En Suiza crece el populismo, pero controlado
¿Qué significa el aumento de populismo para el futuro de la democracia? Al menos en Suiza, los ideales populistas y democráticos parece que caminan de la mano.
Si nos basamos en algunos de los indicadores que definen el término, Suiza es uno de los países más populistas de Europa. La UDC (Unión Democrática del Centro), el partido derechista suizo y contrario a la inmigración, es el más grande del país, el sentimiento antielitista es bastante fuerte y el sistema de democracia directa puede conducir a polémicos brotes de ira popular.
Pero, al mismo tiempo, Suiza es también, según la mayoría de los indicadores, un modelo de estabilidad política, prosperidad económica, calidad de vida, multiculturalismo (25% de los habitantes son extranjeros) y de salud democrática en general. ¿No es una paradoja?
Podría parecerlo a quienes lo ven desde fuera. Pero la marca particular del “populismo alpino” se basa en varios aspectos que lo distinguen de otras versiones del fenómeno que se está extendiendo por Europa.
Picos y valles
El primer aspecto que lo diferencia es el distinto momento histórico. Claude Longchamp, analista político del Centro de investigación gfs.bern (y colaborador habitual de swissinfo.ch) reconoce que Suiza se encuentra actualmente en un momento bajo (valle) de la ola populista que últimamente está creciendo en países como Francia, Italia, Austria, Hungría o Polonia.
“Ya hemos tenido antes esta misma discusión”, afirma. “El populismo no está creciendo aquí como lo hace en otros países. Desde la elección de Donald Trump en 2016, hemos visto crecer en esos lugares un nuevo tipo de populismo ansioso por conquistar el centro político”.
“Tuvimos un pico alrededor de 2007” –añade– “cuando el [entonces] presidente de la UDC, Christoph Blocher, fue miembro del gobierno, fomentando determinadas posturas políticas que conducirían en 2010 a una votación para expulsar a los delincuentes extranjeros”. Tuvimos otro pico en el periodo 2013-2015 cuando los efectos de la crisis financiera en los países de la eurozona influyeron en que la mirada del electorado suizo se volcara más hacia el interior con objeto de frenar la inmigración procedente de la Unión Europea (UE).
Sin embargo, en opinión de Longchamp, desde entonces la influencia de la UDC y sus posturas populistas se han estancado. Los resultados de las elecciones locales y varias derrotas consecutivas en las urnas han hecho que los conservadores den un paso atrás. Los pronósticos para las elecciones parlamentarias del próximo 20 de octubre predicen ganancias de los Verdes, pero en ningún caso se prevé un avance de los populistas como los que han podido verse en las últimas elecciones europeas.
Movimientos en contra
¿Por qué esta falta de sincronía entre Suiza y el resto de Europa? Longchamp cree que simplemente una parte de esto es cíclica. Los picos y valles de disidencia son parte integrante de las democracias, en las que la estabilidad depende de la capacidad del sistema predominante para dar satisfacción a suficientes ciudadanos sin tener que recurrir a alternativas extremas.
Visto desde este punto de vista, Suiza atravesaba sus dificultades populistas más serias mientras Europa se hundía de lleno en la grave crisis financiera de 2007; una década después, mientras las democracias de la UE ven los resultados políticos del estancamiento económico y las escasas perspectivas, la economía suiza mira feliz desde su cumbre alpina.
Pero eso no es todo. Más recientemente, el crecimiento en Suiza de un movimiento progresista (nacido como reacción a esos planteamientos populistas) ha contribuido también a dar forma a una narrativa política contraria a la estrategia de relaciones públicas extraordinariamente efectiva de la UDC.
Por ejemplo, la Operación Libero, a la que recientemente alababa el diario británico The GuardianEnlace externo por “derrotar al populismo”: un grupo urbano y liberal que se ha movilizado en los últimos cuatro años para luchar contra varias iniciativas ultraconservadoras.
Han ganado todas sus batallas –incluyendo un nuevo intento de expulsar a los delincuentes extranjeros– utilizando una estrategia de campaña de gran dinamismo y cambio del modelo narrativo y apoyan ahora a determinados candidatos para las elecciones parlamentarias de octubre.
Y aunque los elogios de The Guardian pueden haber sido exagerados, la ideología liberal de la Operación Libero, combinada con su estilo de comunicación dinámico y populista a su manera, ha contribuido también a cambiar de algún modo “la narrativa política”, como decía el diario.
Mientras tanto, la participación juvenil, los problemas del cambio climático (que los dirigentes de la UDC habían calificado de “moda”) y un cambio en las inclinaciones políticas de los centros urbanos suizos (a diferencia de las regiones rurales más conservadoras) pueden también haber contribuido a que el viento dejara de soplar a favor de los conservadores populistas.
El papel de la democracia directa
Por supuesto, esto no significa que Suiza esté libre de esta tendencia. Según un estudio de 2016Enlace externo, el país presenta todavía “condiciones favorables para el crecimiento del populismo”, entre las que figuran la naturaleza tradicionalmente conservadora y aislacionista de su geografía social y un sistema de medios de comunicación caracterizado por una propiedad concentrada.
A esto hay que añadir el sistema de la democracia directa, un instrumento muy querido por los populistas, que pretenden potenciar su uso (y muy alabado por Matteo Salvini en Italia y Marine Le Pen en Francia), un sistema que supuestamente resta poder a las élites para entregarlo directamente en manos del “pueblo”.
Pero es posible que sea también el mismo instrumento que acabe socavando el éxito populista a largo plazo.
Longchamp opina que, en un sistema en el que se puede cuestionar las leyes existentes (con 50 000 firmas recogidas, lo que en Suiza se denomina un referéndum facultativo) y proponer otras nuevas (con 100 000 firmas, una iniciativa popular), las cuestiones políticas “salen a la superficie con mayor rapidez y claridad y hay que resolverlas”; esto contribuye a evitar que las quejas que se cocinan a fuego lento se vean reprimidas durante mucho tiempo. Del mismo modo, la posibilidad de votar con mayor frecuencia (aunque las tasas de participación sean bajas) da la sensación de tener voz, algo que aviva y a la vez modera las exigencias populistas.
Laurent Bernhard, profesor de la Universidad de Lausana, afirma que esto también ocurre con el sistema de gobierno suizo, que garantiza a cada uno de los principales partidos políticos un escaño en el consensuado Consejo Federal (gobierno). La UDC participa en el sistema –asegura– y por eso mismo se vuelve más moderada y pragmática.
De este modo, en Suiza el partido UDC es un sólido elemento que forma parte del mobiliario político, y no se ha visto excluido por el tipo de “cordón sanitario” que se pone a los grupos nacionalistas en países como Francia, donde durante años ha sido tabú hablar del Frente Nacional como un actor político legítimo.
Finalmente, y dado que el sistema suizo se basa en un modelo de gobierno consensuado, tampoco es posible que ningún grupo, ya sea populista o de cualquier otro tipo, pueda forzar una situación de máxima concentración de poder para realizar cambios radicales.
Así, es poco probable que, desde la derecha, se dé un tipo de movimiento hacia un modelo autoritario, como puede verse por ejemplo en Hungría; y, desde la izquierda, los llamamientos populistas a una reforma económica y al resurgimiento de la lucha obrera reman también contra corriente. Como lo expresó Tamara Funiciello, presidenta saliente de las Juventudes Socialistas (JUSO) que se autocalifica de populista: “En Suiza no habrá nunca una revolución”.
¿Más ruido que nueces?
De hecho, en un sistema tan limitado, Funiciello ve más bien el populismo como un ejercicio de comunicación: un modo de captar la atención de los medios y difundir un mensaje simplista que puede ser, o no, substancialmente populista.
Tamara Funiciello afirma que las Juventudes Socialistas copiaron la esencia del estilo de comunicación de la UDC después de comprobar cuán efectivo había sido durante la última década. La Operación Libero utiliza también hábiles comunicadores cuando quiere provocar impacto mediático, e incluso Los Verdes, que actualmente están ya en modo electoral, se acercan al discurso populista según un estudio académicoEnlace externo.
Longchamp cree que es importante controlar ese “populismo retórico” –al que describe como un empobrecimiento y banalización del discurso, que hace campañas negativas y orientadas al ataque para obtener la atención de los medios a cualquier precio. Pero afirma también que es vital distinguirlo del “populismo ideológico” que puede conducir a una peligrosa política de exclusión.
En cuanto a la UDC, ambivalente en sí misma en lo que respecta al término populismo, Longchamp es menos inclinado que otros analistas a etiquetarla de populista. Reconoce que el partido muestra muchas facetas del populismo, pero bastante menos que algunas variantes que se dan en Europa, que, en algunos casos, incluso proceden de partidos con historias fascistas.
“La Unión Democrática de Centro nunca ha sido un grupo de extrema derecha”, concluye.
Traducción del inglés: José M. Wolff
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