Adoptada en Suiza, de regreso a Colombia como suiza en el extranjero
Nathalie Favre nació en Colombia y fue adoptada por padres suizos cuando tenía siete meses. Creció y se educó en la Confederación, pero hace cinco años regresó a su país natal en busca de sus raíces. Una experiencia esencial, pero nada fácil.
Tenía 32 años y acababa de terminar su maestría en la Universidad de Lausana. Fue entonces cuando la suiza Nathalie Favre se vio repentinamente invadida por una extraña sensación de vacío y el fuerte deseo de saber más sobre sus orígenes. Actualmente vive en Colombia, donde nació en 1982.
Favre fue adoptada cuando era una bebé por una pareja suiza y creció en el cantón de Valais con su hermano, el hijo biológico de sus padres adoptivos. “El deseo de ir a Colombia surgió de la nada”, explica.
Siempre supo que era adoptada. “Mis padres hablaron conmigo sobre mi adopción desde muy pequeña”, dice. Incluso la carpeta con los documentos de nacimiento era de libre acceso. Podría haber preguntado por sus orígenes en cualquier momento, pero nunca lo había necesitado.
Regresar como colombiana
Nacida como Ana Isabel Arteaga, Favre pasó una infancia protegida en el Valais hasta los 11 años, cuando su madre adoptiva murió de cáncer. “Fue un golpe muy duro”, recuerda. Al terminar la escuela, se mudó a Lausana para continuar sus estudios
En 2017 viajó por primera vez a América Latina y visitó Perú. “En ese momento no estaba lista para ir a Colombia”, explica. Volver al continente que la vio nacer fue una experiencia muy emotiva y un paso importante en la búsqueda de sus raíces. De ahí que al año siguiente voló a Colombia con un objetivo muy claro: recuperar su nacionalidad colombiana. “No puedo explicar por qué sentí esta necesidad. Simplemente sucedió”.
Provista con todos sus documentos, primero dedicó medio año a conocer su país natal y aprender el idioma, ya que no hablaba español. Luego conoció a un hombre y decidió que quería pasar más tiempo en Colombia en el futuro.
Regresó a Suiza para pasar las vacaciones de Navidad y prepararse para otra estancia. “Mi familia adoptiva no estaba nada contenta de que quisiera regresar a Colombia”, admite.
Adoptada ilegalmente
Pero los dos o tres meses de estancia previstos se convirtieron en casi cinco años, ya que ahora vive allí. “Me quedé embarazada poco después de regresar a Colombia y no pude volar por complicaciones de mi embarazo”, recuerda la joven mujer. Era la primavera de 2019 y el plan era que el padre de su hijo fuera con ella a Suiza. Pero: «Me vi obligada a quedarme por mi salud».
Aparte del difícil embarazo, a Nathalie Favre todo le fue relativamente bien en su país natal. Rápidamente obtuvo el pasaporte colombiano y pudo encontrar a su familia biológica gracias a las redes sociales. “Publiqué un video en Facebook y el mismo día alguien que conocía a mi tía se puso en contacto conmigo”.
Lo que Favre había sospechado durante mucho tiempo se confirmó cuando conoció a su tía. «Mi madre no me abandonó voluntariamente», dice. Ella no estuvo de acuerdo.
Su madre era soltera y quedó embarazada tras una violación. Es por esto que la pequeña llamó la atención de las autoridades, quienes la separaron de su madre en el hospital. «Pero ella en realidad quería retenerme».
Nathalie Favre tiene una tez bastante clara, lo que resultaba atractivo para el “mercado” europeo. “En aquella época, la adopción era un negocio lucrativo para muchas personas involucradas”, afirma. Ella describe su propia adopción como ilegal, pero protege a sus padres adoptivos. «Mis padres utilizaron los servicios de una agencia de adopción con sede en Ginebra que trabajaba con abogados en Colombia». Todo parecía legítimo.
Todo esto fue probablemente la razón principal por la que ella nunca tuvo la oportunidad de conocer a su madre biológica. “Mi tía me dijo que mi madre tuvo un ataque de nervios después de que me separaron de ella”. Su madre biológica abandonó a su familia y nunca más fue vista. «Suponemos que se suicidó».
Un informe encargado por el Consejo Federal para investigar las adopciones en diez países, muestra que en el pasado se han producido irregularidades en las adopciones internacionales en mayor medida de lo que se sabía hasta ahora.
El último estudio, «Adopciones de niños extranjeros en Suiza, años 1970 a 1990: Inventario de documentos en los Archivos Federales Suizos sobre diez países de origen»Enlace externo, muestra indicios de prácticas ilegales, tráfico de niños, documentos falsificados y falta de información sobre los orígenes no sólo en Sri Lanka, sino también en países como Bangladesh, Brasil, Chile, Guatemala, India, Colombia, Corea, Líbano, Perú y Rumania.
Obligada a quedarse
Tras un embarazo difícil, la propia Nathalie Favre se convirtió en madre de un niño a finales de 2019. Su hijo nació seis semanas antes de tiempo y los meses siguientes fueron difíciles. La joven madre padecía las consecuencias de la preeclampsia (NdeR: una afección propia del embarazo que aumenta la presión arterial), a lo que se sumó la depresión posparto. Y como si todo eso fuera poco, estalló la pandemia mundial del coronavirus, que también afectó a Colombia durante un largo tiempo.
Fue en esa época cuando el marido y padre del niño perdió su trabajo, y sus ahorros suizos se agotaron rápidamente. El matrimonio no sobrevivió a estos problemas y la pareja se separó. “La embajada suiza me recomendó encarecidamente que regresara a la Confederación debido a la pandemia”, afirma. Sin embargo, su marido no quería que ella se llevara a su hijo a Suiza y ella no quería irse sin el pequeño. En Colombia no está permitido salir del país sin declaración notarial de consentimiento de los padres o del progenitor que no viaja con ellos.
Hoy siente que Colombia la ha transformado. La vida en América Latina ha encendido su espíritu de lucha y la ha sacado de su depresión. A diferencia de la vida en Suiza, la existencia en Colombia gira en torno a la supervivencia económica. “Tienes que funcionar», sostiene.
«Yo soy suiza»
Gracias a sus conocimientos de idiomas, Nathalie trabaja actualmente como asistente administrativo para una empresa con sede en Miami. También habla español con fluidez, «sólo mi acento revela que no crecí en Colombia», asegura.
Gana bien para los estándares colombianos, pero todavía no le alcanza para hacer grandes avances. «Vivo muy modestamente», explica.
Dos corazones laten en su pecho. Por un lado, echa de menos Suiza. «Le he prohibido a mi padre adoptivo hablar de raclette o fondue por teléfono», dice. Esto la deprime demasiado. Aunque se llaman regularmente, no se ven desde hace cuatro años porque él ya no está en condiciones de emprender un viaje al extranjero. Sin embargo, espera poder presentarle a su nieto algún día.
Por otro lado, califica su vida en Colombia como enriquecedora. Allí encontró sus raíces. Pero su sueño por encima de todo es ofrecer una buena educación a su hijo de cuatro años, algo casi imposible de costear en el país sudamericano. Por tanto, cree que llegará a una solución extrajudicial con su ex marido que le permitirá regresar a Suiza con su hijo.
“Me siento suiza y me gustaría mostrarle a mi hijo la vida allí”, afirma. Pero claramente no quiere desarraigarlo. «Quiero ahorrarle esa experiencia».
Adaptado por Norma Dominguez/José Kress
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