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La constitución suiza: un compromiso entre democracia y federalismo

La primera Constitución del Estado Federal suizo fue un golpe de genialidad. Tuvo en cuenta a los cantones y preparó así el camino hacia la mayor democracia posible. No obstante, estuvo lejos de ser algo perfecto. Las crisis persistieron y muchas cosas siguieron siendo injustas.

El 12 de septiembre de 1848, el Tagsatzung de la Confederación Suiza aprobó la primera Constitución del Estado Federal. En su redacción participaron representantes de todos los cantones, que se reunieron en lo que hoy es el restaurante bernés «Zum Aeusseren Stand». En menos de 50 días habían redactado la primera ley fundamental de la democracia suiza.

Solo dos días después de su aprobación oficial se convocaron las primeras elecciones al Consejo Nacional; fue el signo más visible de la joven democracia que acababa de crearse. Había que elegir a los representantes del pueblo, repartidos ordenadamente según los cantones. Posteriormente, el Consejo Nacional y el Consejo de los Estados debían decidir conjuntamente los miembros que compondrían el Consejo Federal, es decir, del gobierno nacional.

Esta serie de varios capítulos está hecha a la medida de nuestro autor: la polifacética experiencia de Claude Longchamp le convierte en la persona capaz de hacer hablar a los lugares en los que ocurrieron acontecimientos importantes.


Longchamp es el fundador del Instituto de Investigación gfs.bern y el analista político más experimentado de Suiza. También es historiador. Combinando estas disciplinas, Longchamp ofrece desde hace tiempo recorridos históricos por Berna y otras localidades como «city walker», que gozan de una gran popularidad.


«Longchamp interpreta la democracia» fue el título que un periodista puso una vez a su reportaje sobre un «paseo por la ciudad».

La serie multimedia que el autor realiza en exclusiva para swissinfo.ch no se centra en las ciudades, sino en los lugares importantes.

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Era ya el tercer intento de crear una democracia moderna: el primero estuvo impulsado por Francia en 1798 y fracasó estrepitosamente al cabo de cinco años. El segundo fue iniciado en 1830/31 por los primeros cantones democráticamente constituidos: se hundió bajo la oposición simultánea de conservadores y radicales.

«El tercer intento tuvo éxito porque fue un sabio compromiso de los principios de democracia pura y federalismo puro».

El tercer intento tuvo éxito porque fue un sabio compromiso entre los principios de la democracia pura y el federalismo puro. El Estado federal supuso para la emergente economía industrial disponer del mayor mercado interior posible. Y además contó con la aprobación diplomática de Gran Bretaña.


Pero nada de esto hubiera ocurrido sin la última guerra civil en Suiza, que tuvo lugar menos de diez meses antes de la fundación del Estado. Además, contribuyó en gran medida a dar forma a todo el proceso.

Un experimento arriesgado

Lo que Suiza consiguió en 1848 había fracasado o fracasaría en todos los países de su entorno. Hubo revoluciones burguesas en París, Múnich, Berlín, Viena, Palermo y Venecia. Pero ninguna logró crear un Estado duradero. Los monarcas siempre recuperaban el poder.

La Constitución Federal Suiza como obra de arte pintada
Un golpe de genialidad y una obra de arte: la primera Constitución Federal, pintada por el artista Laurenz Lüthi. Nationalmuseum

El salto a la modernidad democrática también fue arriesgado para Suiza, pues no podía derogar el vigente Tratado Federal de 1815, promulgado por el Congreso de Viena. Simplemente, se aceptó que siguiera en vigor.

Las elecciones de 1848 dieron una victoria abrumadora a los Freisinnigen, como se llamaban entonces los liberales y radicales unidos. Consiguieron una mayoría de cerca del 70% en la Asamblea Federal.

Así, los miembros de esta coalición pudieron configurar la elección del Consejo Federal según sus propias ideas. Berna, Zúrich y Vaud recibieron cada uno un escaño permanente en el Consejo Federal, y los demás cantones tuvieron que repartirse los cuatro restantes. Las minorías francófona e italiana debían tener un representante cada una, y los católicos dos.

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El 16 de noviembre de 1848 fueron elegidos siete miembros del Freisinnig, un claro símbolo de cambio. Representaban diferentes tendencias, desde los liberales moderados a los radicales descarados. De este modo, se sintieron lo suficientemente legitimados como para derogar el antiguo tratado federal.

El modelo americano

La ciudad de Berna se convirtió en la sede del parlamento y del gobierno. No era la capital, pero sí una ciudad federal.

A pesar de seguir el modelo americano, había no obstante dos puntos de fricción: la composición del parlamento y la elección del Consejo Federal.

En el caso del parlamento, se optó finalmente por un sistema bicameral equilibrado. Los cantones seguirían siendo soberanos mientras no se vieran afectadas las competencias nacionales. En el caso del Consejo Federal, se prescindió de una elección popular según el modelo estadounidense. En su lugar, se decidió tener un gobierno colectivo, decidido por el parlamento.

Sin embargo, las principales fuerzas del partido Fresinnig acordaron entre ellas que todos los consejeros federales deberían dimitir al final de la legislatura de tres años y presentarse al Consejo Nacional. Solo en el caso de que resultaran elegidos al parlamento previamente, podrían optar a la llamada elección complementaria, que les permitiría ser reelegidos nuevamente para el Consejo Federal. Este procedimiento en dos etapas se practicó hasta la década de 1890 sin base constitucional. Después, la elección complementaria fue abolida porque contradecía la separación de poderes.

La aprobación de la nueva Constitución no estuvo exenta de dificultades. Porque el «pueblo», en el sentido político, aún no existía. Solo había poblaciones cantonales. Al final, 15,5 cantones estuvieron a favor y 6,5 en contra. Eso fue suficiente para que el Tagsatzung decidiera aceptarlo.

Los cantones derrotados tuvieron que decidir si querían aceptar o no la decisión mayoritaria, en términos democráticos. En cualquier caso, los que no lo hicieron al final se vieron obligados a hacerlo. Esa fue la hora cero de la política suiza moderna.

Los límites de la democracia temprana

La democracia que surgió en 1848 no era perfecta. Desde la perspectiva actual, no hace falta decir que el sufragio femenino estaba ausente. Una sociedad de hombres, que se había reforzado durante la guerra civil, ni siquiera se planteó esa cuestión. Tampoco hubo referendos regulados a nivel nacional hasta 1874. Al igual que no hubo un tribunal federal fijo hasta entonces. Incluso el derecho penal seguía siendo competencia del Consejo Federal.

Suiza no se ajusta al sistema clásico de la mayoría de las repúblicas, que se dividen en parlamentarias y presidenciales.

Aunque el Consejo Federal no es elegido directamente por el pueblo, el parlamento no puede reelegirlo individualmente o en su conjunto después de haber expirado su mandato. Solo lo ha hecho en cuatro ocasiones: la primera en 1854 con el Consejero Federal Ulrich Ochsenbein, y la más reciente con el Consejero Federal Christoph Blocher en 2007.

Esto es típico de los sistemas de directorio, en los que el gobierno puede ser elegido por el parlamento pero no destituirlo. Por lo general, se trata de gobiernos colectivos, como en Suiza, Sudáfrica o Botsuana. Este sistema tuvo su origen en Francia en 1795, aunque no se ha vuelto a practicar en este país desde hace mucho tiempo.

Un grave defecto de la Constitución de 1848 condujo pronto a una verdadera crisis constitucional. Porque cuando se fundó el Estado, se entendió que era un Estado cristiano. Eso excluía a los judíos. Francia, Estados Unidos y los Países Bajos amenazaron con sanciones económicas hasta que los judíos fueran tratados en pie de igualdad con los cristianos suizos.

Sin embargo, ni siquiera se había previsto el procedimiento para una modificación constitucional. En 1866, por tanto, se llevó a cabo una primera pequeña revisión de la Constitución, con referendos sobre nueve artículos individuales. Se aprobó entonces la libertad de establecimiento para los judíos. Sin embargo, no obtuvieron plenos derechos hasta 1874.

Ulrich Ochsenbein, padre de la Constitución con final trágico

La imagen trágica del joven Estado federal fue el primer consejero federal de Berna, Ueli Ochsenbein. El padre de la Constitución de 1848 fue, después de dos mandatos, la primera víctima de la elección complementaria en dos etapas, descrita anteriormente. Los principales líderes radicales le dieron la espalda por haber apoyado, en el cantón de Berna, la fundación de un partido de ámbito estatal formado por radicales, liberales y conservadores.

El destituido primer jefe del Departamento de Defensa entró posteriormente al servicio del ejército francés, donde alcanzó el grado de general. Lo que hoy sería inimaginable -el servicio militar en un ejército extranjero- no fue prohibido en Suiza hasta 1874.

La historiografía casi se había olvidado de Ochsenbein cuando hace poco tiempo se vio rehabilitado mediante una completa biografía. El próximo año, con motivo del 175º aniversario oficial de la Constitución Federal de 1848, recuperará su lugar en la historia.

Traducido del alemán por José M. Wolff

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