Robert Frank hipnotiza en Buenos Aires
La obra de este suizo, que muchos consideran el mejor fotógrafo del siglo XX, llega por primera vez a Sudamérica con la retrospectiva 'Words'.
Bastaron algunas citas del artista y 73 imágenes, provenientes de las colecciones del ‘Fotomuseum de Winterthur’ y la ‘Fotostiftung Schweiz’, para que Robert Frank quedara eternizado en la memoria de los argentinos.
Nacido en Zúrich el 9 de noviembre de 1924, Robert Frank pasó su infancia y adolescencia en un barrio de clase media acomodada, donde dio sus primeros pasos en la fotografía.
De familia judía y de buen pasar, tenía apenas 15 años cuando estalló la guerra en Europa. A los 17, con el apoyo de su padre, aficionado a la fotografía, y gozando del microclima que ofrecía Suiza, se transformó en aprendiz de un fotógrafo vecino: Hermann Segesser lo mandó a sacar su primera foto. Y el joven Frank eligió retratar una iglesia, el edificio más grande del barrio.
Entonces, el arte de fotografiar estaba muy lejos de la vorágine tecnológica de las cámaras digitales que conocemos hoy: se usaban negativos de vidrio y el procedimiento de revelado era muy delicado.
Ya con su primera cámara en mano (una Rolleiflex) y una pasión creciente por la lente, comprendió que ganarse la vida como fotógrafo iba a ser difícil en su ciudad, y se mudó a Ginebra para convertirse en ayudante de un retratista.
Suiza empezaba a ‘quedarle chica’, y en 1947 se embarcó rumbo a Nueva York. En la ciudad de los rascacielos trabajó como fotógrafo de moda para ‘Harper’s Bazaar’, ‘Vogue’ y ‘Fortune’. Pero pronto decidiría abandonar la seguridad de esa vida para conocer el mundo: viajó por Perú, Bolivia, España, Francia, Inglaterra y Gales, utilizando para sus tomas una cámara Leica.
Tres años después, Frank regresó a Manhattan y participó en la famosa exposición ‘The Family of Man’, organizada por Steichen en el Museo de Arte Moderno (MOMA). «Estar en Nueva York es como meterme adentro de una película. Todo sucede tan rápido», confesaba hace poco, todavía deslumbrado.
Biografía de un hombre ‘beat’
Durante los años 1955 y 1956, recorrió Estados Unidos gracias a una beca Guggenheim y tomó 28.000 imágenes, de las cuales Robert Delpire publicó 83 en 1958, en París, bajo el título ‘Les Américains’. Un año después, se presentaba en Nueva York la edición inglesa del libro -‘The Americans’- que lo lanzaría a la fama.
El carácter ‘contracultural’ de su obra lo acercó a algunos escritores de la generación ‘beat’, como Jack Kerouac -que firmó el prólogo de ‘The Americans’-, Allen Ginsberg, Gregory Corso y Peter Orlovsky. Desde entonces Robert Frank está considerado como el retratista de los contrastes de la sociedad americana y el cronista gráfico de la generación ‘beat’.
Fue a partir de este trabajo que, atraído por las imágenes en movimiento, Frank incursionó en el mundo del cine y realizó su primera película, ‘Pull my Daisy’ (1959), con Kerouac, Ginsberg y otros artistas del movimiento ‘beat’.
Siguieron otros proyectos cinematográficos: ‘The Sin of Jesus’ (1961), ‘Conversations in Vermont’ (1969), ‘Keep Busy’ (1975), ‘Home Improvements’ (1985), ‘Movig Pictures’ (1994), entre otros.
Frank descubrió en el cine un medio ideal para «decir cosas nuevas». Durante 20 años se adentró en el mundo del celuloide, aportando una manera transgresora de registrar su propia experiencia vital.
Entre 1960 y 1972 la fotografía quedó relegada a un segundo plano y se convirtió en una forma de expresión ligada al mundo de lo privado y lo emocional. En tal sintonía autobiográfica publicó, en 1972, el libro ‘The Lines of my Hand’, un nuevo punto de inflexión en su historia.
Atravesado por el dolor
La vida de Robert Frank ha estado atravesada por un dolor que le imprimió estrías inocultables: en 1974, su hija Andrea murió en un accidente de aviación. 20 años después, una enfermedad neurológica le arrebató a su hijo Pablo.
Es a partir de 1976 donde comienza a percibirse en él un nuevo lenguaje fotográfico, donde sin duda lo autobiográfico y la experimentación con el celuloide tienen que ver: comienza a trabajar con Polaroids y a componer ‘collages’ con imágenes y textos.
En su búsqueda cinematográfica, le gustaba explicar: «Siempre miro hacia fuera intentado ver hacia adentro».
Aunque Robert Frank no considera que la fotografía sea un arte ni se concibe a sí mismo como un intelectual, en su obra puede ‘leerse’ a Robert Frank. Un privilegio que sólo ofrecen los verdaderos artistas.
swissinfo, Norma Domínguez, Buenos Aires
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Con más de 30.000 visitantes, las instalaciones del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, de Buenos Aires, quebraron su récord de visitas entre el 23 de agosto y el 21 de octubre.
Durante ese periodo se expusieron las 73 obras de Robert Frank seleccionadas por los curadores Jorge Cometti y Leila Makarius.
La exposición, que organizaron conjuntamente la dirección del Museo y la Embajada de Suiza en Buenos Aires con el apoyo de la fundación Pro Helvetia, contó con la aprobación personal del fotógrafo.
En paralelo, durante el mes de septiembre se realizaron una ‘exposición homenaje’ de jóvenes fotógrafos y encuentros con profesionales de diversos campos del quehacer cultural en los que se analizó desde diferentes ópticas la labor de Frank.
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