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«La democracia directa es como un foro de Internet»

La democracia directa es un sistema donde es el pueblo quien lleva los pantalones, sostiene el caricaturista suizo Patrick Chappatte. Keystone

Los suizos abordan las votaciones con un refrescante “entusiasmo aplicado”, bromea el caricaturista Patrick Chappatte. Sin embargo, advierte que en los últimos quince años la democracia directa se ha convertido en un arma para manipuladores y populistas.

Desde hace veinte años, ChappatteEnlace externo hace reír y pensar a sus lectores a ambos lados del Atlántico con sus publicaciones en el ‘The International New York Times’ y dos diarios suizos, ‘Le Temps’ (Ginebra) y el ‘Neue Zürcher Zeitung’ (NZZ), de Zúrich.

Recientemente, se mudó con su familia de Ginebra a Los Ángeles, donde trabaja como caricaturista e investigador en la escuela de periodismo Annenberg de la Universidad de South California.

swissinfo.ch: ¿Echa en falta Suiza ahora que vive en Los Ángeles?

Patrick Chappatte: No, no exageremos (risas). He estado buscando un sitio aquí donde poder comprar verdadero gruyere suizo, ya que el equivalente norteamericano se parece más bien a un chicle. Pero aparte de esto no echamos de menos nuestro país. Suiza está presente en todos nosotros. No hace falta estar en Suiza las 24 horas del día y los siete días de la semana para sentirse suizo.

swissinfo.ch: ¿No le resulta difícil dibujar caricaturas relacionadas con Suiza desde el extranjero?

P.C.: Exige ciertos ejercicios mentales, puesto que vivimos en la costa oeste, casi en la parte opuesta del mundo.

Probablemente, a largo plazo no sea una cosa buena porque uno no está al tanto de todos los asuntos patrios, como por ejemplo cuando uno está inmerso día y noche en discusiones acerca la iniciativa que propone eliminar los privilegios fiscales para los extranjeros adinerados.

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Pero al final, la distancia puede ser interesante. Tuve una experiencia similar cuando viví unos años en Nueva York. Entonces pude entender mucho mejor el sistema suizo y logré reconciliarme con él.

swissinfo.ch: ¿Qué quiere decir?

P.C.: Conseguí comprender mejor el significado del consenso y de la búsqueda de compromisos. Tenía 27 años, era joven e impaciente con el sistema político suizo y su peculiar ritmo. Pero al establecer distancia entendí mejor las cosas.

El sistema político suizo garantiza la unidad del país. Es por eso que no es demasiado espectacular y que todo requiere su tiempo y muchos acuerdos. No se debe dar por hecha la existencia de Suiza. Hay toda una maquinaria que la mantiene en marcha y que de vez en cuando ayuda a empujarla hacia adelante poco a poco, o que al menos impide que retroceda.

swissinfo.ch: Recientemente, la ministra de Justicia Simonetta Sommaruga colmó de alabanzas la democracia directa cuando dijo: “En el autobús me cruzo continuamente con gente que me habla sobre ella. Sienten mucho apego hacia este sistema.” ¿Se ve reflejado en esta gente?

P.C.: Nunca tomé el bus con Simonetta Sommaruga, pero si me la encontrara iría derecho a hablarle sobre democracia directa (risas). Fuera de Suiza hablamos mucho del tema porque existe esa necesidad de tener que explicarlo todo.

Cuando habla con un extranjero sobre democracia directa durante una hora y lo entiende, eso quiere decir que lo ha explicado mal. Es un sistema muy peculiar, único en el mundo. Está hecho a medida para este extraño Estado federal, multilingüe y poco conocido.

swissinfo.ch: El arma secreta de Astérix y Obélix es su poción mágica. ¿Se puede decir que la democracia directa lo es para Suiza?

P.C.: La democracia directa es magnífica. Eso es lo que uno escucha fuera. A la gente le fascina, especialmente hoy cuando se cuestiona a los gobiernos en todos los rincones del mundo.

swissinfo.ch: Pero los críticos dicen que las recientes votaciones indican que la democracia directa ha perdido su función estabilizadora y que se ha convertido en un sistema irracional y populista. ¿Qué opina usted?

P.C.: La democracia directa es un sistema en el que el pueblo suizo es quien lleva los pantalones. Es prácticamente el único país del mundo donde las autoridades son dirigidas por el pueblo y que en ocasiones las hace temblar. Tenemos un todopoderoso soberano que es caprichoso y a veces un poco monomaníaco: este soberano se llama pueblo suizo.

Los suizos son gente bastante modesta, pero a veces pueden decir cosas increíblemente estúpidas. El problema de la democracia directa es que a lo largo de los últimos quince años se ha convertido en un arma utilizada por manipuladores y populistas. Por ejemplo, empieza a ser aburrido tener que votar siempre sobre temas de extranjería.

swissinfo.ch: Aunque para un humorista gráfico como usted la democracia directa y los populistas deben ser temas provechosos…

P.C.: No me canso de ilustrar todos estos clichés suizos: vacas, paisajes alpinos, el armailli [tradicional vaquero alpino] y urnas electorales.

Utilizo los clichés voluntariamente, de la misma manera que los populistas. La Unión Democrática del Centro y Christoph Blocher [el hombre fuerte del partido] nos han contado una y otra vez el mismo mito durante años: el cuento alpino sobre una Suiza soberana exenta de toda responsabilidad para con el mundo, siempre sacando beneficio de todo mientras permanece en la oposición.

swissinfo.ch: Para mucha gente la democracia directa es sagrada. ¿Hay aspectos que se deberían mejorar?

P.C.: Tras la votación sobre los alminares [en 2009] hice una caricatura con la que critiqué la idea de que los votantes suizos siempre tienen razón, al dibujar un hombre que decía que la democracia directa, el derecho a la iniciativa y al referéndum y el pogromo eran sacrosantos para los suizos. Fue una gran provocación.

Si uno cree que la gente siempre tiene la razón, solo hace falta echar una mirada a la historia para comprender que de ahí resultaron abusos.

Creo que algunos asuntos no se hubieran debido someter a votación. La gente a veces acaba diciendo eso después… Esta iniciativa no cumplía tal y tal criterio… Es un gran problema.

No quiero que la democracia directa se convierta en algo que la gente utiliza para desahogarse y expresar distintos estados de ánimo. Tenemos que ser algo más precisos y rigurosos a la hora de llevar a las urnas un tema.

La mayoría no debería tener la posibilidad de discriminar o violar los derechos fundamentales. Eso puede suceder. El voto sobre los minaretes es un claro ejemplo de que la gente no votó sobre el asunto en cuestión. Votó simbólicamente sobre un sentimiento.

Otro ejemplo chocante es que los miembros de un municipio puedan decidir sobre la naturalización de sus vecinos extranjeros. Una fotografía, una docena de líneas sobre la persona y sobre si te gusta o no. Cada apellido que sonaba a origen balcánico fue rechazado. Es tan violento y estúpido. La democracia directa es a veces como un foro de Internet. Es la expresión anónima no filtrada del enfado o sentimiento ciudadanos.

swissinfo.ch: Fueron asuntos muy controvertidos, pero miles de otras votaciones tienen lugar en el escalón comunal, cantonal y nacional que no causan tanta división.

P.C.: Es fantástico ver una política en acción que no se caracteriza por una multitud de pequeños eslóganes como en Francia, sino por largos argumentos políticos como en la Suiza de habla alemana.

Me encanta ver con qué entusiasmo y aplicación los suizos debaten sobre asuntos complejos y muy técnicos. Uno puede dedicar una tarde entera a tales debates, mientras que en la vecina Francia los medios de comunicación se ocupan del presidente y su amante, y de quién dijo qué en qué mitin político.

En definitiva, es un aspecto positivo de la democracia directa: la capacidad de los suizos para entrar en debates interminables… No diría que lo hagan de forma apasionada, pero sí a veces con celo. Son buenos alumnos.

swissinfo.ch: ¿Qué impacto tendrá el atentado contra la redacción de ‘Charlie Hebdo’ en su trabajo de caricaturista?

P.C.: Seguiremos como hasta ahora. Intentaremos exorcizar la locura del mundo respecto a nuestros dibujos. Siempre trataremos de fomentar el debate y las risas. Pero en el futuro haremos esta labor con una sombra oscura sobre nuestras mentes y con un gran peso en nuestros corazones. Y para algunos habrá más inquietudes. Hemos perdido la inocencia, para siempre. 

Patrick Chappatte nació en 1967 en Pakistán. Su madre es libanesa y su padre suizo. Se crió en Singapur y Ginebra, y trabajó en Nueva York entre 1995 y 1998. Ahora vive junto con su familia a caballo entre Los Ángeles y Ginebra.

Actualmente colabora con los diarios ‘The International New York Times’, (el otrora ‘The International Herald Tribune’), ‘Le Temps’, de Ginebra, y el ‘Neue Zürcher Zeitung’ (NZZ), de Zúrich.  

Patrick Chappatte nació en 1967 en Pakistán. Su madre es libanesa y su padre suizo. Se crió en Singapur y Ginebra, y trabajó en Nueva York entre 1995 y 1998. Ahora vive junto con su familia a caballo entre Los Ángeles y Ginebra.

Actualmente colabora con los diarios ‘The International New York Times’, (el otrora ‘The International Herald Tribune’), ‘Le Temps’, de Ginebra, y el ‘Neue Zürcher Zeitung’ (NZZ), de Zúrich.

Desde 1995 se dedica al periodismo gráfico o cómico, un género periodístico que utiliza las técnicas de la novela gráfica. Sus contribuciones más recientes versan sobre la guerra en Gaza (2009), los barrios pobres de Nairobi (2010), la violencia de bandas en Centroamérica (2012) y el pop surcoreano (2013) y fueron publicadas en varios periódicos; una ha sido utilizada para un breve documental animado (2011).

Ha colaborado con caricaturistas en países en conflicto con el objetivo de promover el diálogo. Estos proyectos se llevaron a cabo principalmente en Serbia, Costa de Marfil, Líbano, Kenia y Guatemala. Chappatte también publicó 16 libros (incluidos tres de dibujos animados). En 2012 fue galardonado como primer extranjero con el premio Thomas Nast, el más prestigioso galardón en Estados Unidos, después del Pulitzer. 

Traducción del inglés: Antonio Suárez Varela

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