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75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos – ¿en qué punto estamos?

Imogen Foulkes

En diciembre de este año se cumplirán 75 años desde que Eleanor Roosevelt presentó a las incipientes Naciones Unidas la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Tanto la ONU como la propia Declaración fueron el producto de una determinación global de no repetir los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

También representaban un entendimiento de que, siendo los humanos lo que somos, necesitábamos hacer algunas promesas y cumplir con algunas reglas para asegurarnos de eso.

La señora Roosevelt era muy consciente de la importancia de su misión. «Nos encontramos hoy en el umbral de un gran acontecimiento, tanto en la vida de las Naciones Unidas como en la vida de la humanidad», dijo a los Estados miembros.

«Esta Declaración Universal de los Derechos Humanos bien podría convertirse en la Carta Magna internacional de todos los hombres del mundo».

Setenta y cinco años después, ¿dónde estamos? Un vistazo rápido a los titulares de las noticias no inspira optimismo: Rusia cometiendo crímenes de guerra en Ucrania, la represión de los musulmanes uigures en la provincia de Xinjiang por parte de China, los deprimentes y frecuentes asesinatos de jóvenes negros a manos de la policía estadounidense, la enorme disparidad continua entre las oportunidades profesionales y vitales entre hombres y mujeres.

Perder la esencia de la Declaración

En el Palais Wilson de Ginebra, sede de los Derechos Humanos de la ONU, pretenden recordarnos por qué por aquel entonces, en 1948, pensábamos que la Declaración era tan importante, y por qué sigue siéndolo hoy.

Volker Türk, el nuevo Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, quiere que 2023 sea el año en que reafirmemos nuestro compromiso con la DUDH y aseguremos que las generaciones más jóvenes, que pueden tener poco conocimiento de la Segunda Guerra Mundial, comprendan por qué la necesitamos.

«Perdemos la esencia de lo que fue y estaba destinada a ser la Declaración Universal de los Derechos Humanos como respuesta a los eventos catastróficos de la Segunda Guerra Mundial», señalaba Türk durante una entrevista en profundidad.

«El Holocausto, una guerra mundial que mató a millones de personas. Tuvimos infinidad de individuos refugiados o desplazados. Atravesamos un colapso increíble de muchas cosas, desde la economía, los sistemas sociales, la destrucción en masa».

Pueden escuchar la entrevista completa (en inglés) en la edición de esta semana de Inside Geneva. Türk, que ahora ocupa lo que a veces se denomina el puesto más difícil de la ONU, sabe que se enfrenta a grandes retos. Le motiva, me dice, «un compromiso de toda la vida con la causa de los derechos humanos». Sus casi 30 años en la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) lo prepararon, en su opinión, para su nuevo papel como Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

«Trabajé con personas muy vulnerables, refugiados, desplazados internos, apátridas.  Y ése es un microcosmos del mundo de los derechos humanos”.

Grandes desafíos por delante

Pero aunque Türk se haya propuesto reavivar el compromiso con la Declaración Universal, también hay retos inmediatos, específicos y complejos.

En primer lugar, en su bandeja de entrada se encuentra el tan esperado informe de la ONU sobre las acciones de China en la provincia de Xinjiang, donde los grupos de derechos humanos han alegado durante mucho tiempo que se están produciendo violaciones graves.

Después de meses de retraso, el informe finalmente se publicó en agosto pasado, minutos antes de que su predecesora Michelle Bachelet dejara el cargo. El informe fue, después de una espera tan larga y los rumores de que la ONU cedía a la presión de China, contundente. Detalló la represión generalizada de la comunidad musulmana uigur de China, incluida la detención arbitraria, el trabajo forzoso y la violencia sexual, todo lo cual, concluyó el informe, podría constituir crímenes de lesa humanidad.

Pero cinco meses después, dicho informe sigue en el escritorio del Comisionado de Derechos Humanos. Los Estados Miembros del Consejo de Derechos Humanos de la ONU votaron en contra, incluso, de debatirlo, y, aparte de no hacer nada, esa es la acción más hostil que el Consejo puede tomar.

Ahora se avecina la gran sesión anual del Consejo (comienza el 27 de febrero), y los grupos de derechos humanos están esperando a ver qué hará el nuevo Comisionado.

«Es un informe muy importante que se emitió», me comunicó Türk. «Ha planteado preocupaciones de derechos humanos muy graves y urgentes, y es mi deber darles seguimiento con las autoridades chinas”.

¿Pero cómo exactamente? Al negarse siquiera a debatir el informe, los Estados miembros de la ONU se han negado de facto a mostrar su apoyo a los Derechos Humanos de la ONU, y en cierto modo le han confirmado a Türk que, a la hora de recordar a China sus obligaciones en virtud de la Declaración Universal, está básicamente solo.

«China es un país muy importante, es miembro del Consejo de Seguridad, tiene mucha influencia regional. Así que en el frente de los derechos humanos será importante tener a China como país con el que puedo relacionarme», afirma. La estrategia de Türk con Pekín parece ser tratar de «entablar un diálogo”.

Falta de respeto generalizada

El ejemplo de China, aunque sea inmediato y específico, es de hecho un buen ejemplo de porqué Türk tiene tanto interés en recordarnos los principios clave de la Declaración Universal. Fue, y sigue siendo, un documento histórico. 193 Estados miembros (en realidad toda la ONU) lo han firmado. Describe los derechos y libertades básicos a los que todos los seres humanos, independientemente de su condición o de dónde hayan nacido, tienen derecho: dignidad, libertad, igualdad, derecho a la vida, libertad frente a la esclavitud, libertad de expresión y mucho más.

Los Estados miembros tienen el mandato de defender esos derechos, no solo dentro de su territorio, sino en todo el mundo. Por lo tanto, si China persigue a sus musulmanes uigures, si la policía estadounidense mata a jóvenes negros, si los soldados rusos cometen crímenes de guerra o, incluso, si un número creciente de niños británicos viven en la pobreza, no es solo asunto de Pekín, Washington, Moscú o Londres, es asunto de todos.

Es precisamente ese concepto de «universalidad» lo que irrita y a menudo divide al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. La mayoría de los gobiernos nacionales no quieren lo que consideran una injerencia externa en sus asuntos internos. De una cosa está convencido Türk: revivir nuestro compromiso con la Declaración Universal y todas sus promesas, desde las libertades individuales hasta los derechos económicos, como la alimentación y la vivienda adecuadas, solo puede ser positivo para todos nosotros.

“En tantas situaciones alrededor del mundo vuelve a haber este desprecio por el otro. El desprecio por el ser humano, el desprecio por la dignidad humana. Hay derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales y no se pueden separar en cajas diferentes. Son uno y lo mismo, son un todo coherente.”

Adaptado del inglés por Norma Domínguez

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