¿Segundo referéndum sobre el brexit? Lecciones de la democracia directa suiza
Tres años después de haber votado a favor de su salida de la Unión Europea (UE), las opiniones con respecto al brexit siguen estando polarizadas en Reino Unido. ¿Una segunda votación sanaría las divisiones o simplemente crearía más? Según los expertos, la democracia suiza podría ofrecer algunas lecciones.
Mientras Reino Unido se prepara para unas elecciones generales, no se descarta la celebración de un segundo referéndum en torno al brexit. Aunque el primer ministro Boris Johnson no tiene intención de proponerlo, puede que no le quede otra opción si el 12 de diciembre no obtiene una clara mayoría y no alcanza gran representación en el Parlamento de Westminster.
El Partido Laborista, por su parte, dice que si llega al poder celebrará un segundo referéndum. Y, según una encuesta reciente de YouGovEnlace externo, el 47% del electorado está a favor de votar por un acuerdo de salida; mientras que el 29% se muestra en contra.
¿Qué significaría para la democracia una segunda votación?
No es difícil imaginar las voces de juego sucio y traición a la voluntad popular. De hecho, muchos carteles fuera de Westminster opinan que ya ha ocurrido.
Patrick EmmeneggerEnlace externo, profesor de política comparada en la Universidad de San Galo, cree que eso dependerá de cómo se enfoque la votación.
Y se pregunta, “¿Cuáles son las razones por las que se convocaría un segundo referéndum: construir puentes en un país dividido, reconsiderar la decisión de abandonar la UE, elegir entre un brexit blando y un brexit duro?”.
Para él, la clave sería no presentar el referéndum como una forma de revertir una decisión equivocada (tal y como lo ven algunos del 48% del electorado que se mostró contrario al brexit). Debería, más bien, dar a la ciudadanía la posibilidad de opinar sobre un acuerdo que ha surgido tras largas negociaciones y que –cualquiera que sea la forma final que adopte– estará lejos de la simple “salida” decidida en 2016.
La democracia directa a menudo sirve como una forma de “legitimar un compromiso” y no –como señala Emmenegger– para crear una situación de “ganador y perdedor” para siempre. Algo que es un enfoque muy “poco suizo”.
El activista de democracia directa y colaborador de swissinfo.ch Bruno Kaufmann coincide en esto. Y explica que el problema con el referéndum del brexit es que se trató de una “votación previa a la negociación”. En lugar de ofrecer una opción clara, fue un modo de tomar el pulso a la opinión pública que generó por parte de los políticos “enormes extralimitaciones”.
Kaufmann defiende la decisión que en 2016 adoptó el pueblo británico, que, tal y como algunos afirman, no estuvo injustificada. Al contrario, se basó en la experiencia muy real de décadas de pertenencia a la UE. Aun así, declara que, a pesar de la probabilidad de que el voto se vuelva amargo y politizado, un “voto de confirmación” sobre un acuerdo claramente definido podría ayudar a crear legitimidad.
El «brexit suizo»
En Suiza, cuya ciudadanía vota con mayor frecuencia que la mayoría y donde la democracia directa es un sistema bien engrasado, las repeticiones y (malas) adaptaciones de votaciones son comunes.
En los últimos años, el caso más controvertido ha sido la decisión de restringir la inmigración procedente de la UE que aprobó, en 2014, el 50,3% de los votantes. Una historia “muy al estilo brexit”, indica Emmenegger.
Aunque la Confederación no es miembro de la UE, el resultado puso a Suiza en un aprieto a corto plazo (al igual que en el caso del brexit). Ya que los estrechos vínculos del país con el bloque dependen de una serie de intercambios y contrapartidas: incluida la libertad de circulación de los ciudadanos de la UE.
Así, después de dos años sin convencer a Bruselas para que cediera, el Parlamento suizo puso en marcha una versión “ligera” de la iniciativa, que no incluía ni muros ni cuotas e instruyó a las oficinas de empleo para que ofrecieran los puestos vacantes a los residentes suizos antes de ofrecerlos a los inmigrantes.
Esta implementación “tibia” estuvo cerca de no aplicarse en absoluto, dice Emmenegger. Y abundaron las llamadas de traición. Incluso un politólogo intentó impugnar la decisión en un referéndum, no porque fuera antieuropeo, sino por el bien de los principios democráticos.
Sin embargo, la Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora) no cuestionó su aplicación, aunque podría haberlo hecho. Los opositores se reagruparon, examinaron el panorama y, desde entonces, han entregado las 100 000 firmas necesarias para forzar una opción similar aunque más extrema, que cancela totalmente la libre circulación de personas.
El problema persiste, pero no ha polarizado al país (del todo), y ahora se ha reducido a una cuestión básica. Una cuestión implícita que no era explícita en 2014. ¿Debería Suiza desechar este acuerdo específico de la UE? Los votantes volverán a decidirlo.
¿Qué lecciones puede extraer la democracia suiza de la Gran Bretaña posbrexit? ¿Y qué significan para la percepción de la democracia directa en Suiza y otros países las actuales dificultades en Reino Unido? El 2 de diciembre se debatirá sobre estas y otras cuestiones en el panel especial Brexit y más allá: límites y potencial de la democracia directaEnlace externo, organizado por swissinfo.ch y la Universidad de San Galo. Está previsto que en el mismo participen Patrick Emmenegger, Bruno Kaufmann y Henriette Engberson, corresponsal de la televisión suiza SRF en Londres. Las entradas se pueden reservar aquíEnlace externo.
No es la primera vez…
Otra cuestión que se ha planteado dos veces en dos años es la reforma del sistema del impuesto de sociedades. Bajo la presión de cumplir con las normas internacionales sobre evasión y equidad fiscal, el Gobierno propuso un paquete de medidas que se sometió a referéndum en febrero de 2017.
El plan fue rechazado y, una vez más, el Gobierno sufrió un fuerte quebradero de cabeza democrático: la opinión pública se opuso abiertamente a las necesidades de la cooperación internacional (las redes de obligaciones de las que puede ser difícil y perjudicial salirse).
¿La solución? Tras reflexionar sobre la cuestión, volvieron a plantearla a la población dos años más tarde. Asegurándose esta vez de lograr un apoyo más amplio de los partidos políticos (especialmente de los socialistas, que la primera vez se habían opuesto), además de vincularla a otro tema candente: la reforma de las pensiones.
Y las críticas arreciaron. Tanto por plantear a la población dos veces en dos años una cuestión similar, como por vincular en una única votación (de una manera un tanto artificial) dos ámbitos políticos.
Sin embargo, a pesar de esta “nefasta” unión de cuestiones, las negociaciones y modificaciones forjadas en el Parlamento son, para Kaufmann, parte de lo que hace que la democracia suiza tenga éxito.
La reforma tributaria se vio como algo que simplemente necesitaba hacerse, expone Kaufmann. La pregunta fue más un “cómo” que un “si”. Así que se encontró una fórmula política que se presentó a la población, que tenía todo el derecho a rechazar (si pensaba que era una maniobra oculta) el edulcorante de las pensiones.
No lo hizo. La propuesta fue aprobada y ahora (en otra rareza del sistema suizo) cada cantón votará sobre la aplicación de su versión del nuevo sistema tributario.
¿Ganan todos?
No son casos aislados. En Suiza, una y otra vez, se plantean cuestiones como la baja por maternidad, el sufragio femenino, la inmigración o la reforma electoral. No hay reglas firmes en cuanto a cuándo una votación debe ser vinculante para siempre y cuándo debe ser reconsiderada.
Emmenegger es claro sobre si sería una traición democrática volver a votar sobre el brexit. “Un resultado del 52% de los votos no puede verse como una victoria final, y tratar como un enemigo público a cualquiera que diga lo contrario es una visión estrecha y egoísta de la democracia”, observa.
Kaufmann afirma que lo que el modelo suizo logra (a través de la participación pública, el trabajo preliminar parlamentario y las votaciones regulares) es, más bien, una situación en la que no se aplican “ganadores y perdedores”. O, si hay perdedores, son “perdedores felices”, incluidos en el proceso de toma de decisiones.
Por el contrario, la histórica falta de experiencia con la democracia directa de Reino Unido ha dejado al país polarizado, por lo que Kaufmann considera que fue una simple expresión de las “indicaciones generales” de la población: un plebiscito en lugar de un referéndum vinculante.
Es difícil predecir si las cosas se calmarán. Algunos esperan que el brexit estimule un apetito más saludable por la participación democrática, mientras que Kaufmann dice que ya ha conducido a un cambio de paradigma: más gente ha encontrado una voz.
Sin embargo, por ahora, “el problema de la política británica sigue siendo que la mayoría de la gente pierde, mientras que no muchos ganan”, sostiene Kaufmann.
Mostrar más
Brexit: las lecciones clave para Suiza
Traducción del inglés: Lupe Calvo
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.