Perspectivas suizas en 10 idiomas

Interculturalidad en la práctica y en la teoría

Un grupo de la Suiza francófona en la Aldea Pestalozzi. (Imagen: kinderdorfpestalozzi)

La educación a favor de la paz y la prevención del racismo inicia en el salón de clases, asegura la Fundación Pestalozzi. En ese sentido realiza intercambios interculturales en su aldea con niños roma, bielorrusos, suizos...

Además, la fundación ofrece cursos sobre comprensión multicultural a maestros, trabajadores sociales, padres de familia, alumnos, autoridades y entidades privadas interesadas en el tema.

Con una cuota de extranjeros de 21%, la realidad multicultural en Suiza es un hecho al que no todos se han acostumbrado en un país que, de entrada, día a día debe experimentar las diferencias entre sus cuatro culturas.

Los cuatro idiomas nacionales con los que se distinguen esas culturas helvéticas apenas se rozan entre sí. Y a esta heterogeneidad se suma el abanico de costumbres que traen consigo las culturas inmigrantes.

En Suiza hay ciudades en donde se hablan más de 120 idiomas, empresas con colaboradores de 20 nacionalidades, aulas de escuela con 20 alumnos extranjeros y 3 suizos. ¿Cómo comprender las diferencias, evitar malos entendidos y evitar conflictos?

Las respuestas son analizadas a través de seminarios que ofrece la Fundación Aldea Pestalozzi a los interesados, aprovechando los conocimientos reunidos en más de 60 años de trabajo justo en medio de la multiculturalidad.

Sensibilidad intercultural

«Se abordan esas competencias interculturales, se despierta ese interés por el prójimo y la comprensión de que nadie es igual a mí… en un equipo de suizos habrá siempre diferencias culturales, alguien que viene del campo, otro de la ciudad, alguien que habla francés, otro italiano, el otro el dialecto alemán de Berna, el otro de Zúrich…», ejemplifica Elisabeth Stern, de la Fundación Aldea Pestalozzi.

«Se trata del reconocimiento de que yo tengo una cultura, de conocer cuáles son mis normas y mis valores a los que respondo sin reflexionar, saber cómo reacciono, cuánta distancia corporal necesito. Y descubrir que el concepto de que yo soy normal y los demás no lo son es falso.»

Resultados, pero a largo plazo

Saber que esas diferencias existen y están latentes en la comunicación verbal y no verbal es básico para evitar los malentendidos, asegura Stern para explicar cómo son estos cursos dedicados a las personas implicadas en las relaciones multiculturales.

«Hay unos que dicen: ‘todos somos iguales, Dios nos hizo a todos iguales’ y otros que afirman lo contrario: ‘Nosotros somos mejores que los otros’. La primera afirmación, de un carácter religioso, la otra, motivada por el racismo, pero ambas posiciones resultan una negación intercultural.»

Aunque la especialista reconoce que toda esta labor rinde frutos sólo a largo plazo, confía en los resultados: «La gente, a través de esa formación, pierde parte de su ignorancia. La formación intercultural no obtiene resultados de la noche a la mañana, pero si no creyéramos en ese efecto a largo plazo entonces no la haríamos. Yo tengo experiencias concretas al respecto.»

Intercambios interculturales con niños y jóvenes en la aldea

«Tenemos cada año alrededor de 2.500 niños que vienen de Europa del Este por lo menos dos semanas y hasta un mes para abordar aquí temas interculturales, hablar sobre cómo prevenir el racismo y cómo defender los derechos de los niños.»

Recientemente han estado en la Aldea 40 niños de Rumania y Bielorrusia de entre 10 y 14 años de edad.

En el caso de los niños procedentes de Rumania, acuden por una parte miembros de la comunidad minoritaria de los roma (una vertiente gitana) y miembros de la mayoría rumana, dos grupos que entre ellos casi no tienen contacto. «Aquí los juntamos, mientras en su país viven divididos, y entonces, de pronto, adquieren una imagen distinta del otro.»

En Rumania, la población mayoritaria cree que los miembros de la comunidad roma no son limpios, roban, etc… Tras su estancia aquí, los chicos de ambos grupos se hacen amigos.

«Alguno de ellos ha dicho sorprendido: ‘He hecho un amigo roma que quiere ser doctor’; y los de la minoría roma comentan de los otros con alivio que ‘no todos son racistas», ejemplifica Stern los resultados de estos intercambios.

Experiencias que se espera queden marcadas en los chicos aún tras su regreso a Rumania para que «cuando lleguen ideas nacionalistas entonces tengan el poder de decisión para rechazarlas».

Rumanos, bielorrusos y suizos

Otro programa que ofrece la Aldea Pestalozzi es el de los proyectos escolares semanales dirigidos a clases suizas.

Los maestros eligen con sus alumnos un tema y vienen una semana aquí y se encuentran, por ejemplo, con este grupo de Rumania o con los procedentes de Bielorrusia, niños afectados por la catástrofe de Chernóbil que vienen a Suiza a pasar unos días de descanso y recuperación en medio del paisaje helvético, otro de los proyectos de la fundación.

«Hay que vivir la experiencia para ver ese intercambio», dice con entusiasmo y convencimiento, Elisabeth Stern.

swissinfo, Patricia Islas Züttel

Cada año la Aldea Pestalozzi recibe a alrededor de 20 grupos de estudiantes de escuelas de Suiza que participan en los intercambios con otros visitantes extranjeros en la Aldea y con los chicos que viven allí por un periodo prolongado en el marco del programa de vida intercultural.

Los temas que se abordan en esa semana giran en torno a la comprensión intercultural, los derechos de los niños y la solución pacífica de conflictos.

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