Sobre perros y amos
“Vivo en un país donde se celebra un referéndum cada tres meses. Vengo de un país donde un referéndum ni siquiera puede plantearse. Ambos dicen ser una Democracia, el gobierno del pueblo. En Suiza la democracia es directa; en España, representativa”, escribe Mónica Subietas. Así vivió la escritora y periodista catalana el 1-O, el referéndum de independencia en Catalunya.
Es difícil saber de qué ha muerto una persona cuando el cadáver aún está caliente, por eso se deja transcurrir un tiempo antes de hacer una autopsia. Han pasado 24 horas desde los lamentables sucesos en Catalunya y hoy me atrevo, aunque todavía afectada, a escribir sobre ello. Ayer me sentía incapaz. Es difícil mantenerse ecuánime cuando la policía, pagada por todos los ciudadanos para protegernos, se pone a aporrear a tus amigos y familiares. Se supone que el perro no debe morder la mano de quien le da de comer (dicho sin ánimo de ofender; es solo un refrán).
Vivo en un país donde se celebra un referéndum cada tres meses. Vengo de un país donde un referéndum ni siquiera puede plantearse. Ambos dicen ser una Democracia, el gobierno del pueblo. En Suiza la democracia es directa; en España, representativa. Cada cuatro años escogemos a unos diputados (en listas cerradas) para que ellos elijan al Gobierno que nos representará, aunque tras ejercer nuestro derecho a voto no dispongamos de instrumento alguno para controlar a ninguno de ellos. La prueba está en que una parte del pueblo ha decidido movilizarse y ha sido castigado, una parte del pueblo que sigue siendo español hasta que se declare independiente. Es decir: que el Gobierno ha actuado contra el pueblo que le escogió para que representase sus intereses. De nuevo, es como el perro que muerde la mano de su amo.
Las consecuencias de esto son imprevisibles. Pasado el 1 de octubre, la fractura social es un hecho, dicen algunos. Sin embargo, las concentraciones de protesta en toda España contra el abuso de fuerza cometido en Catalunya demuestran lo contrario. En las colas de ayer frente a las urnas había partidarios del sí, pero también del no a la independencia. No obstante, esto sucede a nivel de calle. En las altas esferas, ambas partes en conflicto mantienen sus posiciones sin dejar un resquicio a la negociación. Estamos donde estamos porque quienes hemos escogido para que nos representen no han sido capaces de sentarse a negociar. No han hecho su trabajo y continúan sin hacerlo. Prueba de ello es que tanto en Catalunya como en España se han repetido las elecciones varias veces en pocos años, porque quienes están al mando no saben o no quieren negociar y solo aceptan gobiernos todopoderosos en los que puedan hacer y deshacer a su antojo.
Por ello, si nada cambia, el siguiente paso va a ser la declaración unilateral de independencia por un lado y la aplicación del artículo 155 –es decir, la suspensión de la Autonomía– por el otro. ¿Y después? No quiero imaginarlo.
El referéndum no era legal y jamás se debería haber planteado de ese modo, sin crear un marco legal previo que lo amparase. El Govern no debería jugar con las ilusiones legítimas de una parte de su pueblo si no están construidas sobre una base sólida e igualmente legítima, no sobre interpretaciones y posibilidades. Hace dos años lo llamaron consulta, esta vez lo llamaron referéndum. El caso es que dos millones de catalanes (puede que más la segunda vez) han votado dos veces para nada, porque un referéndum de secesión no es legal en el marco jurídico-constitucional actual. En Catalunya también escogemos en listas cerradas a los diputados que elegirán al Govern que debe representarnos. A todos los catalanes, no a una parte de nosotros. Por ello el Govern es igualmente responsable de la situación en la que nos encontramos.
Tampoco es legal aporrear a gente con los brazos en alto y cuya única arma son papeletas electorales impresas en casa. En cambio, no existe ninguna disposición legal que impida la exaltación del fascismo, por eso la gente puede cantar el ‘Cara al sol’ [himno de la Falange] con total impunidad (excepto en Aragón). La interpretación resulta demasiado fácil: un país en el que los adolescentes pueden aprender y cantar en público el himno de una dictadura que no han vivido, es un país que no ha pasado página. Sí es legal, en cambio, el derecho a movilizarse de manera pacífica, y ese derecho no se ha respetado. En absoluto.
Llevo casi diez años viviendo en Suiza y este año he votado por primera vez aquí. La democracia es una gran responsabilidad cuando te preguntan directamente sobre asuntos que afectan a tu ciudad, a tu región y a todo tu país. Cuando te preguntan y debes responder a dónde quieres que vayan los impuestos que pagas. Puedo asegurar que es muy satisfactorio saber que tu opinión se tiene en cuenta y que es imprescindible para decidir.
Me atrevo a invitar a catalanes, gallegos, vascos, murcianos, andaluces, cántabros, a los ciudadanos de todas las comunidades autónomas a tomar esa responsabilidad. La única manera de salir de este conflicto es exigir una reforma constitucional que ponga esa responsabilidad en manos de la gente, para que podamos evitar la manipulación y el abuso por parte de Gobierno y Govern. Porque nosotros pagamos la comida del perro con nuestros impuestos, y de nosotros depende evitar que pueda mordernos la mano.
Finalmente, me gustaría compartir una frase que aprendí hace muchos años en la facultad de Periodismo: “El exceso de información provoca desinformación”. En este conflicto, como en muchos otros, las redes sociales están siendo un caladero de información falsa. Sin embargo, la culpa no es suya. Si la gente recurre a las redes es porque no tiene fuentes de información fiables.
Parte de la culpa de la situación en la que nos encontramos la tiene también, sin duda, la actitud irresponsable de los medios de comunicación.
La información objetiva no es inmediata, no se encuentra detrás de un ‘clickbait’ ni se puede desarrollar en 140 caracteres. Los periódicos se deben a sus lectores, las radios a sus oyentes, las televisiones a sus telespectadores. Porque sin un emisor y un receptor, puede haber mensaje pero no hay comunicación.
Ayer en Catalunya se hizo patente que la Democracia no puede ser tal sin que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial funcionen de manera independiente. Por la misma razón, una democracia tampoco puede funcionar sin una prensa libre que informe sin partidismos. La información solía ser el cuarto poder y debe volver a serlo, pues solo con la ayuda de una prensa objetiva podremos evitar que los perros puedan creerse nuestros amos.
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