Cómo (mal)interpretar la democracia directa suiza
Soy ciudadano suizo, resido en la Unión Europea y ocupo un cargo con poderes ejecutivos, aunque muy limitados, en una ciudad sueca. Y desde hace décadas desempeño un papel activo en el debate mundial sobre democracia. Hasta ahora, la opinión pública ha tendido a interpretar erróneamente las promesas y riesgos del poder participativo del pueblo, tal y como lo ha experimentado y llevado a cabo Suiza. Pero esto debería cambiar, ya que la democracia directa suiza ofrece ejemplos muy alentadores para hacer más democrática la democracia en el siglo XXI.
Vayamos con los principales malentendidos. En primer lugar, muchos de esos equívocos son culpa de los propios suizos. Hace unos años, las autoridades suizas invitaron a políticos extranjeros a experimentar la ‘auténtica’ democracia directa, invitándoles a asistir a una concentración en las montañas, conocida como ‘Landsgemeinde’. Estas asambleas populares son anteriores a la democracia moderna –basada en derechos humanos, delegación de poderes y elecciones- y tienen todavía lugar en algunos pequeños cantones suizos.
En una de esas excursiones folclóricas, el embajador de Polonia me dijo: “Ahora comprendo por qué mi país no podrá tener nunca democracia directa. Sencillamente porque en mi país no tenemos montañas tan hermosas… ni vinos blancos tan excelentes”.
Durante una soleada jornada pasada en Glarus, el diplomático y sus colegas habían disfrutado bastante de esto último y se sentían poco inclinados a seguir mis explicaciones sobre lo poco que tenía que ver la actual democracia directa en Suiza con las ‘Landsgemeinde’ medievales, y que por el contrario estaba mucho más relacionada con el desarrollo y la implementación de ideas básicas de la Revolución Francesa, como devolver la soberanía al pueblo a través del ejercicio de la iniciativa y el referéndum, y el uso de tecnologías modernas como el voto electrónico.
Otro equívoco muy común procede del frecuente error de valorar una herramienta democrática en función de resultados aislados de un proceso de consulta. Dependiendo del particular punto de vista político, las opiniones vertidas pueden dar resultados muy positivos o muy negativos, como han demostrado algunas de las últimas votaciones en Suiza. Baste recordar el ‘sí’ a la prohibición de levantar nuevos minaretes o a recortar los salarios de los ejecutivos, y el ‘no’ a la adquisición de nuevos aviones de combate.
Sin embargo, este espigueo de resultados positivos o negativos no tiene en cuenta la importancia ni el impacto a largo plazo de un sistema político en el que los ciudadanos participan más allá del día de las elecciones.
Finalmente está el equívoco consistente en rebajar la importancia de la práctica de la democracia directa en Suiza basándose en el reducido tamaño del país. Esto es típico de los trabajos académicos sobre la materia, en los que los datos suizos se desechan por considerarlos un caso único y no representativo.
Bruno Kaufmann
Bruno Kaufmann, de origen suizo, es presidente del ‘Democracy Council and ElectionCommission’ de Falun, Suecia; presidente del Instituto Europeo de la Iniciativa y el ReferéndumEnlace externo (IRI, un laboratorio de ideas transnacional) y copresidente del Foro Global sobre Democracia Directa ModernaEnlace externo. Es corresponsal para el norte de Europa de la Radio SRF del ente público suizo SRG SSR y redactor jefe de people2power.infoEnlace externo, una plataforma de democracia directa creada y albergada por www.swissinfo.ch.
Y una vez más, los propios suizos no son inmunes a equívocos tan poco afortunados; de ahí que al subrayar la “unicidad” de su enfoque democrático contribuyan algunas veces a hacer más confuso aún el debate sobre las opciones y los límites de la democracia directa moderna.
Pero el mundo ha cambiado. Los principales instrumentos de la democracia directa moderna –como los procedimientos de iniciativa y el referéndum– se han convertido en rasgos universales. Así lo demuestra el hecho de que más de un centenar de países de todo el mundo haya incluido en los últimos años en sus constituciones nacionales una u otra forma de estos procedimientos. La Unión Europea lo introdujo también en 2012 mediante la Iniciativa Ciudadana Europea. Se trata del primer proceso de democracia directa a escala transnacional, que incluso contempla la recogida de firmas por Internet.
¿Cuáles son entonces los principales elementos que nos llevan a entender por qué la democracia suiza es tan moderna y –de alguna forma– tan universal?
En primer lugar, el debate. Desde sus orígenes en la antigua Grecia, las democracias robustas han permitido que los ciudadanos discutan y debatan los temas antes de tomar decisiones. En el caso suizo, este hecho viene subrayado por la facilidad de acceso a las instituciones políticas del país y por un proceso de toma de decisiones que tiene por objeto apoyar –y no evitar– el debate político.
Pongamos un ejemplo: las iniciativas ciudadanas a escala nacional rara vez triunfan en las urnas. Sin embargo, pueden crear compromisos estables basados en largos y amplios debates sobre esas cuestiones. Poner más obstáculos exigiendo más firmas para que una iniciativa sea válida, como se ha defendido en este sitio, iría claramente contra esas ventajas, y, afortunadamente, tiene pocas posibilidades de ser llevado a la práctica con éxito. Por el contrario, el mundo debería aprender del diseño cooperativo de las instituciones políticas suizas, que no ofrecen revoluciones estruendosas, sino evolución continua.
En segundo lugar, la práctica. Los ciudadanos suizos son continuamente invitados a debatir temas comunes y a tomar decisiones. Y participan voluntariamente. Ocho de cada diez ciudadanos suizos participan al menos una vez al año en una votación popular, mientras muchos se abstienen conscientemente de votar sobre temas con los que no se sienten familiarizados. Estos datos contradicen el análisis superficial basado en niveles promedios de participación en referendos o elecciones. Además, la constante invitación a una ciudadanía activa y a una democracia participativa contrasta notablemente con la tendencia de imponer procesos de referéndum desde ‘arriba’, en los que los representantes elegidos juegan con dejar que la gente tome decisiones, pero abren la puerta a toda clase de manipulaciones.
Punto de vista
swissinfo.ch reúne en esta columna una selección de textos escritos por personas ajenas a la redacción. En ella publicamos los puntos de vista de expertos, líderes de opinión y observadores sobre temas de interés en Suiza con el fin de alimentar el debate.
Y por último, Suiza no inventó la democracia directa. Al contrario: más bien Suiza fue inventada por la democracia directa. Las ideas básicas que se esconden tras tener voz en las elecciones, las iniciativas y los referendos son mucho más universales y se remontan a las Revoluciones Francesa y Americana del siglo XVIII. En Suiza, esas ideas cayeron en tierra fértil y pudieron ser desarrolladas y ampliadas paso a paso.
Al mismo tiempo, esto explica también los límites de la actual práctica política en Suiza, incluyendo el problema de la integración interna y externa: ampliar el derecho de voto a nuevos residentes y reconciliar la democracia participativa con una asociación activa a la Unión Europea. El fracaso en comprender esto puede explicar también el por qué la democracia suiza tiene tantos déficits estructurales cuando hablamos, por ejemplo, de transparencia financiera o de educación política.
Sin embargo, todo el mundo se beneficiaría de una mejor comprensión de las ventajas que ofrece la democracia directa suiza. Y los propios suizos deberían ser mucho más conscientes y cuidadosos con lo que probablemente es su mejor recurso: una soberanía popular viva.
Traducción del inglés: José M. Wolff
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.