Latifa Echakhch: «¿Qué oigo cuando todo vuelve a estar en silencio?»
Latifa Echakhch representa a Suiza en la Bienal de Venecia. En su retrato de presentación, la artista habla de cómo los recuerdos nunca son sólo personales y de la riqueza de no tener que representar una identidad clara.
La historia comienza con un piano. «Quería aprender a tocarlo», dice Latifa Echakhch. «Para eso necesitas un piano», le contestó un amigo artista, «y para el piano un apartamento, y para el apartamento un país». Latifa se decidió por Suiza.
Desde hace diez años, la artista francesa de origen marroquí vive con sus hijos en Vevey y en Martigny.
Da igual si fue el amor o fueron otras razones las que la condujeron a Suiza, pero de todos modos fue una historia bonita. Y ella nos lleva directamente al Pabellón de Suiza en Venecia, para el que la artista ha explorado nuevos caminos musicales.
«Sentí una fuerte necesidad de regenerar mi trabajo y entender cómo había estado trabajando hasta ahora», nos cuenta Latifa Echakhch. En realidad, ha habido pocas interrupciones en su carrera hasta este momento. Después de completar su formación artística en Francia a principios de la década de 2000 -estudió en Grenoble, Cergy, cerca de París, y Lyon- no tardó en alcanzar el éxito con sus grandes instalaciones. Todos los años participaba en numerosas exposiciones colectivas y, cada vez más, en exposiciones individuales. En 2013 recibió el Prix Marcel Duchamp, el premio de arte francés más importante, y en 2015 el Zurich Art Prize. Hace poco fue admitida en el programa de exposiciones de la Pace Gallery, una de las galerías más famosas del mercado del arte mundial. Su participación en solitario en la Bienal de Venecia puede considerarse un trampolín al arte internacional.
«Tengo claro que la Bienal de Venecia no es el momento ideal para cuestionarse uno mismo», admite Latifa Echakhch. Podía haber continuado con lo ya experimentado. Pero aprovechó el proyecto para explorar territorios desconocidos. «En lugar de trabajar como artista visual, fingí ser músico». Durante los dos años de preparación, estudió instrumentos, teoría musical y tomó clases de canto. No se trataba de actuar como músico, sino de dar respuesta a algunas cuestiones fundamentales. «¿Qué ocurre en nuestro cuerpo cuando escuchamos o interpretamos música? ¿Cómo experimentamos el tiempo en la música? ¿Y cómo puedo utilizar estas percepciones en las artes visuales?»
Esculturas del tiempo
La música estaba presente en su extensa obra mucho antes de la Bienal. En 2012, por ejemplo, creó sus primeros Tambours, lienzos circulares de casi dos metros de diámetro sobre los que goteaba tinta negra. El título de la obra indicaba la duración en cada caso. «Cuando las gotas de tinta golpean el lienzo, se produce el sonido de un tambor, así que llamé así a las obras. Al principio, no pensé en el carácter musical. Me interesaba la duración de la caída. Pero el resultado fue la música».
Antes de que el interés de Latifa Echakhch se centrara en la música, lo que más le preocupaba era la temporalidad, que daba a sus obras un carácter performativo. En obras como el fresco Cross Fades o The Sun and the SetSeries cubrió las pinturas con una capa de cemento, sólo para rasparla de nuevo en algunas partes y revelar partes de la pintura. Los pedazos de cemento quedaban como huellas en el suelo. Sin embargo, en el proceso de creación, la artista estaba sola; no se trataba de creaciones destinadas a un público. Pero la visibilidad del proceso daba a las obras una profundidad temporal y abría espacios narrativos. ¿Qué ocurre? ¿Aparece la pintura o desaparece?
¿Qué oímos cuando vuelve a haber silencio?
Para su actuación en el Pabellón de Suiza, Latifa Echakhch ha dado aún más intensidad a esos temas. Para ello, ha recurrido a los conocimientos y la experiencia del compositor y percusionista Alexandre Babel, así como del historiador del arte y antiguo DJ Francesco Stocchi.
The Concert es el nombre de la exposición cuyo secreto se desvelará finalmente el 23 de abril. Pero quien espere la experiencia de un concierto se equivoca. Más bien, los visitantes deben sentirse como después de un concierto. Cuando uno todavía está lleno de la música, pero ya se está desintegrando en pequeños recuerdos; cuando los fragmentos resuenan en nuestra memoria como ecos: un estribillo, la parte de un violín, un determinado pasaje con la batería, pero también impresiones visuales como un juego de luces. «En un concierto, nunca estás solo», describe Latifa Echakhch. «Uno forma parte de una masa de gente que se mueve al mismo ritmo. Sólo después del concierto vuelvo a estar sola. Recupero mi memoria y mis recuerdos personales de esa música. ¿Qué oigo cuando vuelve el silencio?»
En ese momento, comienza la reconstrucción del pasado en el relato individual. En la pérdida que significa la irrecuperabilidad del tiempo, Latifa Echakhch parece encontrar un poder creativo y una gran libertad. «Por supuesto que hay melancolía en mi obra. Pero el desplazamiento del tiempo nos permite estar al lado de las cosas y sentirlas de otra manera».
Los puntos en común de los recuerdos personales
Latifa Echakhch sigue trabajando con sus recuerdos personales. Hace pintar las fotos de sus viajes en enormes telones de teatro y las combina con objetos personales que cubre con tinta negra. «Utilizo estas cosas como punto de partida para mis recuerdos. No se trata de mi propia historia. Todos tenemos la sensación de ser únicos. Pero en realidad tenemos mucho en común. Un primer encuentro amoroso, por ejemplo, no es nada fuera de lo común. Intento comprender mis recuerdos y sentimientos con precisión para encontrar en ellos lo que tengo en común con los demás».
De este modo, eleva lo personal a lo político. Los recuerdos, como lo demuestra entre otras cosas su propia historia migratoria, están ligados a las «expropiaciones», título de uno de sus conjuntos de obras. Cuando llegó a Aixes-les-Bains, en las estribaciones de los Alpes de Saboya, a los tres años, sus padres dejaron de hablar árabe en casa. Deseaban integrarse e integrar a sus hijos plenamente y aceptaron la pérdida de su propia cultura para hacerlo. «Lo que muchos llaman multiculturalismo positivo no lo era para mí en absoluto. Como muchos inmigrantes, experimenté el problema de no pertenecer ni a una cultura ni a otra», afirma Latifa Echakhch.
Plasma ese extravío en numerosas obras. En la serie de dibujos Nois and Missing Words de 2018, por ejemplo, solo quedan los signos diacríticos de los textos poéticos árabes. En 2007, creó la primera obra del grupo Dérives, en la que exploraba la ornamentación del arte y la arquitectura islámicos. Pintó un enorme dibujo en el suelo con alquitrán, de modo que era imposible captar toda su forma. Más tarde desarrolló aún más el tema utilizando acrílico sobre lienzo. Las líneas aparecen como huellas de la artista, cuyos caminos hacia sus raíces culturales se confunden, de forma similar al vagabundeo sin rumbo (dérive) con el que los situacionistas intentaron explorar la ciudad en los años sesenta.
La riqueza de no representar nada
En el pasado, a Latifa Echakhch le hubiera gustado tener una identidad clara. «Me hubiera gustado decir, sí, soy marroquí, sí, soy francesa, o ahora, sí, soy suiza. Pero no es cierto. Hoy me doy cuenta de que es una gran riqueza no representar nada, de estar en todas partes y en ninguna».
Ya en 2011, la artista hizo un comentario sobre la idea de lo nacional en la Bienal de Venecia con su obra Fantasía, situada en un lugar destacado. En los bordes de los caminos que conducen a los Giardini colocó por todas partes astas de bandera desnudas. Sin embargo, es consciente de que su aparición como «representante de Suiza» en el Pabellón suizo es importante. «Elegí vivir en Suiza. No fue la inmigración de mis padres franceses, sino la mía propia. Y más allá de eso, me siento parte de la historia de los muchos artistas extranjeros que han formado la cultura suiza».
Por cierto, The Concert no carece por completo de música «real». Para acompañar la exposición se editará un disco con una pieza musical de 21 minutos. Alexandre Babel lo grabó en Berlín con varios músicos. «Se oye la música, las salas del pabellón, la grava de los Giardini, el eco de nuestras conversaciones. El disco comprime nuestros dos años de investigación en una partitura musical», afirma con entusiasmo Latifa Echakhch. «Cuando escuché el disco, sentí que podía sentir lo que he experimentado en los últimos dos años en términos de revelación sonora».
Traducción del alemán: José M. Wolff
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