Una carrera mundial por la marca UNESCO
Considerada como una historia de éxitos sin precedentes, en los últimos años la lista del patrimonio mundial de la UNESCO ha generado una verdadera 'carrera' de candidaturas. ¿Pero cuáles son los criterios de selección? ¿Y que implica adoptar esta prestigiosa marca?
Poco importa si se trata de una obra maestra debida al genio humano, de un testimonio único de civilización o de un proceso ecológico particularmente significativo. Los sitios inscritos en la lista de la UNESCO reflejan la riqueza y la diversidad del patrimonio cultural y natural del planeta. Todos tienen un elemento en común: poseen tal valor que la Humanidad se compromete a garantizar su preservación y protección.
El patrimonio es la herencia del pasado de la cual disfrutamos cada día y que estamos llamados a transmitir intacta para las generaciones futuras. Una auténtica llamada a la responsabilidad colectiva formalmente decretado en 1972 con la adopción en París de la Convención para el Patrimonio. Seis años más tarde se inscribían los primeros doce nombres en esta prestigiosa lista.
Pero el éxito, hoy evidente, de esta iniciativa, no fue inmediato. Es sólo en la última década que se ha desencadenado una verdadera ‘carrera’ para obtener la ‘marca de la UNESCO’. Un interés muy influenciado por los beneficios evidentes para el turismo y la economía locales.
Actualmente, hay cerca de 900 sitios reconocidos como patrimonio universal, de los cuales la mayor parte se encuentra en Europa. Sólo Italia cuenta con 44 lugares protegidos, España con 41, mientras que Francia y Alemania poseen unos 30. Por su parte, el continente africano entero se encuentra aún fuertemente subrepresentado.
En busca de un nuevo equilibrio
Lo habitual es que prevalezcan casi siempre los monumentos religiosos, principalmente de origen cristiano, como las catedrales góticas o los conventos románicos. Las razones tienen una explicación sencilla: “Los criterios son establecidos dentro del pleno respeto de los cánones occidentales de belleza, cultura y excepcionalidad”, señala Oliver Martin, de la Oficina Federal de Cultura (OFC). “Por ello no es de extrañar que otras categorías como la arquitectura moderna o industrial, así como algunos bienes naturales, no se hayan tenido en cuenta hasta mucho más tarde, en un intento de colmar este vacío”.
Pero las únicas preocupaciones no pasan sólo por el equilibrio geográfico y temático. De hecho, una proliferación excesiva de la marca UNESCO podría ensombrecer el principio mismo de ‘excepcionalidad’ del patrimonio universal. Por este motivo, el número de nuevos sitios seleccionados cada año es limitado globalmente a 45, y los Estados sólo pueden presentar tres candidaturas.
En la última década se ha incluso reconocido el valor singular de sitios que cruzan fronteras o que son seriales, o sea compuestos de elementos ligados a un mismo tema. Tal es el caso de las obra del arquitecto franco-suizo Le Corbusier, cuya candidatura – presentada oficialmente en enero de 2008 – comprende inmuebles en siete países: Francia, Suiza, Alemania, Bélgica, Argentina, India y Japón.
Una tarea compartida
La profunda originalidad de la Convención está en el hecho de combinar en un único texto la protección de la cultura con la de la naturaleza, y de poner estos objetivos bajo la responsabilidad de la Humanidad entera. Los 186 países signatarios de los acuerdos son así llamados a comprometerse con la tutela del patrimonio mundial, pero son igualmente los únicos autorizados a presentar la candidatura de un sitio dentro de sus propias fronteras.
El proyecto puede ser promovido por las instancias locales, pero debe ser transmitido a la UNESCO por vías oficiales. En Suiza, la tarea está compartida entre las Oficinas Federales del Medio Ambiente y de Cultura, la Comisión suiza para la UNESCO y el Servicio de coordinación UNESCO del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Un compromiso de por vida
La conservación del patrimonio mundial es un proceso en continua evolución que no se detiene una vez obtenida la marca UNESCO. Aparte del empeño constante en la tutela y la protección de los sitios, la adopción de la Convención implica también una mayor sensibilización de la opinión pública.
“De hecho, estar inscrito en la lista de la UNESCO implica la posibilidad de promocionar una abadía, una montaña o una línea ferroviaria, a través de los valores de identidad colectiva que conlleva la pertenencia al patrimonio”. Un verdadero elemento esencial para los sitios suizos que forman parte de la lista, pues han hecho de ellos “un instrumento de prestigio turístico y económico para sus regiones”, destaca Oliver Martin.
Para los países en vías de desarrollo, una de las principales ventajas de la inscripción en la lista de la UNESCO es el acceso al Fondo para el Patrimonio Mundial. Un medio que permite sostener, gracias a la solidaridad internacional, la realización de estudios sobre los problemas científicos y técnicos ligados a la protección, la formación de especialistas o proveer las herramientas y útiles necesarios para tal fin. Pero la prioridad se da a la financiación de las medidas de conservación más urgentes y a la protección de los sitios inscritos en la lista de patrimonio en peligro.
Entre los objetivos de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) figura la salvaguarda del patrimonio cultural y natural que posee un “valor universal excepcional”.
En 1972 los miembros de la UNESCO adoptaron una Convención internacional que establece una lista del patrimonio mundial de la humanidad.
Los Estados signatarios se comprometen a proteger los que se encuentran en su territorio. En la lista figuran a día de hoy casi 900 sitios protegidos en 140 países.
(Traducción: Rodrigo Carrizo Couto)
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