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Suiza – una democracia de dos velocidades

Suiza es una democracia solo al 75%

Trozos de queso Emmental en forma de montaña
Si representáramos la integración política como un queso, Suiza sería un parmesano duro y seco y Suecia, con su sistema especialmente permeable, un Emmental de agujeros. Keystone/Georg Hochmuth

Las personas que disponen del pasaporte suizo disfrutan de unos derechos de participación política difícilmente superables en ningún otro lugar del mundo. Sin embargo, en nuestro país esos derechos solo los tienen tres de cada cuatro ciudadanos. En otras palabras, el 25% de las personas que viven y pagan sus impuestos en Suiza están condenadas al silencio político. Los expertos advierten de un déficit democrático.

Este artículo forma parte de #DearDemocracy, la plataforma swissinfo.ch sobre democracia directa. Aquí, además de los periodistas del equipo editorial, se expresan también autores externos. Sus opiniones no se corresponden necesariamente con las de swissinfo.ch.

La inclusión política puede ser cualquier cosa menos una tontería. En las distintas clasificaciones internacionales sobre democracia, la falta de integración es uno de los motivos por los que Suiza no ocupa el primer puesto absoluto.

Si representáramos la integración política como un queso, Suecia sería entonces el Emmental de agujeros, ya que ese país escandinavo dispone de un sistema de integración especialmente permeable. Daneses, finlandeses, islandeses o noruegos pueden solicitar la nacionalidad sueca solo después de dos años. El resto tiene que esperar cinco años como máximo.

Suiza, inventor del queso Emmental, sería en esta comparación una especie de parmesano curado. Las extranjeras y extranjeros que quieran integrarse políticamente en Suiza, –y que no sean deportistas de élite, porque en ese caso se han previsto procedimientos acelerados–, deben armarse de paciencia. Para obtener la nacionalidad es también muy conveniente disponer de un saldo de cuenta bancaria con al menos siete dígitos.

Sin pasaporte rojo no hay participación política

Una política de integración tan estricta, con sus innumerables y graves obstáculos, tiene el efecto de que haya una proporción considerable de extranjeros que ha vivido en Suiza durante mucho tiempo pero que rechaza la adquisición de la ciudadanía suiza y con ello el derecho a participar en el juego político. Al final y por distintas razones, uno de cada cuatro adultos residentes en Suiza no dispone de un pasaporte rojo y por lo tanto no disfruta de ninguno de los principales derechos políticos.

Un país, 26 regímenes diferentes

En efecto, en Suiza hay grandes diferencias regionales en lo que respecta a la inclusión de la población residente extranjera y, consecuente con el espíritu del federalismo, se dan simultáneamente diferentes regímenes de integración.

El proyecto de investigación nccr – on the moveEnlace externo, impulsado por la Universidad de Neuchâtel, ha analizado en detalle estas diferencias cantonales, comparándolas a escala de toda la Confederación. Sobre la base de un indicador basado en diversos factores, los investigadores han comparado no solo los sistemas de nacionalización sino también los derechos de participación política de los extranjeros, así como los de los suizos en el extranjero.

Más liberales en la Suiza occidental

Con respecto al sistema de naturalización, existen grandes diferencias entre los cantones rurales de la Suiza alemana y meridional, por un lado, y los cantones protestantes y urbanos del norte y de la Suiza occidental, por el otro.

Es posible obtener un patrón aún más claro si comparamos las posibilidades de participación política de los extranjeros. Los cantones de expresión francesa son comparativamente más liberales, y en especial Neuchâtel. De los demás cantones, solo contemplan derechos de participación política a los extranjeros Basilea Ciudad, Grisones y Appenzell Rodas Exteriores. El resto no ha querido hasta ahora saber nada del derecho de voto de los extranjeros.

Por supuesto, estamos hablando de participación política a escala cantonal. A nivel nacional solo pueden participar, como se ha indicado anteriormente, los que dispongan de un pasaporte rojo.

Contenido externo

Suiza y Suecia no son exactamente el mismo país

De hecho, el gráfico anterior reproduce solo la mitad de la verdad. Una cosa es la teoría, el derecho abstracto a la codecisión. Ahora bien, que las personas hagan luego uso de ese derecho es otra cuestión.

Un indicadorEnlace externo desarrollado en la Universidad de Lucerna compara las diferentes democracias europeas teniendo en cuenta la inclusión real de los inmigrantes. No es de extrañar que el campeón europeo en materia de integración de extranjeros sea Suecia. Suiza se encuentra en el otro extremo de la clasificación, solo por encima de Chipre, que ocupa el último lugar.

Suiza, una isla republicana en el corazón de Europa

Por supuesto, no es ninguna casualidad. La estricta y conocida política suiza de extranjería se explica en gran medida por la historia y el concepto de Estado. Suiza es una república y, probablemente, la más republicana de todas las repúblicas. Una característica fundamental del republicanismo es tener una clara definición de lo que es pueblo.

Derecho de sufragio para los extranjeros

El derecho de voto de los extranjeros es uno de los temas políticos favoritos de la democracia suiza. A escala nacional es una causa perdida. Pero en los cantones hay cierto dinamismo. He aquí los hechos más recientes:

En 2014, el electorado de Schaffhausen rechazó la solicitud con un abrumador 85%. Sorprendentemente, en 2015 el laboratorio de ideas Avenir Suisse rompió una lanza a favor del “derecho de sufragio pasivo para los extranjeros activos” a escala local. En el parlamento cantonal de Berna también se hizo un intento en una dirección similar, pero fue nuevamente rechazada. En el cantón de Solothurn, el derecho de sufragio de los extranjeros vuelve a estar en la agenda política. Después de que el año pasado el parlamento cantonal rechazara la ampliación, una coalición de partidos de la izquierda ha recogido la iniciativa para volver a intentarlo.

Por tanto, se define nítidamente quién pertenece al Estado y quién no. Y si se pertenece, se disfruta como ciudadano soberano del derecho a participar y decidir en cuestiones políticas de gran alcance. De este modo, el ciudadano republicano es algo más que un simple ciudadano, porque él mismo forma parte del Estado en calidad de gobernado y cogobernante. Esta comprensión exclusivista, e incluso hegemónica, de los derechos civiles explica también la tardía introducción en Suiza del derecho de sufragio femenino, en 1971. Hasta entonces, los ciudadanos varones consideraron que las mujeres no debían “pertenecer” al Estado.

Impuestos sí, participación política no

Pero todo esto tiene también sus inconvenientes. Porque aquellos que no pertenecen al pueblo tienen poco o –en la mayor parte de Suiza– nada en lo que participar políticamente. No obstante, el extranjero paga impuestos como su vecino suizo.

Pero cuando se trata de regular los asuntos públicos no se le pide opinión. Esto se traduce en un déficit democrático, ya que uno de los principios fundamentales de un Estado liberal establece que quien paga impuestos y se somete a las leyes del Estado tiene también derecho a la participación política.

Ahora bien, si tomamos el derecho al sufragio femenino como indicador del ritmo de liberalización en Suiza –las mujeres tuvieron que esperar 123 años para obtener el derecho al voto–, es probable entonces que los coches voladores o las vacaciones de verano en Marte sean realidad antes que los extranjeros consigan el derecho de voto a escala nacional. Eso en el caso de que alguna vez superara el umbral de la mayoría.

Un escenario más verosímil que una modificación de la comprensión de los derechos civiles y políticos consistiría en un sistema menos restrictivo de concesión del pasaporte rojo. Pero en este punto habrá que contar también con una apasionada resistencia.

El primero y último que intentó meter a Suiza en un corsé liberal no fue ni más ni menos que Napoleón Bonaparte. Pero incluso el gobernante más grande de Europa tuvo que rendirse. Se dice que, desesperado, comentó: “Circunstancias felices me han colocado a la cabeza del gobierno de Francia, pero me consideraría incapaz de gobernar a los suizos”.

Serie: El cuarto oscuro de la democracia

Suiza es líder mundial en lo que se refiere al número de votaciones nacionales. Pero a pesar del récord mundial de más de 620 paseos a las urnas (situación en 2017) el modelo de democracia suizo no es perfecto.

En esta serie Sandro Lüscher propone una mirada crítica a las zonas más problemáticas. El autor ha estudiado Ciencias Políticas en la Universidad de Zúrich y mantiene un blog sobre la vida política en Suiza. En la actualidad se encuentra investigando, como asistente en la Universidad de San Galo, los sistemas electorales cantonales.

Traducción del alemán: José M. Wolff

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