Necesitamos otro tipo de “guerra contra el terrorismo”
Con la Navidad en puertas, la gente anhela paz y comunión. En muchos puestos de trabajo, los empleados se reúnen para celebrar las fiestas de fin de año, como lo hacían los del Centro Nacional Inland de San Bernardino (California), cuando fueron sorprendidos por un empleado del Departamento Local de Salud Pública quien, junto con su mujer, mató a 14 personas e hirió a otras 21 el pasado 2 de diciembre.
Ese miércoles, yo recorría las carreteras aledañas a Los Ángeles junto con mi colega periodista Joe Mathews (editor de Innovación en el Zocalo Public SquareEnlace externo). Estaba a punto de reunirme con el jefe del Departamento de Empoderamiento de Los ÁngelesEnlace externo, una oficina que coordina los 96 consejos vecinales de esta ciudad, y nuestro objetivo era charlar sobre las oportunidades y limitaciones que supone una democracia local sólida.
Lo sucedido fue para mí una instantánea que replica lo que pasa en el mundo: se aúnan esfuerzos para lograr democracias cada vez más consolidadas, y al mismo tiempo observamos cómo nuestros logros, y la libertad misma, son abatidos por ataques terroristas y por las reacciones que estos provocan en los dirigentes gubernamentales.
Vivimos en un mundo en el que la lucha por el poder y el control alcanzan niveles dramáticos y en el que observamos terribles acciones unilaterales, tanto de los grupos terroristas como de los principales líderes mundiales. Paradójicamente, el mundo también realiza grandes esfuerzos para consolidar el poder del pueblo en los distintos niveles de gobierno.
La política del miedo
A finales de la semana pasada, tras la masacre de San Bernardino (y de otros ataques similares registrados recientemente en el norte de África y Oriente Medio), el presidente estadounidense, Barack Obama; el primer ministro británico, David Cameron; el presidente francés, François Hollande y jefe de Estado ruso, Vladimir Putin, anunciaron una nueva campaña de bombardeos en contra Dáesh (también conocido como Estado Islámico de Irak y el Levante o EIIL).
Hay quienes utilizan el tiroteo de California como argumento para pedir que se limite la acogida de víctimas de otros actos de violencia y contraviolencia, de refugiados que buscan, ante todo, un lugar seguro donde vivir. Sin quererlo, la estrategia del EILL para diseminar el miedo también ha facilitado las victorias electorales de fuerzas políticas xenófobas y ha sido tierra fértil para el avance de partidos como el Frente Nacional en Francia.
En medio de la complejidad de este contexto, se celebró la conferencia Por la genteEnlace externo, que durante tres días reunió en las aulas de la Universidad Estatal de Arizona (ASU) a más de 200 líderes comunitarios, funcionarios electorales, académicos y expertos de todo el mundo.
El objetivo común del congreso era hablar sobre democracia participativa, pero ahí se cuestionó también con insistencia la constante y arriesgada política que ejercen los principales líderes mundiales para contrarrestar los ataques terroristas que perpetran algunos grupos religiosos extremistas.
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“El buen ciudadano se forja en casa y en el aula”
Para Jonathan Koppell, decano del College of Public Service and Community de ASUEnlace externo y experto en Soluciones de Servicio Público y de la Comunidad, “lo que se necesita hoy es un mayor compromiso para fortalecer nuestras democracias, ya que cada vez hay más gente que no cree en los gobiernos ni confía en que las democracias son buenas”.
La promesa de la ciudadanía
Durante el congreso organizado por la ASU se habló de temas como los principios universales, los procedimientos a través de los cuales se ejerce la democracia y sus prácticas modernas, y también se pusieron sobre la mesa los problemas vinculados al ejercicio de la democracia participativa, el compromiso cívico y la educación ciudadana.
En estos tres ámbitos, fomentados y apoyados por una ciudadanía cada vez más activa y comprometida, expertos comunitarios de distintas latitudes hablaron sobre el trabajo que realizan y los resultados significativos que obtienen en sus países.
Los casos relatados en la conferencia de la ASU ofrecieron una amplia visión sobre la forma en la que funcionan experiencias que van desde los presupuestos participativos en Transilvania hasta la nueva legislación democrática de Colombia o el llamado estado del arte en Groenlandia.
Sin embargo, también quedó claro que muchos de los actores que promueven la democracia participativa son aún casos aislados que se concentran exclusivamente en sus programas académicos, proyectos tecnológicos o movimientos sociales de alcance limitado. Esto contribuye a que no exista una presión real sobre la clase política y que la opinión pública no esté suficientemente informada sobre los esfuerzos que se realizan.
Y hay otro asincronismo destacable cuando se debate sobre la democratización de la democracia: mientras algunos jugadores poderosos construyen una agenda que está encabezada por los conflictos y que infunde el temor, hay otros –y entre ellos buena parte de los participantes en la conferencia de Arizona– que tiende a evitar la confrontación, los mensajes directos y las estrategias políticas, optando más bien por mantenerse en su zona de confort.
Gente responsable en el terreno
Por esta razón, pese a las buenas intenciones y las amplias competencias que mostraron los participantes en la conferencia de la ASU, está claro que aún existe un largo trecho por andar para conseguir un nivel de participación capaz de contrarrestar las malas noticias que se generan alrededor del mundo.
Punto de vista
swissinfo.ch reúne en esta columna una selección de textos escritos por personas ajenas a la redacción. En ella publicamos los puntos de vista de expertos, líderes de opinión y observadores sobre temas de interés en Suiza con el fin de alimentar el debate.
En esta desafortunada dinámica se incluyen las elecciones y los referéndums recientes en los que los presidentes en funciones intentan mantener el poder a toda costa, a pesar de los límites que les imponen sus Constituciones, como ha sucedido en Armenia, Ecuador o Burundi.
Felizmente –también hay que decirlo–, existen otros ejemplos que hacen contrapeso, como los de Burkina Faso, Tanzania, Birmania (Myanmar) o India, donde el poder de la gente ha prevalecido. Cada vez se aúnan más esfuerzos para incorporar procedimientos de participación ciudadana en los gobiernos locales, regionales y nacionales del mundo.
Y es a través de esta otra “guerra contra el terrorismo” que todos ganaremos en el futuro. Los avances no se darán a través de las órdenes que emiten los líderes, sino gracias al trabajo de ciudadanos responsables, familias, asociaciones, pueblos y lugares de trabajo, y al esfuerzo de quienes están dispuestos a involucrarse y votar.
Las opiniones vertidas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente las de swissinfo.ch
Traducción del inglés: Andrea Ornelas
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