La participación suiza en la democratización de Bután
Helvetas fue la primera organización internacional de ayuda al desarrollo que se instaló en Bután, en 1975. Para mucha gente, el hecho de que la organización de ayuda suiza se retire ahora del país del Himalaya es un capítulo más de una historia de éxitos. Los empleados locales de Helvetas también lo creen así.
La cooperación entre Suiza y Bután comenzó con una amistad. En la década de 1940, la hija de unos industriales suizos conoció a una mujer butanesa que más tarde se convertiría en la esposa del rey.
Esa amistad llevó a la pareja de industriales suizos a Bután en 1952, donde el rey les pidió ayuda para modernizar el país. Poco después llegaban al reino budista profesionales suizos para asesorar a la población en agricultura y en la construcción de centros sanitarios.
En 1975 aquellos expertos decidieron traspasar el trabajo, cada vez más extenso, a una organización profesional. La elección recayó en la organización suiza de ayuda al desarrollo Helvetas, que ya estaba presente en el vecino Nepal.
Suiza-Bután: Una “relación especial”
Durante medio siglo Suiza ha mantenido una relación con el pequeño reino que el Ministerio suizo de Asuntos Exteriores sigue calificando de relación especial.
«Al principio, la atención se centraba sobre todo en la educación, la agricultura y la silvicultura», afirma Lionel Giron, coordinador regional de Helvetas para Nepal, Bután y Vietnam.
Los bosques siempre han desempeñado un papel especial para ese reino budista situado al borde del Himalaya. El país está cubierto en un 70% por bosques. La enorme cantidad de árboles no sólo contribuye a mantener el equilibrio climático, sino que hace de Bután un país incluso negativo en emisiones de CO2.
Además, la silvicultura sirvió también para introducir a los butaneses en la práctica de la democracia cuando el país era aún una monarquía absolutista.
Enfoque cooperativo de Bután en la gestión forestal
En 1979 el entonces rey decidió hacer más participativa la gestión forestal. Helvetas introdujo entonces el concepto de grupos forestales comunitarios, que funcionan de forma similar a una cooperativa: los bosques son gestionados por las comunidades de las aldeas; cada hogar sólo puede talar un cierto número de árboles al año. Lo que no necesitan se vende.
Los ingresos acaban en un fondo comunitario, del que los miembros pueden sacar un préstamo, por ejemplo para pagar la matrícula escolar. Cada pocos años, los beneficios se distribuyen entre los miembros de esa comunidad. Un sistema que recuerda a las cooperativas.
El concepto, que también fue apoyado por el Gobierno suizo y el Banco Mundial, sigue teniendo éxito hoy en día. Más de 600 comunidades aldeanas están organizadas en grupos forestales comunitarios.
Los grupos forestales fueron los impulsores de una democracia viva
Además de utilizar los recursos, los grupos también sirven de foros de debate para otras cuestiones, especialmente desde que comenzó la transición a la democracia. «Los grupos forestales contribuyen significativamente al desarrollo de una democracia viva», afirma Lionel Giron.
La democracia de Bután es una de las más jóvenes del mundo. Fue en 2006 cuando el rey Jigme Khesar Namgyel Wangchuck asumió el trono de manos de su padre. Al hacerlo heredó también los planes de su padre de transformar Bután en una democracia. Antes, todos los hilos se movían desde el gobierno central y, al más alto nivel, por el monarca.
La decisión a favor de una nueva forma de gobierno también tiene que ver con la filosofía butanesa de la Felicidad Nacional Bruta, que mide no sólo el progreso económico sino también la felicidad de la sociedad. Y el rey de entonces opinaba que era mejor para la felicidad de la población a largo plazo compartir el poder.
Confianza plena en el rey
Sin embargo, como señala Tashi Pem, directora para Bután de Helvetas, más democracia no era una exigencia de los aproximadamente 800.000 habitantes de Bután: «Veneraban a su rey y estaban más bien preocupados por cómo sería la situación cuando el monarca dejara de tener poder de decisión».
Como los butaneses confiaban plenamente en su gobernante, aceptaron la decisión y eligieron, por primera vez, un parlamento bicameral en 2008. Desde entonces se han celebrado cuatro elecciones parlamentarias. La última tuvo lugar a principios de 2024 y contó con una participación del 66% de la población.
Pero, ¿cómo se llega a una democratización en un país donde existe una veneración general por el rey? Aquí es donde entra Suiza. A principios de la década de 2000, la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), dependiente del Gobierno suizo, quiso abandonar Bután tras haber apoyado económicamente la mayoría de los proyectos.
En 2008, sin embargo, el Gobierno central le pidió que se quedara para acompañar el proceso de democratización. Desde entonces, este ha sido uno de los elementos centrales de las actividades de Helvetas.
Menos centralismo
“Con la introducción de la democracia el primer objetivo nuestro fue la descentralización”, explica Lionel Giron.
El proceso se inició transfiriendo ciertas tareas, que antes eran gestionadas centralmente por la capital, a los 20 dzongkhags, unidades territoriales comparables a los cantones de Suiza. Más tarde, se delegaron otras tareas a organismos de nivel inferior, a los 205 gewogs, similares a los distritos administrativos, y finalmente a los municipios. Tras la reforma de la administración se produjo la transferencia de competencias. «Invertimos mucho en formar a los funcionarios locales en buena gobernanza», explica Giron.
Suiza se retiró oficialmente en 2016. Con la descentralización del gobierno se crearon la autoridad anticorrupción y el poder judicial. Helvetas, sin embargo, no abandonó el país. “Con su larga experiencia democrática, Suiza estaba siendo tomada como modelo por Bután, especialmente en términos de cogestión social”, afirma Tashi Pem.
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Recibían el parte meteorológico por mensajería gracias a la ayuda de Suiza. ¿Y ahora qué?
En los últimos años, la organización suiza ha hecho hincapié en proyectos para fomentar la participación ciudadana, por ejemplo, mediante la creación de organizaciones comunitarias encargadas de gestionar el uso del agua, el mantenimiento de las carreteras y las ofertas turísticas.
Censura a los medios, discriminación y limitación de las organizaciones civiles
A pesar de los avances, el proceso de democratización de Bután aún no ha concluido. La censura de los medios de comunicaciónEnlace externo, por ejemplo, es objeto de críticas internacionales. El periódico más importante pertenece al Estado y no hay ninguna ley que garantice la independencia de la televisión pública.
Las minorías religiosas también sufren presiones porque el país quiere preservar su identidad como único Estado-nación budista tibetano del mundo. Además, se reprocha a Bután el escaso número de mujeres en puestos directivos.
Por otra parte, sólo hay un puñado de organizaciones de la sociedad civil que operan en el país. La mayoría actúan en nombre de la comunidad. «El gobierno quiere limitar su número porque teme que puedan ser fuente de disturbios», afirma Lionel Giron. Por eso, las autoridades dan luz verde sobre todo a las organizaciones que se ocupan de grupos de población desfavorecidos o vulnerables.
La infelicidad de la juventud
Según Giron, la mayor parte de la sociedad ya no reclama voz ni voto. La generación más joven, en cambio, lucha por una mayor autodeterminación. Pero es precisamente este segmento de la población el que abandona el país en gran número para buscar fortuna en el extranjero.
La infelicidad entre los jóvenes es muy alta, a pesar de la política de felicidad nacional bruta. Hay muchas razones para ello, como la falta de perspectivas profesionales: el desempleo juvenil es del 29%.
El periodista y activista Namgay Zam sostiene que la generación más joven quiere liberarse de las estrictas tradiciones jerárquicas de la sociedad butanesa. Además, la economía atraviesa un periodo difícil, en parte debido al turismo, que lucha por recuperarse tras la pandemia del Covid-19.
“Hemos terminado nuestro trabajo”
Aunque los retos siguen siendo enormes, Helvetas ha decidido retirarse de Bután después de 50 años. Todos los proyectos terminarán a finales de 2025. “Hemos terminado nuestro trabajo”, afirma Lionel Giron. “Bután ha hecho enormes progresos en los últimos años y nuestro apoyo ya no es indispensable”. Lo confirma el hecho de que Bután ya no se considera un país subdesarrollado, sino de renta media.
Tashi Pem y el antiguo equipo de Helvetas en Bután continuarán las actividades de la ONG suiza con su propia empresa, ‘LEAD+’. Fundada recientemente y propiedad de butaneses, la empresa pretende reforzar la sociedad civil, la gobernanza local y el turismo gestionado por la comunidad con servicios de consultoría. Para Tashi Pem, “a pesar de la nostalgia”, la retirada suiza es el último capítulo de una historia de éxito. “Retirarse significa traspasar la responsabilidad a manos locales”, concluye Tashi Pem.
Texto original editado por Benjamin von Wyl ; adaptado del alemán por J.Wolff / Carla Wolff
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