El Brexit y la fuerza (explosiva) de la separación
Los espíritus se enardecen en torno a los referendos de independencia. El escrutinio sobre el Brexit muestra las condiciones necesarias para su éxito en una democracia moderna. Si la democracia directa mostró su fuerza en Suiza con los deseos separatistas del Jura, fue, por el contrario, utilizada de forma abusiva en Crimea.
De qué hablamos: de lo que el mundo y Europa pueden aprender del ejercicio en las urnas en los casos de Brexit, de Crimea y del Jura suizo.
Este artículo fue publicado en el marco de #DearDemocracy, la plataforma para la democracia directa de swissinfo.chEnlace externo
Bajo un ángulo al menos, la decisión de permanecer o no en la Unión Europea (UE) que tomarán los británicos constituye una novedad: es la primera vez que un Estado miembro podría hacer uso de la cláusula de retiro prevista por esa especie de ley fundamental que constituye el tratado de Lisboa, de 2009. Su artículo 50 prevé que “todo Estado miembro puede decidir, conforme a las reglas constitucionales, retirarse de la Unión”.
Pero incluso si decide separarse, no será la primera vez que alguien le dé la espalda a la UE en las urnas: Groenlandia se pronunció, vía referendo consultivo, por una ruptura con la otrora Comunidad Económica Europea (CEE). Con solo 50 000 habitantes, la excolonia danesa pudo tomar esta decisión gracias al derecho de autonomía que Dinamarca le acordó años antes.
Más de 60 votaciones sobre Europa en Europa
También hay que tomar en consideración que ha habido toda una serie de votaciones sobre Europa en Europa desde el inicio de los setenta. La primera se produjo el 23 de marzo de 1972 por el ‘sí’ (68,3%) de los franceses a la extensión de la CEE. Después, el pueblo fue consultado más de 60 veces sobre cuestiones relacionadas con la adhesión a la UE o la profundización de la integración. También esta ola de votaciones se ha producido en Estados fuera de la UE, como Suiza. Desde 1972, año en que aprobó la adhesión a la Asociación Europea de Libre Intercambio (AELI), la ciudadanía helvética ha podido expresarse una decena de veces en las urnas sobre asuntos europeos.
En suelo helvético y en los otros 25 países europeos, en dos tercios de los escrutinios, los pueblos se han expresado a favor de la UE. Pero las decisiones negativas son las que, sobre todo, permanecen en la memoria colectiva, en particular el ‘no’ danés al tratado de Maastricht en 1992, y el de los suizos, en 1992, contra el ingreso al Espacio Económico Europeo (EEE), creado ese mismo año.
Las consultas populares más problemáticas son aquellas en las que los ciudadanos son llamados a decidir abandonar una comunidad política – como es con frecuencia el caso – y unirse a otra. Se pueden mencionar numerosos ejemplos en la historia reciente. Especialmente el de Crimea, una provincia ucraniana que el 16 de marzo de 2014 decidió con 96% de los votos por unirse a Rusia. Veinte días antes, unidades prorusas expulsaron al gobierno regional. La OSCE no obtuvo la autorización para supervisar el escrutinio, que se realizó sin condiciones que garantizaran el secreto del voto, un principio fundamental.
«Abuso del instrumento del referendo«
La Asamblea General de Naciones Unidas adoptó una resolución que descalificó el referendo y el Consejo de Europa reveló, por su parte, vía su “Comisión de Venecia”, que ese voto fue “un abuso del instrumento del referendo”. Esto no impidió a Rusia anexarse la península de Crimea días después del voto.
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El nacimiento del 26º y último cantón suizo
Pero lejos del caso crimeo está el del Jura, en Suiza. Un deseo popular de escisión resulto vía democrática. Lo testimonia la forma en que el Estado y el pueblo resolvieron el largo conflicto en torno a la autonomía territorial y constitucional del Jura.
En 1815, el Congreso de Viena anexó esa región francófona y mayoritariamente católica al cantón de Berna, germanófono y de mayoría protestante. En el trascurso de los 200 años siguientes, grupos separatistas, como el Frente de Liberación del Jura (conocido en los años sesentas) recurrieron a la violencia de forma aislada para llamar la atención sobre sus aspiraciones secesionistas.
El respeto al Estado de derecho y la democracia directa jugaron un papel esencial en la búsqueda de soluciones. Más de 50 escrutinios se organizaron a todos los niveles en 50 años, hasta que llegó el voto decisivo el 24 de septiembre de 1978, cuando el pueblo suizo aceptó la creación del nuevo cantón.
Cuarenta años después de ese escrutinio histórico, el proceso no ha terminado. El año próximo, la ciudad de Moutier y otras comunas dirán si quieren unirse al cantón del Jura o permanecer en el de Berna.
Lecciones aprendidas
Sea la Crimea, el Jura, Brexit, o incluso Sudán del Sur, Escocia o Cataluña, el mundo puede aprender de las respuestas más o menos democráticas de estos movimientos separatistas.
Primeramente, el contexto legal de la votación juega un papel determinante. El referendo sobre la independencia de Escocia del 18 de septiembre de 2014 se produjo con la aprobación del Parlamento británico, mientras que la suerte de escrutinio organizado dos meses más tarde sobre Cataluña no fue reconocido por el Gobierno español.
En segundo lugar, el tiempo acordado al debate democrático antes del referendo es importante. Ese factor se pone en evidencia en los casos extremos de Crimea y el Jura.
En tercer lugar, el valor y la durabilidad de la respuesta obtenida en un referendo independentista depende también de la calidad de su organización en el plano administrativo. No solo se debe garantizar el secreto del voto, sino también asegurar que el escrutinio sea libre e imparcial.
(Traducido por P. Islas)
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