La última «bruja de Europa», como un «caballo salvaje»
La historia de “la última bruja de Europa”, a dos siglos de su ejecución, aún fascina. Y, sí: la figura de Anna Göldi todavía incomoda.
Primero reflexiona si realmente quiere decir la frase. Walter Hauser es consciente de que su formulación provoca, tal vez hasta resulta cínica: “Es como una maldición. Esta historia no me deja”.
Calificar de maldición su fascinación por Anna Göldi tiene, evidentemente, un toque irónico, pues se trata de la última mujer que fue ejecutada por ser acusada de hacer brujería. Un juez del cantón suizo de Glarus le dio muerte el 13 de junio de 1782. Hoy, como ayer, su historia atrae a mucha gente de todo el mundo a Glarus.
El experto de Anna
Walter Hauser, desde hace 12 años, se enganchó con la historia de Göldi y hasta la fecha no puede dejarla. Sabe todo lo posible sobre su vida. El jurista y periodista escribió dos libros sobre el caso. Es presidente de la Fundación Anna Göldi y encabezó la lucha para que fuese declarada inocente hace diez años. Actualmente ayuda con los últimos toques para la apertura del Museo Anna Göldi, que abre sus puertas este 20 de agosto en Glarus.
El museo es necesario porque la mayoría de las personas que visitan esta ciudad suiza lo hacen por ella, indica Hauser, quien también creció en este lugar. “Su historia tiene todo lo que un buen drama contiene: amor, poder, intrigas y muerte.”
Anna Göldi nació el 24 de octubre de 1734 y creció en Sax, otrora en el dominio de Zúrich. La familia era pobre. Desde los 15 años trabajó como sirvienta en diversas casas en Sennwald, de donde proviene su familia. Con 31 años se embarazó. El padre del niño era un soldado que partió al extranjero antes de que su hijo naciera y nunca más volvió.
Un momento de infortunio para Anna; el bebé murió la noche de su nacimiento. Pese a que en esa época la muerte prematura era común, se le acusó de haber matado a su bebé. Así pudo sentir por primera vez la crueldad de la justicia de entonces.
Su castigo: fue amarrada en una columna pública entonces destinada a los infames y después debía vivir durante seis años en la casa de su hermana, bajo arresto domiciliario.
Para evitar este encierro escapó a Glarus, otra jurisdicción a la que se llegaba tras un día de caminata. Allí encontró un empleo en casa de una familia rica, la de los Zwicky.
Aquí Anna Göldi tuvo una relación con el hijo de los dueños, el joven médico Melchior Zwicky, once años menor que ella. Dio a luz un hijo, en plena salud. La tragedia: la diferencia de clase social de ambos imposibilitó un matrimonio, pese a que Zwicky así lo deseaba. Lo que ocurrió con el pequeño se desconoce.
“Anna Göldi, para su época, era una mujer fuera de norma”, indica Masha Karell. La actriz encarna a Anna Göldi, el papel protagónico de un musical inspirado en esta mujer que se presentará por primera vez en septiembre próximo. Karell se ha preparado mucho para su actuación. “Acudí a los diversos lugares donde pasó su vida y absorbí todo lo posible sobre su persona”.
Algunos de esos sitios siguen igual que antes. Todavía existe la casa de la familia Zwicky. Entre más conocía Karell sobre Göldi, más se impresionaba con ella. “Esa mujer pasó por cosas increíbles. Un destino que difícilmente nos podemos imaginar”.
La sirvienta fue condenada por asesinato infantil de su primer bebé a ser exhibida en la columna de los infames y fue empujada al exilio. No pudo vivir su amor y se le arrebató a su hijo “ilegítimo”, nacido de esa relación imposible. “Sin embargo, Anna Göldi siempre se levantó y siguió adelante”, dice Karell. Para la actriz está claro que su debe darle una personalidad fuerte a la figura que representará en escena. “Me hace pensar en un caballo salvaje que no se deja atrapar”.
Final trágico
Que Anna Göldi fuese al final encerrada y decapitada tiene que ver con su último empleo como sirvienta, que inició en 1780, a los 46 años, en casa de la familia Tschudi. El patrón, el médico y juez Johann Jakob Tschudi, pertenecía a la élite de Glarus.
Una mañana, una de sus hijas encontró una aguja en su vaso de leche. Para los patrones estaba claro quién era la responsable. Anna perdió su puesto y la alta sociedad local exigió su partida de Glarus.
Dieciocho días después otra de las hijas de los Tschudi tuvo convulsiones y escupía. Aun cuando Anna ya no servía en el lugar, fue acusada de haberla embrujado.
Pese a la Ilustración
Pese a no tener una sospecha racional y fundamentada, Göldi fue arrestada y llevada a juicio. Casi todos los testigos presentes en el juzgado eran amigos de la familia Tschudi. Göldi negó las acusaciones, pero con repetidos actos de tortura aceptó haber “embrujado” a la niña, con ayuda del diablo. Esto condujo a su decapitación en 1782.
Este veredicto fue extraordinario para una Europa que ya había pasado por la Ilustración. Sus efectos ya habían llegado a los sitios de provincia y, evidentemente habían alcanzado a las clases altas y educadas, dejando atrás las supersticiones. Como médico y jurista, Johann Jakob Tschudi estaba incluido en ese círculo.
Un escándalo de la justicia
De acuerdo con Walter Hauser, el juicio a Anna Göldi por brujería fue solo posible porque la acusación provino de un hombre poderoso. “Si las mismas acusaciones hubieran sido formuladas por una persona cualquiera no hubiera pasado nada. Este fue un escándalo de la justicia”. Johann Jakob Tschudi quiso deshacerse de Anna Göldi, afirma Hauser.
La razón fue, al parecer, que ambos tuvieron una relación. “Si esto se hubiera sabido, habría representado la muerte social y profesional de Tschudi”, comenta. “Tras el proceso, Tschudi solicitó un documento oficial que confirmaba que él jamás tuvo un contacto carnal con Göldi”.
La maldición de Anna Göldi
Tal vez tampoco gustaba a Tschudi el carácter fuera de lo convencional de Anna. Tal vez tuvo miedo de que lo señalara y que en una disputa la gente pudiera apoyarla. Ella es descrita como una mujer orgullosa, atractiva y “suficientemente culta”. Para la actriz Masha Karell está claro: “Anna Göldi era demasiado independiente, “eso incomodaba a algunos de sus contemporáneos”.
Y su historia sigue incomodando aún hoy. Anna Göldi es un tema permanente en el cantón de Glarus, diez años después de que oficialmente el cantón la rehabilitara de las acusaciones que se le imputaron. Tal vez esta es la maldición de Anna Göldi: ella recuerda que la historia suiza también tiene manchas obscuras.
Traducido del alemán por Patricia Islas
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