La única solución en Cataluña es el referéndum, no la estrategia del miedo
Los nacionalistas catalanes de ahora no son los de los 80 ni los de los 90. No quieren más inversiones en educación, sanidad o infraestructuras. Exigen el divorcio. Era una reivindicación minoritaria hace 10, 20 o 30 años. Ahora no lo es.
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Los políticos españoles son bastante aburridos, pero todos sabemos que alcanzan cotas de contorsionismo verbal inauditas por originales en la noche de unas elecciones. Lo ocurrido tras el escrutinio de Cataluña ha puesto ese rasgo en un nivel difícil de superar. Los que decían en el PP, PSOE y Ciudadanos que estos comicios no eran, no podían ser, un plebiscito sostienen ahora que los independentistas han perdido el plebiscito. Los nacionalistas que definían como unos traidores a CSQEP [Catalunya Sí que es Pot] (¿me he equivocado con el peor nombre imaginado nunca para una candidatura?) o Unió ahora se apresuran a sumar a sus votantes al bloque del sí o, como hace el diario Ara en su portada, a situarlos en el grupo del «Sí/No».
Sumar votos y escaños es la tarea lógica tras unas elecciones. Con ellos se forman gobiernos. Pero si la crisis ocasionada por la separación de Cataluña y España se queda en esa suma de bloques y porcentajes, demostraremos la misma ceguera que ha caracterizado a Rajoy y el PP.
La altísima participación en los comicios ha desbaratado la viga maestra sobre la que se sustentaban la mayoría de los análisis de la prensa de Madrid desde los años 80 sobre el poder de los nacionalistas catalanes en las autonómicas. Se afirmaba que su predominio político se basaba en el abstencionismo de una parte de los votantes naturales del PSC y el PP en esas citas en las urnas, que no se producía en unas generales. La cita del 27S terminó siendo completada desde Madrid también como un plebiscito, porque todo se iba a decidir en ellas. La apuesta por el frentismo fue extrema por ambos lados y la movilización, máxima. Las urnas estuvieron a la altura de tal expectación y ofrecieron una victoria clara a Junts pel Sí (JpS), que puede ser absoluta si recibe el apoyo de la CUP, en un proyecto netamente independentista.
Al igual que en Euskadi en 2001, la invocación al ahora o nunca ofreció dosis inmensas de drama y el mismo resultado que antes. Esta vez, la diferencia es mayor. JpS le ha sacado 37 escaños al segundo partido, Ciudadanos. Y no se trataba solo de elegir al partido que gobierne. Los nacionalistas catalanes de ahora no son los de los 80 ni los de los 90. No quieren más inversiones en educación, sanidad o infraestructuras. Exigen el divorcio. Era una reivindicación minoritaria hace 10, 20 o 30 años. Ahora no lo es.
La comparación de los votos y escaños de JpS con los que sacó hace años CiU o la suma de CiU y ERC tampoco tiene mucho sentido. Sí denota cómo el proyecto independentista ha desdibujado al partido de Artur Mas convirtiéndole en la pieza, quizá la más importante, de algo mucho mayor y que ya no controla por completo. El nacionalismo ya no es desde hace tiempo patrimonio exclusivo del partido de Pujol y Mas. Y la alianza de CDC y ERC ahuyenta a votantes, quizá de este último partido, que encuentran acomodo en otro igualmente independentista, la CUP.
Negar todo esto es negar la realidad y la política que se hace sobre ese supuesto tiene fecha de caducidad. Las apariencias se pueden sostener durante un tiempo, años incluso, pero no para siempre. La ley es un recurso potente con el que mantenerse, pero puede operar en ambos sentidos. Los independentistas podrían servirse de ella si se decidieran a quemar a algunas de sus figuras políticas para que fueran procesadas e inhabilitadas desde Madrid. Nos podemos imaginar el impacto que tendría esa medida en Cataluña en futuras contiendas electorales.
Los votos de JpS y la CUP no han alcanzado ni superado el 50%. Se han quedado muy cerca, en el 48%. La alta participación elimina cualquier apelación a la fantasmal «mayoría silenciosa» con la que fundamentar el frente del ‘no’. Si es verdad, como titula ‘El Mundo’ que «el independentismo no convence a la mitad de los votantes catalanes», también se puede decir lo contrario. La idea de formar parte de una comunidad junto al resto de los españoles, con los derechos y obligaciones subsiguientes, no convence a la otra mitad de los ciudadanos de Cataluña.
Si España, como Estado y comunidad de ciudadanos, solo puede ofrecer a los catalanes el ‘no’, el ‘no’ a España en Cataluña continuará creciendo hasta ser mayoritario en toda medición que se utilice. Tardará más tiempo de lo que creen Mas o Junqueras, pero llegará ese momento. Hasta los medios de Madrid han ofrecido múltiples testimonios de catalanes que no pueden ser definidos como nacionalistas, pero que apuestan por la separación. No ha sucedido ese fenómeno por el discurso típicamente nacionalista de sus líderes, sino por la respuesta que creen haber percibido en las instituciones españolas.
Quizá esa respuesta sea diferente a partir de las elecciones de diciembre. Nadie puede estar seguro de eso. Lo que sí está bastante claro es que cualquier idea de cambios profundos en el sistema político español será imposible sin Cataluña. La idea de que su independencia provocará tal shock en España que hará posible reformas estructurales ahora impensables es un cuento de hadas. Lo más probable es que ocurra lo contrario.
Por tanto, hay un margen para la duda y la esperanza que durará unos meses, quizá un año. A partir de ahí, la confrontación será completa y llevará ventaja aquel que tenga un proyecto nuevo, ilusionante y distinto. El bando de más lo mismo lo tendrá muy complicado.
Punto de vista
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Los independentistas necesitan un referéndum. Los que quieren seguir contando con los catalanes en la construcción de este país, también. No se puede mantener recluidos en una especie de prisión a los ciudadanos de una comunidad. Se puede hacer con una cierta facilidad en las dictaduras durante años y décadas, no en una democracia, en la que las leyes, por definición, no son sagradas, porque siempre se pueden cambiar en el Parlamento. Es un referéndum que se puede ganar en favor de la permanencia de Cataluña en España sin apelaciones al pasado y sí con una propuesta convincente para el futuro, y que la actual correlación de fuerzas en el Parlamento y en la calle ha convertido en imprescindible.
Eso que algunos llaman el pacto constitucional se ha hecho pedazos en Cataluña y no se va a poder recomponer juntando las piezas que han caído al suelo. La estrategia del miedo ha fracasado allí. Es hora de encontrar sentimientos más positivos y que cuenten con el apoyo expreso de los ciudadanos de esa comunidad.
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“Si España fuera como Suiza, habría pocos independentistas”
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El politólogo catalán Jaume López está convencido de que no habría intención secesionista si existiera en España un modelo federalista y de democracia directa semejante al de Suiza.
Entrevista con el autor del libro ‘La independencia de Cataluña explicada a mis amigos españoles’.
swissinfo.ch: Aunque inconstitucional, defiende, como politólogo y activista, abrir brecha a la independencia catalana…
Jaume López: Soy politólogo y profesor de Ciencia Política. Soy ciudadano catalán, con compromisos políticos, y por ello, vale la pena que sean explícitos: defiendo la independencia desde hace algunos años. Por mucho tiempo me incliné por el federalismo en España, pero me he dado cuenta que esa defensa choca contra un muro.
La independencia va a ser difícil, pero nadie me ha demostrado que no pueda producirse. Fui activista en la Plataforma por el Derecho a Decidir; uno de los pocos politólogos allí, por lo tanto, mis convicciones teóricas fueron bastante escuchadas. Mi activismo fue sobre todo hace 8 años; ahora no estoy en primera línea del movimiento social.
swissinfo.ch: ¿Cómo medir el deseo secesionista en elecciones parlamentarias?
J. L: En estas elecciones que nos tocan como comunidad autónoma, los partidos pueden incluir un punto común en referencia a su posición sobre la independencia de Cataluña. “Si nos votan, iniciaremos el proceso de independencia”, podrían indicar. Así, en su programa electoral, cada partido puede señalar de modo explícito su posición sobre la creación de un Estado catalán. Si el resultado electoral apoyara a los políticos independentistas, estos tendrían un mandato democrático a cumplir.
swissinfo.ch: Muchos se indignan o se ríen en España de esta pretensión, sin bases jurídicas que la sostengan. ¿Por qué insistir en estos pasos ilegales?
J. L.: Hemos hecho lo posible para que todas nuestras demandas, empezando por la consulta del 9 de noviembre, cumpliesen los requisitos del marco jurídico español, pero el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional la ley que permitía organizar referéndums locales, aprobada por el Parlamento de Cataluña. Los políticos catalanes, diputados y gobierno, no pueden cambiar ese marco jurídico, pero hay que hacerlo. Es una tarea del Parlamento español.
Así que, o seguimos las actuales reglas del juego, que no nos parecen neutras, o en algún momento nos saltamos la legalidad. Creo que cada vez está más asumido por la ciudadanía catalana que el proceso va a tener que romper con la legalidad española, o incluso la legalidad internacional. Si se hacen las cosas democráticamente, pacíficamente, con transparencia, sobre todo con un mandato popular, a mi modo de ver, es democrático, aunque sea inconstitucional, porque no se ha conseguido cambiar la Carta Magna de España.
Recordemos que la Corte Internacional de Justicia de La Haya, cuando expresó su dictamen de Kosovo, de modo indirecto pero claro, distinguió entre la legalidad constitucional y la legitimidad internacional. Reconocía que la independencia de Kosovo era inconstitucional para el Estado de Serbia, y pese a ello no la consideraba ilegal o ilegítima. Si la Constitución serbia no incluía esa posibilidad, era obvio que era inconstitucional, pero podía ser legítima a nivel internacional.
swissinfo.ch: Pero el caso de Kosovo no tiene semejanza con el catalán. Tampoco se han dado las condiciones que obtuvieron Quebec y Escocia.
J.L.: Defiendo la singularidad del caso catalán. Vetado el camino plebiscitario, el gobierno de Cataluña continúa adelante con un proceso democrático para que sus ciudadanos expresen si quieren formar parte de España o no, en contra del Estado; y esto no tiene precedentes.
Concretamente se busca en las urnas claridad del apoyo a la demanda independentista. Y si la mayoría del pueblo catalán la respaldara, podría iniciarse el proceso, con la observación del resto de Europa.
swissinfo.ch: Muchos en España reirán de esas convicciones, sin marco legal y sin voluntad política en Madrid para abrir vías constitucionales al reclamo catalán. ¿Aun así vale la pena mantener en pie las elecciones “plebiscitarias”?
J.L.: Sí. Aunque saliera un ‘no’ al camino independentista, yo creo que habría valido la pena este esfuerzo para el reconocimiento de la plurinacionalidad en España.
Recordemos que vivimos es un reino que también fue unido, pero después fue unificado. En la Guerra de Secesión hace 300 años Cataluña fue invadida por las tropas castellano-francesas, para formar parte de esta monarquía borbónica que hoy tenemos.
Cataluña también es una minoría permanente en el conjunto de España, si queremos hablar en términos estrictamente democráticos. Y hay que dar respuesta democrática a este problema de cómo pueden vivir de acuerdo con sus preferencias y sus voluntades aquellos que son y serán siempre una minoría en España. Si bien la democracia es la mejor forma de gobierno, tiene que complementarse; de lo contrario esas minorías pueden plantearse si esa democracia les sirve.
swissinfo.ch: Ha defendido cambios en el status quo español, como el federalismo y nuevos engranajes de la democracia representativa con la directa. ¿El modelo de Suiza ha estado en su cabeza?
J.L.: Yo siempre he tenido como uno de los modelos a seguir a Suiza, en muchos sentidos, o prácticamente en todos: en la neutralidad, en el federalismo y en la democracia directa. Creo que serían las tres bases sobre las cuales tendríamos que transformar a España, si fuera posible, para convertirla en una confederación, o, como mínimo, en una federación.
Estoy convencido de que si estos principios que funcionan en Suiza fueran de aplicación real en España no habría movimiento independentista, o sería absolutamente minoritario, por parte de aquellos que consideran que históricamente Cataluña se merece un Estado y que, por tanto, esa demanda es plausible, porque viene de siglos atrás.
Si España fuera como Suiza, habría pocos catalanes independentistas.
swissinfo.ch: Diversos movimientos sociales en España reivindican la introducción de herramientas de la democracia directa. Los independentistas catalanes, sin duda...
J.L.: Cuando pensamos en una Cataluña posible, sin los límites que plantea la Constitución española, nos podemos imaginar y pensar en el modelo suizo de democracia directa para aplicar en Cataluña. Es decir, aplicar todos los mecanismos de corrección o complementariedad a la democracia representativa que funcionan en Suiza.
En diversos planteamientos, en ciertos borradores que se han presentado a los políticos, y en los que también he contribuido, se defiende que la constitución catalana, si es que llegara a existir, debería incluir tres tipos de llamados a las urnas, cercanos a Suiza: el referéndum mandatorio (que sí está incluido en la Constitución española en algunos casos), pero también el opcional, y la iniciativa ciudadana. Y siguiendo la experiencia de algunos Estados americanos, el referéndum revocatorio.
Proceso soberanista
El 27 de septiembre es la fecha anunciada para realizar las elecciones parlamentarias en la comunidad autónoma. La Generalitat adelantó la cita año y medio, en pleno derecho de hacerlo. La reprobación se debe a las intenciones de hacer de esas elecciones un “plebiscito secesionista”.
De aquí a la fecha prevista para esas elecciones anticipadas, se espera mayor confrontación entre las administraciones del Estado español y de la autonomía catalana.
El presidente Artur Mas viajó en abril a Estados Unidos para explicar el deseo secesionista catalán. También publicó opiniones en diarios extranjeros sobre el deseo independentista de la autonomía que gobierna, lo que provocó severas críticas por parte de Madrid y de los medios de comunicación con sede en la capital española.
Por otra parte, otras figuras en favor del independentismo apuntan a un proceso constituyente catalán que se comprometa a celebrar el deseado referéndum sobre la independencia en 2016.
Cataluña
Comunidad autónoma española, según la Constitución española de 1978.
Se aprobó un nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña en 1979, con el que se recuperó el uso oficial del idioma catalán, junto con el castellano y el occitano (en su variante aranesa), a partir de 2006.
Cataluña se considera como nacionalidad histórica. Término usado para designar a aquellas comunidades autónomas con una identidad colectiva, lingüística o cultural diferenciada del resto de España.
Su territorio, de 32.000 km2 se encuentra al nordeste de la península ibérica, y limita con Francia.
Población: 7.5 millones aprox.
Cataluña está formada por las provincias de Barcelona, Gerona, Lérida y Tarragona.
Capital: La ciudad de Barcelona
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