Una idea da la vuelta al mundo
Los suizos pueden participar directamente en el proceso constitucional desde 1891 y las suizas, desde 1971. La idea de este derecho ciudadano nació hace más de dos siglos y ha dado la vuelta al mundo. Emprendemos el viaje con Bruno Kaufmann, experto en democracia y redactor jefe de people2power.
¿De qué hablamos? No, Suiza no inventó la iniciativa popular, pero sí tuvo un papel determinante en la propagación internacional de esta idea.
Este artículo forma parte de #DearDemocracy, la plataforma sobre democracia directa de swissinfo.ch.
“Estoy encantado de que la fantástica idea de la participación directa del pueblo en el proceso legislativo esté calando al otro lado del mundo”. Así responde el redactor jefe de un diario socialdemócrata suizo a la carta de un emigrante.
Corre el año 1894. En América, un breve escrito del periodista del ‘New Yorker’, John W. Sullivan, sobre la introducción de la iniciativa y el referéndum en los cantones suizos y a escala federal causa sensación. El modelo que Sullivan denomina “sistema suizo” incita a agricultores, sindicalistas y artesanos a reivindicar derechos análogos en los nuevos estados de la costa pacífica de Estados Unidos.
El emigrante suizo que desea saber más sobre la democracia directa vive en Oregón, donde en 1902 se introduce la iniciativa popular tras una votación. Desde entonces, los ciudadanos y las ciudadanas de este estado han conseguido más de 300 votaciones gracias a este instrumento. A título de comparación: en Suiza se han celebrado 206.
Desde esa votación, el “sistema suizo” pasa a llamarse el “sistema de Oregón” al otro lado del Atlántico. Otros 23 estados de EEUU han adoptado el derecho de iniciativa ciudadana en los últimos 125 años.
A finales del siglo XIX, Hawái –a mitad de camino entre Asia y Norteamérica– es una monarquía y no pertenece aún a Estados Unidos. Los éxitos del “sistema de Oregón” –gracias al cual se consigue, entre otras cosas, el sufragio femenino– llegan a oídos del movimiento republicano del archipiélago del Pacífico, del que es miembro un tal Sun Yat-sen, que será luego el primer presidente de la República de China.
La idea de la iniciativa popular se abre un nuevo camino. En 1912 se inscribe en la Constitución de la República de China, y pese a las turbulencias vividas durante el siglo XX, constituye hasta hoy la base de la Constitución de Taiwán (cuyo nombre oficial es República de China). El nuevo Parlamento de la isla elegido en enero busca precisamente una forma viable para traducirla en ley.
Cuestión de minoría, respuesta de la mayoría
Esta apasionante historia, así como el “sistema suizo” introducido hace 125 años –junto con el referéndum constitucional obligatorio vigente desde la fundación del Estado Federal en 1848 y el referéndum legislativo adoptado en 1874– es solo un ejemplo del éxito que ha tenido la iniciativa ciudadana en el mundo.
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¿Qué es una iniciativa popular o ciudadana?
El principio en el que reposa este derecho de democracia directa es tan sencillo como convincente: permite que una minoría formule una cuestión política concreta y obliga a la mayoría a dar una respuesta vinculante.
Si se pone al servicio de los ciudadanos y se aplica de forma vinculante, la iniciativa popular contribuye a concretizar un poco mejor la gran idea de la democracia, es decir, que cada decisión común vaya precedida de un debate público.
La iniciativa popular, sin embargo, no se inventó en Suiza hace 125 años, sino un siglo antes durante la Revolución Francesa. Su idea se remonta al marqués de Condorcet, un filósofo de la Ilustración. Después del derrocamiento del rey en 1792, Condorcet fue nombrado relator de la Convención Nacional, que era una asamblea constituyente, en la que inscribió no solo el referéndum constitucional como instrumento de control, sino también el derecho “progresista” de la iniciativa ciudadana.
Propagación al mundo
Su proyecto no será aceptado y Condorcet será víctima de los avatares de la Revolución en 1974. Fue hallado muerto en su celda dos días después de su detención. Hoy, Francia sigue siendo un país muy centralista que conoce solamente el plebiscito presidencial, un instrumento al servicio de los dirigentes en el poder.
Lo que fracasó en Francia, sin embargo cayó en terreno fértil en los países vecinos con una estructura descentralizada: A partir de 1830, antes de que se introdujeran a escala nacional, los derechos populares figuraban en las Constituciones de casi todos los cantones de la Confederación Helvética.
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Palomas mensajeras, heces de perro y casas de citas – casi todo es posible
Hoy, los ciudadanos de 22 países gozan del derecho a una iniciativa popular vinculante inspirado en el “modelo suizo”. Entre ellos, Hungría, Uruguay, Kenia, Taiwán, México o Nueva Zelanda.
En otras 14 naciones, los ciudadanos tienen el derecho de recoger firmas para someter una decisión del Parlamento a votación popular nacional. Así ocurrió este año en Italia y Holanda.
En los últimos 25 años, el derecho de iniciativa popular se ha propagado, sobre todo, entre los colectivos locales y regionales.
En Alemania existe en la gran mayoría de los 75 000 municipios y en los 16 ‘länder’. Lo mismo vale para cientos de miles de entidades territoriales alrededor del globo.
Y la iniciativa ciudadana europeaEnlace externo, que la UE introdujo en el año 2012, es un instrumento de democracia directa que, por primera vez, traspasa las fronteras.
Igualmente apasionante es ver que la democracia directa, su alcance y aplicación, son preocupaciones plasmadas en múltiples iniciativas populares.
En los últimos diez años, en Suiza se han lanzado una decena de iniciativas que se refieren a los derechos populares.
Traducción del aleman: Belén Couceiro
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