Berna y Pekín unidos contra el proteccionismo occidental
Imaginemos que David y Goliat colaboran, en lugar de pelearse. Es la apuesta de Suiza y China con un acuerdo bilateral de libre comercio, en un momento en el que se acentúan las tensiones comerciales entre el gigante asiático, Estados Unidos y la Unión Europea.
El 17 de enero de 1950, Suiza fue uno de los primeros países occidentales en reconocer la República Popular de China (proclamada por Mao Zedong el 1 de octubre de 1949). Aun así, Berna esperó a que Londres lo hiciera una semana antes. Esta vez, el Gobierno helvético ha tomado la delantera. Suiza es la segunda potencia económica occidental, después de Islandia (en mayo de 2013), que concluye un acuerdo de libre comercio con China. La firma del tratado tendrá lugar el 6 de julio en Pekín.
Pese a no conocer los detalles del acuerdo, cuyo contenido se hará público ese día, varios expertos explican a swissinfo.ch el interés que tiene tanto para Suiza como para China.
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Suiza interesa a China
“Suiza es un pequeño gigante, tanto en el aspecto económico como político. Es un gran actor comercial global muy profesional”, sostiene Lu Xiankun, ministro consejero en la misión de China ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), en Ginebra.
Y Gérald Béroud, experto suizo en el gigante asiático y fundador de la plataforma de información SinOptic, lo corrobora: “Suiza figura entre las primeras potencias económicas del mundo. En términos de desarrollo económico, China no está a la par, aunque sea la primera potencia manufacturera”.
“China tiene mucho que aprender de este país, por ejemplo, de los sectores de la tecnología punta, farmacéutico, de maquinaria, pero también otras cualidades del tejido económico helvético, como la gestión empresarial, la competencia bancaria o el mercado del negocio, que se ha desarrollado mucho en los últimos años”, precisa Lu Xiankun.
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Suiza es mejor que sus rivales
El Gobierno suizo fue visionario en su estrategia, a diferencia de cómo ha gestionado los diferendos fiscales con Estados Unidos y la Unión Europea, opina Luzius Wasescha: “Entablamos contacto con China antes de plantearnos que podía constituir un problema. En Suiza, tan pronto constatamos una contrariedad intentamos circundarla, como ocurrió con el sector bancario: este ejemplo ilustra cómo no se debe proceder en una negociación”.
En 2007, Suiza concedió a China el estatuto de economía de mercado, recuerda Blaise Godet. “La UE y Estados Unidos consideraron que no podía acordárselo alegando razones más políticas que comerciales. Al otorgarle ese estatus, el Consejo Federal (Gobierno) fue perspicaz y valiente”.
“La UE y Estados Unidos subestimaron la capacidad de China de acceder al campo de las tecnologías punta. Exigir hoy que el país respete la propiedad intelectual, está bien. Si las presiones surten efecto, los chinos acelerarán su competitividad en el sector high-tech”, agrega Luzius Wasescha.
Según el antiguo exjefe negociador, la voluntad de contener China que han manifestado Washington y Bruselas constituye un error. En lugar de imponer condiciones a las negociaciones, hay que buscar la colaboración para preservar la competitividad.
Un credo liberal que Suiza no está dispuesta a revisar, porque beneficia a su sector exportador, que es vital. El país no podría vivir de su minúsculo mercado nacional.
“Suiza concluye este tipo de acuerdos porque tiene que hacer todo lo posible para que sus operadores económicos gocen de las mejores condiciones posibles en los grandes mercados”, agrega Luzius Wasescha. Y el acuerdo de libre comercio con China se suma a otros suscritos con países de la región: Japón, Corea del Sur, Hong Kong y Singapur.
“Mientras la UE carezca de un acuerdo con China – los operadores europeos suelen ser nuestros más arduos rivales (maquinaria, química, farmacéutica) -, las empresas suizas se beneficiarán de las ventajas que le confiere este acuerdo en términos de competitividad”, subraya.
La OMC preserva su validez
El acuerdo de libre comercio entre Suiza y China se produce en un momento que numerosos analistas definen como una guerra económica y comercial a escala mundial. Simultáneamente, los miembros de la OMC siguen incapaces de concluir la ronda de Doha, una negociación comercial multilateral iniciada en 2001.
Es la razón por la que desde esa fecha se han multiplicado los acuerdos bilaterales de libre comercio. El ejemplo más reciente es el anuncio de un proyecto de acuerdo de libre comercio entre Washington y Bruselas. “Buena suerte, les deseo irónicamente Pascal Lamy, el director de la OMC, porque tropezarán con los mismos problemas que les oponen en el seno de la OMC”, sostiene Wasescha.
Sea como fuere, según Wasescha, todo el mundo acabará por reunirse en Ginebra para desenredar la madeja de tantos acuerdos bilaterales que complican cada vez más la vida de los operadores económicos, porque multiplican las normas y los procedimientos comerciales.
Las ONG suizas, reunidas para la ocasión en la plataforma común Alliance Sud, denuncia las lagunas del TLC en materia de derechos humanos. “Todo parece indicar que el acuerdo no contiene un capítulo sobre el desarrollo sostenible, con disposiciones vinculantes para la protección de los derechos humanos, normas laborales y medioambientales”, declaran las ONG en un comunicado.
La experta en comercio internacional de Alliance Sud, Isolda Agazzi, agrega: “No hubo consultas específicas con las ONG. El contenido del acuerdo se mantuvo secreto hasta su conclusión. Por lo que sabemos, el texto se refiere a la Carta de Naciones Unidas (derechos fundamentales), pero no menciona explícitamente los derechos humanos”.
Así lo corrobora, a su manera, Lu Xiankun, ministro consejero en la misión de China ante la OMC: “China está siempre abierta al diálogo, pero no debe imponérsele como condición. Hablamos con la UE y Estados Unidos de todos los asuntos. Pero no hay que mezclar política y economía”.
El antiguo embajador de Suiza en Pekín, Blaise Godet, es más optimista: “Este acuerdo pretende favorecer el desarrollo y el buen gobierno de las partes contrayentes. No creo que Suiza haya transigido en sus principios a cambio de incrementar el comercio”.
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En 2007, Suiza concede a China el estatuto de economía de mercado. El mismo año, Berna y Pekín firman un Protocolo de Entendimiento para intensificar las consultas políticas a alto nivel y a profundizar las relaciones bilaterales en todas sus dimensiones.
Las conversaciones para un acuerdo de libre comercio iniciadas en enero de 2011 concluyeron técnicamente durante la novena sesión de negociaciones sostenida en mayo de 2013 en Berna.
Este acuerdo abarca el comercio de mercancías (productos industriales y agrícolas), las normas de origen, la facilitación del comercio, los obstáculos no tarifarios, el comercio de los servicios, la protección de la propiedad intelectual, la promoción de las inversiones, la competitividad, la transparencia en materia de adquisiciones públicas, la cooperación económica y técnica.
Contiene, además, disposiciones en materia de comercio y medio ambiente, y en un acuerdo paralelo, en materia de comercio y estándares laborales.
El preámbulo hace referencia a principios, valores e instrumentos fundamentales de las relaciones y el derecho internacionales.
Con motivo de la visita oficial del primer ministro chino, Li Keqiang, en mayor de 2013, y mediante la firma de un Protocolo de Entendimiento, se estableció un diálogo entre el Banco Central de China y la Secretaría de Estado para los Asuntos Financieros Internacionales.
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(Traducción: Belén Couceiro)
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