La belleza de la música abraza una noble causa
De día es un doctor itinerante que trabaja arduamente en la lucha contra la tuberculosis. Pero de noche, es violonchelista en la Orquesta de las Naciones Unidas.
Cuando Christian Lienhardt, médico epidemiólogo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), viaja desde Ginebra hasta India, Etiopía, Vietnam u cualquier otro país donde el riesgo de contagio de tuberculosis es alto, lo hace sin su violonchelo.
Pero tras una larga jornada de trabajo de campo, examinando novedosos y tratamientos –algunos muy prometedores y otros, no tanto–, al llegar a su hotel se instala frente al ordenador, se pone los audífonos y empieza a escuchar alguna pieza orquestal mientras repasa las páginas de la partitura correspondiente. Esta es su forma de prepararse a distancia para los conciertos que ofrece como miembro de la Orquesta de las Naciones Unidas.
“Mi trabajo es muy pesado y requiere una gran atención”, dice Lienhardt, quien creció en Laon, Francia, donde estudió música desde pequeño. Asegura que disfruta enormemente del demandante trabajo que tiene como investigador de la OMS, pero cuando comienza a tocar música se sumerge “en un espacio de libertad donde me olvido del trabajo”.
Lienhardt es uno de los alrededor de 70 músicos voluntarios que conforman la Orquesta de las Naciones Unidas, que ofreció su primer concierto en 2011. En ella participan empleados de la ONU, así como del Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN), miembros de oenegés con sede en Ginebra, y músicos que tienen otras profesiones, pero que también residen en Ginebra.
Defendiendo nuestros valores
La misión de la orquesta es “defender los valores de ONU a través de la música”, explica su cofundadora y presidenta, Martine Coopens.
Otro de sus objetivos es “transmitir un mensaje de paz”, añade Antoine MarguierEnlace externo, cofundador, director y también director Artístico de la Orquesta de la ONU. Además, Marguier es profesor en la Escuela Superior de Música de Ginebra, y de tanto en tanto dirige renombradas orquestas.
¿Quiénes son los músicos de esta orquesta que además de tocar como voluntarios pagan una pequeña cuota anual por ser miembros de ella? Coopens no entra en detalles, pero asegura que esta cuotas son una forma que tienen los intérpretes de aportar su granito de arena para que la pasión que comparten por la música siga teniendo una vía de manifestación. “Hay gente que tuvo que tomar una decisión trascendental en su vida. Tuvo que preguntarse un día: ¿Debo ser músico o médico? ¿Debo ser físico, conservacionista o trabajador humanitario?”, refiere Coopens.
Lienhardt, de 61 años de edad, nunca vivió la disyuntiva a la que alude Coopens. Narra que cuando era niño quería ser doctor. Pero también era un amante de la música. Miembro de una familia con cinco hijos que vivió primero en Laon, y más tarde en Colmar y Estrasburgo, el quinteto de infantes se inició en esta disciplina desde temprana edad, porque “mi madre soñaba con tener una pequeña orquesta en casa”, dice. Fue su madre también quien le “asignó” a Christian el violonchelo a la edad de 10 años, mientras sus hermanos aprendían piano, violín, trompeta y flauta.
Cuando era adolescente, Lienhardt estudió en el Conservatorio de Colmar. Y el compromiso que estableció con sus estudios de música fue algo totalmente natural para él, ya que su padre era un predicador protestante y “en una familia como la mía, el rigor es uno de los principios que rigen”.
Música y medicina
Lienhardt aprendió a tocar guitarra de forma autodidacta con canciones de Simon and Garfunkel y de su autor favorito: Leonard Cohen. Como joven doctor, formó una banda musical en Alsacia que interpretaba tango, pero reemplazando el tradicional violín por las notas bajas del violonchelo.
El músico afirma que adora el violonchelo por su “timbre”, porque sus tonos son capaces de sumergirse en las grandes profundidades, pero también pueden alcanzar los registros más altos. Y también le gusta que, físicamente, sea un “instrumento que se puede abrazar”.
Pero como los demás instrumentos, el violonchelo exige un gran compromiso para ser tocado de forma profesionalmente. Lo mismo que sucede con la medicina.
Por ello, el médico especializado en enfermedades infecciosas tuvo que viajar por África y otras latitudes durante años, lo que le obligó a dejar la música durante dos décadas. Sin embargo, en 2005, cuando se estableció con su esposa y sus dos hijos en París, contrató a un profesor privado y empezó a tocar de nuevo.
En 2009, se mudó a Ginebra tras aceptar un puesto en la OMS como jefe de un programa de investigación sobre tuberculosis. Y un buen día, un par de años después, mientras caminaba por el campus de la OMS observó que algunas personas cargaban consigo instrumentos musicales. Les preguntó a dónde se dirigían. Jamás había oído hablar de la Orquesta de la ONU hasta entonces. Se presentó a una audición y poco después era parte de la misma, junto con otros músicos aficionados.
Apasionados, no aficionados
A Marguier no le gusta la palabra «aficionados» para describir a los miembros de su orquesta. Para él todos son más bien músicos «apasionados» y muy comprometidos. «Una pasión que siente claramente en cada uno de los candidatos que se suma a nosotros. Ellos dan siempre su 200%”, dice. Y él, como director de la Orquesta de la ONU, espera mucho de sus participantes. Los ensayos semanales duran tres horas y suelen ser en francés o inglés, según se requiera. Si un músico falta a más de dos ensayos, no puede tocar en el siguiente concierto. Pero “créanme, jamás he dirigido una orquesta más feliz que esta», asegura.
Para músicos como Lienhardt, cuyo trabajo para organizaciones internacionales a menudo supone viajar al extranjero, no siempre es fácil asistir a los ensayos. Tampoco lo es encontrar el tiempo para practicar en casa varias veces a la semana o volver a tomar clases particulares, como se lo propuso. Pero pone todo su empeño. Siempre que puede, agenda las reuniones que tiene en Suazilandia en miércoles, para poder estar los lunes en Suiza y asistir al ensayo semanal.
La orquesta es «justo lo que necesitaba. Una mezcla de placer y disciplina». Y aún le cuesta creer que esta orquesta le ofrezca la oportunidad de tocar con solistas invitados de primer nivel que llegan de distintas partes del mundo para sumarse a alguno de los conciertos. «Jamás habría soñado algo así».
Misión humanitaria
Christian Lienhardt se dice orgulloso de la misión humanitaria que tiene la Orquesta de la ONU. Fiel al espíritu de las Naciones Unidas, todas las ganancias que se obtienen de la venta de entradas de los conciertos (también hay presentaciones gratuitas) se destinan a causas humanitarias de instancias como el UNICEF, el fondo para Refugiados Sirios del ACNUR, Bilifou (institución especializada en proveer ayuda comunitaria en Burkina Faso), las víctimas del tsunami de Japón, proyectos educativos en Sierra Leona y la oenegé helvética Grains of Peace, entre otros.
Desde 2011 se han donado 170 000 francos suizos, según Coopens, presidenta de la Orquesta y voluntaria en alguna de estas causas.
Los músicos que vivan en Ginebra y estén interesados en incorporarse a esta orquesta, o en ofrecer sus servicios voluntarios como administradores, pueden contactar a Antoine MaguierEnlace externo.
Y para el público que desee ver a Christian Lienhardt abrazando su violonchelo en concierto, y al resto de sus apasionados colegas, este es el calendarEnlace externoio de los próximos eventos de la Orquesta de la ONU.
Traducción del inglés: Andrea Ornelas
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