Suiza y los Windsor
La reina Isabel II estuvo 70 años al frente de la familia real británica. Los Windsor mantienen una estrecha relación con Suiza, no en el plano político, sino en el privado. Una mirada entre los bastidores de reales y federales.
Por un lado, Suiza, una democracia varias veces centenaria, por el otro, la casa real de Inglaterra: el contraste no podría ser mayor, se podría pensar, antes de sentarse juntos alrededor de una mesa. Seamos precisos. Porque el vínculo entre estas dos instituciones es la comida, y más bien, los ágapes, para ser más precisos.
Así que empezaremos con un banquete de bodas: el salmón era inglés, delicadamente marinado y acompañado de langostinos salvajes de Escocia; venía luego el cordero de las Highlands, las verduras nuevas de Highgrove, los espárragos ingleses y las patatas del jardín real de Jersey. De postre, crème glacéeau miel de Berkshire.
El menú no solamente era delicioso, sino también un homenaje a la pareja real y a sus raíces. El nombre del chef encargado de ejecutar el menú perfecto para los 300 invitados del príncipe Guillermo y de Kate se mantuvo en secreto hasta la fecha de la boda, el 29 de abril de 2011. Al día siguiente se supo que una vez más había sido el famoso chef suizo Anton Mosimann quien había deleitado el paladar de los invitados reales en el salón de baile del Palacio de Buckingham.
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Cuando la reina Isabel II visitó Suiza
Este gran chef de Nidau, en el cantón de Berna, ya había atendido a 1 400 invitados en la fiesta del 70º aniversario del príncipe Felipe y a 400 en las bodas de oro del príncipe y la reina Isabel. El Toneli vu Nidau – el pequeño Toni de Nidau, como le gusta llamarse a sí mismo Anton Mosimann, fue galardonado con la Orden del Imperio Británico por la propia reina merced a sus habilidades culinarias.
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El hecho de que un suizo haya sido encargado de la preparación de varios banquetes reales es un buen ejemplo de la relación entre la casa real de Inglaterra y Suiza: una relación de confianza y cordialidad, pero con giros. Es decir, un vínculo que no es tan obvio ni tan directo como en una relación de parentesco.
La reina Victoria pinta Suiza
En este contexto, ¿cómo no mencionar a la legendaria reina Victoria (1819-1901) y su afición por Suiza? La tatarabuela de Guillermo es conocida como la «abuela de Europa». Con no menos de 40 nietos y 88 bisnietos casados con miembros de las grandes casas europeas, la casa real de Inglaterra está emparentada con toda Europa. ¡Una forma eficaz de diplomacia de paz! Pero Suiza no está concernida por esos lazos familiares.
A la reina Victoria, en cambio, le encantaba venir a nuestro país de vacaciones. Pasó cinco semanas aquí tras la prematura muerte de su marido Albert. En el verano de 1868, visitó varios sitios turísticos suizos.
Hospedada en Lucerna, la reina caminaba y cabalgaba (traía sus propios caballos), escribía, descansaba y comía. Siempre se tomaba tiempo para dibujar y pintar con acuarelas el paisaje. Lejos de los asuntos del reino y de las disputas de la corte, parece que realmente descansaba.
Aspiraba literalmente el paisaje y lo inmortalizó en sus cuadros, muchos de los cuales llegaron a nuestras manos y dan fe de la mano tranquila y paciente de la Reina.
Carlos y Andrew esquiando
A los descendientes de Victoria también les gusta vacacionar en Suiza. El actual heredero del trono, el príncipe Carlos, es un ejemplo: desde 1977 visita Klosters cada invierno para disfrutar de los deportes de invierno. La trágica avalancha ocurrida en la región de Gotschnagrat el 11 de marzo de 1988, que se cobró la vida de su amigo Hugh Lindsay, no cambió sus hábitos.
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Suiza, país de vacaciones de las familias reales
Desde 1994, incluso vino a Klosters con sus hijos Guillermo y Harry. Una noche, cuando Carlos resbaló en una acera helada y solamente gracias a un empleado doméstico no se cayó, su salvador le sugirió respetuosamente que cambiara sus zapatos por botas de nieve con suela antideslizante.
El Príncipe respondió con despreocupación: «En mi familia, llevamos zapatos para cenar». El hermano menor de Carlos, Andrew y su exmujer, Sarah Ferguson, conocida como ‘Fergie’, preferían la zona de Verbier, por lo que fueron al Valais en lugar de a los Grisones.
Pero para los Windsor, Suiza era algo más que un destino de vacaciones. También utilizaron el prestigio de la Corona británica con fines políticos. Tras la Guerra de los Bóers, cuando las relaciones entre Suiza e Inglaterra eran tensas, el rey Eduardo VII intervino para calmar la situación. Felicitó a Suiza de forma muy oficial por la apertura del Túnel del Simplón en 1905 y lo cruzó en persona dos años después, aunque de incógnito y sin recepción oficial ni honores.
Otro ejemplo: cuando el Reino Unido se encontraba cada vez más aislado durante la crisis de las Malvinas y con dificultades económicas, la reina Isabel II realizó una visita oficial a Suiza con su marido, el príncipe Felipe. Esto ocurrió a finales de abril de 1980 y fue la única visita oficial de un miembro de la familia real británica a Suiza. A pesar de las amenazas de atentados del IRA y de los disturbios que se sucedían, la pareja visitó Zúrich, Berna, Basilea, Lausana, Montreux, Lucerna y el Rütli.
Aunque fueron abucheados por los miembros del movimiento juvenil y los simpatizantes de Irlanda del Norte, la mayoría de la población se mostró bien dispuesta con la Reina durante su gira por Suiza, y aún más con el príncipe Felipe, que saludaba a la gente con mucha más emoción e incluso se reía con ganas.
Philip detenido por Securitas
Felipe participó en varias organizaciones benéficas y visitó Suiza mucho más a menudo que la Reina. Fue presidente del WWF, con sede en Gland, en el cantón de Vaud, y presidente de la Federación Ecuestre Internacional, la organización que agrupa a los jinetes y amazonas, con sede intermitente en Berna.
Por ello, el Duque de Edimburgo acudía a menudo a Suiza para celebrar reuniones. En 1981 participó en el Campeonato del Mundo de Conducción en Cuatro Ruedas en Zug a la edad de sesenta años. Terminó décimo y ganó la medalla de bronce en la competición por equipos. El hecho de que un guardia de Securitas le prohibiera entrar en el recinto del concurso porque había olvidado su distintivo oficial subraya hasta qué punto era un aristócrata cercano a la gente.
Este episodio, que también demuestra que los guardianes de nuestro territorio democrático no se dejan impresionar por la verdadera sangre azul, se remonta a hace cuarenta años. Sin embargo, el nombre de Windsor significa mucho en Suiza todavía. Es el nombre de un bar en Sargans, por ejemplo, de una marca de cubiertos de plata hechos a mano en Schaffhausen y de una marca de ropa en Kreuzlingen. Solamente el Hotel Windsor de Ginebra ha renunciado al prestigio que supuestamente conlleva este nombre y ha optado por llamarse Hotel Pâquis, como el barrio en el que se encuentra.
Pero volvamos a nuestro famoso chef, Anton Mosimann, tan cercano a la familia real. En el pasado, un restaurador suizo ya había servido a la Corona británica. Se decía que el valesano César Ritz era «el rey de los hoteleros y el hotelero de los reyes». Cuando el hijo de Victoria, Eduardo VII, fue coronado rey en 1903, los Windsor confiaron a César Ritz toda la organización de los festejos.
El hotelero, propietario de hoteles de lujo en Niza, Viena, San Remo, Lucerna, Montecarlo, Baden-Baden, Roma y Londres, se vio abrumado por la tarea y se derrumbó. Nunca se recuperó y sufrió una profunda depresión durante el resto de su vida. Esta es una de las razones por las que fue tan importante para las relaciones entre Suiza y la familia real británica que Anton Mosimann sirviera una cena perfecta en la boda de Kate y Guillermo. Y así lo hizo: el evento pasó a la historia como la «boda del siglo».
Adaptado del francés por Marcela Águila Rubín
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