¿A igual compromiso en el campo de fútbol, igual salario?
¿En qué se basa el concepto de equidad cuando se refiere a la diferencia salarial entre las y los jugadores del equipo nacional? ¿Sobre los ingresos generados por el juego? ¿En relación con la lealtad de los fans? ¿Qué papel juegan el compromiso y el tiempo invertido en el deporte, en general, y en los éxitos alcanzados, en particular?
Para la selección nacional suiza de fútbol femenino, la Eurocopa 2022 [obtenida por Inglaterra al imponerse 2 a 1 ante Alemania el 29.07] terminó a mitad de julio con la derrota contra los Países Bajos. Esta eliminación se dio, al igual que hace cinco años, en la fase preliminar o fase de grupos. Sin embargo, en esta ocasión las mujeres del equipo nacional dieron un paso adelante: en el futuro obtendrán una retribución mayor por sus prestaciones deportivas.
Poco antes del torneo continental, la Asociación Suiza de Fútbol (ASF) y su principal patrocinador, la institución bancaria Credit Suisse, anunciaron que los premios para la selección femenina serían similares a los otorgados a sus colegas masculinos, lo que supone un incremento de más de cuatro veces.
Los premios se amplían cuando un equipo se clasifica para un torneo, llega a los cuartos de final o en el caso que se convierta en campeón. La ASF ajustó también las tarifas de los derechos comerciales que incluyen los de la imagen. A partir de ahora, por ejemplo, las mujeres futbolistas y sus pares masculinos recibirán la misma retribución por aparecer en una propaganda publicitaria.
Según Dominik Erb, portavoz de la entidad, la ASF no revela las cifras exactas por motivos de reserva y de protección de datos.
Las jugadoras que participaron en el Campeonato de Europa recibieron viáticos diarios de parte de la ASF. Sin embargo, la parte más significativa corresponde a los premios que reparte la Unión Europea de Fútbol (UEFA), entidad que organiza el torneo. Con 16 millones de euros, la suma total de la Eurocopa 2022 duplica la del torneo precedente. El monto para cada selección por su participación en la fase de grupos fue de 600 000 euros.
Aunque se constatan progresos en términos de igualdad salarial (Equal Pay), la diferencia entre lo que reciben las selecciones nacionales femeninas y masculinas sigue siendo enorme. Para la Eurocopa masculina de 2020, por ejemplo, se dispuso de nada menos que de 331 millones de euros y cada equipo recibió un premio por su participación de 9,25 millones de euros.
Equidad: ¿cuestión de interpretación?
Según la oficina de prensa de la UEFA, las primas en dinero son solo uno de los tantos mecanismos que se utilizan para promover el fútbol femenino. Por ejemplo, para la Eurocopa 2022, se mejoraron significativamente los estándares del torneo. Al mismo tiempo, la entidad busca asegurar un enfoque de sostenibilidad a largo plazo, lo que significa que “el compromiso financiero debe reflejar los ingresos y costos de cada competición”.
La discusión sobre la paridad de redistribución en el fútbol, pone de manifiesto diversas interpretaciones sobre el sentido de la equidad. De hecho, el fútbol masculino genera ingresos muy superiores a los del fútbol femenino, que en gran parte sigue siendo deficitario.
Los futbolistas atraen a muchos más espectadores tanto en los estadios como en las transmisiones televisivas, y como resultado de los contratos con patrocinadores, contribuyen a las ventas de muebles, equipos para barbacoas o cremas faciales. Sin duda, en comparación con las mujeres, los futbolistas se confrontan a una competencia mucho más intensa para llegar a la fama. Además, en general, ser conocido del público supone una presión desproporcionadamente mayor.
A menudo se dice que el fútbol masculino es más atractivo: en promedio los hombres corren más rápido que las mujeres, son más fuertes y la competencia adquiere una intensidad superior. ¿Puede, sin embargo, esta realidad justificar las significativas diferencias salariales entre jugadores y jugadoras, en particular cuando integran los equipos nacionales?
La socióloga especializada en deporte Karolin Heckemeyer, en un editorial de la revista Fussball und Gesellschaft, señala: «El concepto de equidad se confronta con una lógica de mercado según la cual solamente la demanda determina el valor de una actuación». Heckemeyer es coeditora de dicha revista y profesora de la Universidad de Ciencias Aplicadas de la Suiza nororiental.
Según esta concepción, las enormes diferencias de ingresos y recursos también parecen legítimas, y la situación financiera del fútbol femenino únicamente puede mejorar si aumenta su valor de mercado.
Esas notables diferencias parecen, por lo tanto, justificadas y la situación financiera del fútbol femenino solo podría mejorar si aumentara su valor de mercado.
Pero existe otra concepción sobre prestación y equidad, explica Heckemeyer en su artículo: en 2017, por ejemplo, la Federación Noruega de Fútbol justificó su decisión de pagar el mismo salario y las mismas primas a todas y todos los deportistas afirmando que el valor de la prestación de un equipo no se mide en función de la demanda del público, sino teniendo en cuenta el tiempo y el esfuerzo invertido en los entrenamientos y en los éxitos deportivos.
Esa federación está convencida de que solo la paridad salarial y de primas crearía condiciones de igualdad y de reales oportunidades, permitiendo a las mujeres dedicarse plenamente al juego para desarrollar su potencial deportivo. Mayores salarios significan no solo mejores ingresos para las deportistas, sino también más fondos para una mejor infraestructura y formación de las entrenadoras y para la promoción de las jóvenes jugadoras, tanto en el fútbol profesional como el amateur.
Recientemente, la selección femenina de Estados Unidos reivindicó la misma tesis. En este caso, la brecha salarial era especialmente desigual ya que durante años la selección femenina generó más ingresos y más interés que sus pares masculinos de parte de los espectadores, y las futbolistas ganaron el Campeonato Mundial Femenino en 2015 y 2019.
Mientras que los hombres recibieron 9 millones de dólares por ocupar el décimo quinto puesto en el Mundial de 2014, la victoria de las jugadoras estadounidenses, el año siguiente, fue recompensada con solo 2 millones de dólares. Recientemente, las futbolistas recibieron una indemnización de 24 millones de dólares tras una demanda por discriminación que interpusieron contra su federación. También consiguieron que en el futuro todo el dinero de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) se destinara a un fondo común y se distribuyera por igual entre jugadores hombres y las mujeres futbolistas.
«Desde una perspectiva científica, no se trata de ideas justas o equivocadas o de un concepto bueno o malo de la igualdad” escribe
Heckemeyer en su editorial. Pero es importante comprender que cada interpretación puede tener consecuencias deportivas y sociopolíticas muy diversas.
Las excepciones en los torneos del Grand Slam
La extrema diferencia salarial entre mujeres y hombres en el deporte afecta a la mayoría de las grandes competiciones. Sin embargo, existe una excepción: los torneos de tenis del Grand Slam. Desde hace 50 años, los hombres y las mujeres cobran lo mismo si triunfan en el Abierto de Estados Unidos. Más tarde, el Abierto de Francia y el de Australia siguieron el ejemplo estadounidense y en 2007 Wimbledon fue el último torneo del Grand Slam en equiparar los premios por la victoria.
Esa transformación tampoco se produjo de forma espontánea. La promotora principal en su época fue la tenista y activista estadounidense Billie Jean King. Desde un inicio, hizo campaña a favor de la creación de la Asociación de Tenis Femenino (WTA por sus siglas en inglés) y por una cultura de tenis femenino independiente, es decir, que su legitimidad no dependiera de la comparación constante con su homólogo masculino.
Esta situación plantea una cuestión que también se aplica al fútbol: ¿es solo la habilidad lo que hace emocionante un deporte en el que los atletas están físicamente aventajados con respecto a las mujeres, o puede haber versiones diferentes pero equiparables de un mismo deporte?
Al fin y al cabo, incluso los jugadores de un equipo de fútbol local del Oberland bernés apenas pueden competir con sus colegas del Manchester City o del Bayern de Múnich en términos de velocidad y técnica. Sin embargo, esto no disminuye la pasión de su hinchada.
¿Deberían los hombres renunciar a los premios?
También en Suiza, el Campeonato de Europa de 2022 dio un nuevo impulso al fútbol femenino. «A fines de junio, cerca de 10 000 espectadoras (es) asistieron al último partido amistoso entre Suiza e Inglaterra antes de la Eurocopa, disputado en el Letzigrund [Estadio de Zúrich, ed.]», afirma Dominik Erb, portavoz de la Asociación Suiza de Fútbol. “Nunca hubo una multitud tan grande”. La final de la Copa de Suiza Femenina en abril pasado entre el Club Zúrich y el Club Grasshopper, con casi 8 000 personas en el estadio, había establecido un nuevo récord.
También aumentó en los últimos años el número de jugadoras inscritas oficialmente. En la actualidad ronda las 30 000. Sin embargo, en lo que respecta a entrenadoras, árbitras y empleadas de clubes y asociaciones, todavía se cuenta con un gran potencial a desarrollar. A través de medidas como los cursos para convertirse directamente en entrenadora de la selección nacional, la ASF — que con Tatjana Hänni tiene ahora, por primera vez, una mujer en su comité– intenta hacer más atractivo el fútbol femenino.
Ni las futbolistas ni sus pares masculinos ganan sus vidas por integrar los seleccionados nacionales. La mayor parte de sus ingresos proviene de los respectivos clubes en los que juegan. Y dado que para muchos futbolistas profesionales la remuneración de una Eurocopa o un Mundial es solamente una fracción de su salario, el tema de la redistribución o incluso de la renuncia total a las primas está en la agenda desde hace tiempo. Sin embargo, la ASF no ha discutido aún esa posibilidad, tal como lo explica su portavoz. Para muchas mujeres futbolistas, sin duda, una mayor remuneración significaría poder dedicarse exclusivamente a su carrera deportiva.
Adaptado del italiano por Sergio Ferrari
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