de 15 años, eligió: ‘Festival de las flores en Genzano’ (Edward Helsted/Auguste Bournonville) y ‘Spring and Fall’ (Antonin Dvorak/John Neumeier).

Además del máximo galardón de esta 36ª edición, ganó el premio a la mejor interpretación de danza contemporánea: una beca para un curso de verano (viaje y alojamiento incluidos) en una de las escuelas asociadas al certamen.

Con Aleix Martínez, el número de concursantes españoles (más de 130 desde 1973) galardonados en Lausana se eleva a 16.

El ballet clásico como manifestación artística nace en las cortes europeas. Suiza, país de trayectoria republicana, no tiene una compañía nacional como el Bolshoi, el Royal Ballet de Londres o la Ópera de París.

Sin embargo, Lausana alberga el Ballet Béjart y los teatros de Zúrich, Basilea y Ginebra son sede de compañías de renombre.

Dada su escasa población, Suiza produce un gran bailarín cada siete a diez años.

Este año no hubo concursantes helvéticos en el Prix de Lausanne, pero entre los finalistas premiados figura una alumna de la ‘Tanz Akademie’ de Zúrich: Gozde Ozgur, de nacionalidad turca.

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