“El robo del siglo”
Hace 20 años, la oficina postal de la calle Fraumünster de Zúrich fue atracada. Los ladrones se llevaron 53 millones de francos. El “robo del siglo” es uno de los casos más espectaculares de la historia delictiva de Suiza y tema para guiones cinematográficos.
“Es un buen plan”. Así reza la primera frase del libro que Domenico Silano, uno de los atracadores, ha escrito sobre el “robo del siglo”. “Todo está dicho, cada uno conoce su tarea. Las probabilidades de ser pronto millonarios siguen siendo altas”.
En la mañana del infausto día Silano y sus cuatro compinches se acercan en una furgoneta robada a la oficina postal de la calle Fraumünster. Mediante pegatinas han camuflado el vehículo como coche de servicio de Telecom. Sin sospechar nada, el vigilante abre la barrera. Lo que vino a continuación tiene el aire de una novela policiaca: a las 10:37 los ladrones bajan del coche. Armados con pistolas amenazan a los empleados que están cargando un coche blindado. En un segundo meten cinco cajas en su furgoneta, viéndose obligados a dejar otras dos cajas porque el maletero del vehículo es demasiado pequeño. Seguidamente se marchan del lugar a toda prisa.
La acción ha durado solo unos minutos. La operación de persecución a gran escala que se monta inmediatamente no da ningún resultado. El coche utilizado en la huida y el botín de 53 millones de francos suizos parecen haber sido tragados por la tierra. Es el mayor robo postal de todos los tiempos. Incluso el legendario atracador del tren postal de Glasgow en 1963, Ronald ‘Ronnie’ Biggs, tuvo que contentarse con mucho menos –al menos mientras no ajustemos a la inflación los 2,6 millones de libras esterlinas.
Un golpe de suerte para los autores del robo
Al día siguiente, el “robo del siglo” desplaza de las portadas de los diarios suizos la trágica muerte de Lady Di. El portavoz de la policía declara que los ladrones disponían de información interna. Aunque los autores se hayan dejado dos cajas con 17 millones, el plan se ha llevado a cabo de forma milimétrica.
El portavoz de la PTT se quejó vehementemente del “duro golpe” recibido, pero en un tono menor tuvo que reconocer que carecían de seguro contra robos y atracos. El botín equivale aproximadamente a los beneficios obtenidos por la empresa durante todo el año anterior. Un día después el director general admitía que era evidente que existían lagunas en el nuevo sistema de seguridad. Los vídeos de vigilancia no permitieron el reconocimiento de los atracadores, ya que estos siempre se mantuvieron de espalda a las cámaras. Además, el botín estaba compuesto por billetes usados y no registrados, lo que supuso un auténtico golpe de suerte para los ladrones.
Además, a la policía las cosas no le van del todo bien. Se equivocan en la búsqueda del coche, en lugar de un Fiat Ducato buscan un Fiat Fiorino. Es cierto que el coche estaba en los vídeos, pero se tardó demasiado tiempo en analizarlos. La prensa es unánime: allá donde mires aparecen fallos, mala suerte y contratiempos. Entre la población empieza a abrirse paso una franca sorna. El atracador Biggs, desde el soleado Brasil, rinde homenaje a sus colegas de Zúrich expresando su “completa admiración”. Y, maliciosamente, añade que él se habría buscado un vehículo más grande.
La policía contraataca
Diez días después del atraco se ha dado la vuelta a la tortilla. Han caído en las redes de los investigadores el presunto cerebro, tres atracadores, diversos colaboradores y el funcionario de la oficina postal que primero facilitó la información desde dentro y luego confesó en la prisión preventiva. En total se detuvo a 18 personas y se recuperaron 20 millones.
El jefe de la policía judicial puede al fin presumir en el diario ‘Blick’: “Tuvimos una buena oportunidad de marcar gol y la hemos aprovechado”. Solo dos de los implicados en el atraco siguen desaparecidos: el libanés Hassan B. y Domenico Silano, futuro autor del libro. Y con ellos los 33 millones del resto del botín. En las semanas posteriores quedó patente que los atracadores y sus colaboradores eran de una chapucería a duras penas superable: el funcionario de correos que facilitó la información desde dentro se dejó filmar por las cámaras de vigilancia cuando fotografiaba el que sería el escenario del delito. Dos de los ladrones tomaron un café en un bar junto a la oficina de la Fraumünster antes del atraco y el camarero pudo dar a la policía las tazas aún no lavadas con los restos de ADN. Otro perdió, en el lugar de los hechos, una foto con sus huellas digitales. Los atracadores prendieron fuego al coche utilizado en la huida justo junto a una estación de bomberos; el incendio quedó apagado en unos pocos minutos y así los investigadores pudieron obtener numerosos y valiosos rastros.
Cuatro millones en una bolsa de basura
Los ladrones quedaron complemente sorprendidos del valor del botín y no tenían escondite ni plan. Se repartieron el dinero precipitadamente y desaparecieron a toda prisa. Domenico Silano esperó media hora entera en una parada de autobús hasta que le recogió un amigo. A falta de una cartera llevaba consigo sus cuatro millones en una bolsa de basura. Otro escondió 18 millones en el armario del dormitorio de una conocida, y luego se largó a Milán con su novia, donde se hospedó en la suite del Nobelhotel, que costaba 500 francos la noche, y pagó en efectivo con dinero que sacó del bolsillo de sus pantalones. Otros dos de los atracadores huyeron a España, donde se paseaban en lujosos descapotables, jugaban en casinos, compraron una villa con dinero en efectivo y quisieron ingresar cantidades millonarias en una cuenta bancaria.
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El libro que narra el atraco millonario
Disfrazado de “mujer india”
El cuarto ladrón, que continuaba en paradero desconocido, cometió también un sencillo error. Había dejado sus huellas dactilares en una de las cajas de dinero abandonadas en el lugar de los hechos. Cuando el 16 de octubre de 1997 la policía de Berlín le ordenó detener su BMW descapotable llevaba puesta una peluca con forma de melena larga y morena. Según afirmó la policía, al ser detenido parecía una “mujer india”.
Algo más de un año después del robo le echaron también el guante a Domenico Silano, el quinto componente del grupo. Silano había huido a Miami vía Venezuela, haciéndose pasar por el hijo de un empresario hostelero que quería aprender inglés. Alquiló una lujosa mansión y frecuentaba clubes y restaurantes caros. Aun así, no llegaba a ser completamente feliz ya que echaba de menos a su novia en Suiza. Al final la llamó por teléfono –y la policía zuriquesa le escuchó. El 3 de diciembre de 1998 irrumpió en su casa un grupo de policías fuertemente armados.
“Fue como un juego”
En otoño de 1999 los cinco integrantes del “robo del siglo” comparecen ante el juez. Ninguno niega su participación en el robo, y prefieren interpretar el papel de tontos ingenuos que la prensa les ha adjudicado. “Fue como un juego”, afirma uno. “Ninguno de nosotros creyó realmente que iba a salir bien”. Y el propietario de un salón de juego en Seebach afirmó: “No somos profesionales. Los profesionales habrían llevado los billetes de huida en sus bolsillos”. Sin embargo, y aunque solo utilizaron pistolas de juguete y un kaláshnikov descargado, fueron condenados a penas de prisión de cuatro años y ocho meses y cinco años y medio.
Hoy día sigue sin conocerse el paradero de 27 millones de francos.
Traducción del alemán: José M. Wolff
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