Brasil apuesta por la tecnología
El camino que ha emprendido Brasil para disociar definitivamente la producción de biocombustibles del hambre y de los trabajos precarios, y para evitar que los cultivos agrícolas desforesten los bosques, es el de la innovación tecnológica.
Con el fin de incrementar la productividad –y reducir la superficie plantada-, la empresa Petrobras Biocombustibles (PBio) invierte en investigación para desarrollar etanol de segunda generación y utilizar otras innovaciones, como las microalgas y la biología sintética molecular.
El etanol de segunda generación también se extrae de la biomasa. Pero en este caso, se utiliza también el bagazo de la caña de azúcar y no solo el zumo, como sucede con los combustibles de primera generación.
PBio invierte actualmente 200 millones de reales en investigaciones cuya meta es que dicho etanol de segunda generación sea producible a escala mundial a partir de 2015, lo que le permitiría aumentar un 50% la productividad.
“El modelo de producción de etanol a partir del zumo de la caña de azúcar nos permite producir una media de 7.000 litros por hectárea; la producción de etanol de segunda generación -también llamado etanol de lignocelulosa- podría elevar dicho volumen a 11.000 litros”, afirma el presidente de PBio, Miguel Rosseto.
Tras la adquisición de la tecnología de producción, el objetivo de PBio es garantizar la viabilidad económica del etanol de lignocelulosa y para ello requiere cumplir dos requisitos: “Tenemos el desafío de encontrar una planta que garantice la disponibilidad de esta materia prima, y conseguir un precio muy cercano al del etanol de primera generación”, explica Joao Norberto Noschang, gerente de Gestión Tecnológica de PBio.
La empresa cree que el etanol de segunda generación conquistará en pocos años un hueco en el mercado nacional. “Será difícil alcanzar el nivel del etanol de primera generación, pero queremos conseguir un costo competitivo y confiamos en que habrá mercado para estos productos sostenibles”, señala Noschang.
Transgénicos
La búsqueda de biocombustibles nuevos y más eficientes ha pasado también por la investigación en áreas como la biología sintética molecular, que utiliza organismos genéticamente modificados (OGM), conocidos popularmente como transgénicos. Algunos ellos son capaces de fermentar el zumo de la caña de azúcar de modo que permite generar productos diversos, entre ellos, hidrocarburos semejantes a la gasolina.
“Hoy disponemos ya de organismos que producen éster, que es un biodiésel. Otros producen hidrocarburos parecidos al petróleo. Y hay otro grupo que permite producir etanol. La biología sintética y molecular ha traído consigo nuevas posibilidades para producir biocombustibles”, expresa Noschang.
El Centro de Investigaciones (Cenpes, por sus siglas en portugués) de Petrobras y un grupo de empresas con tecnología punta trabajan conjuntamente para desarrollar y realizar nuevas investigaciones de biología sintética molecular: “Tenemos un gran desafío, dado que Brasil va detrás de otros países en el manejo de tecnologías para la producción de biocombustibles”, afirma el gerente de PBio.
Microalgas
Otra innovación en este campo que gana terreno en Brasil es la producción de petróleo artificial a partir de microalgas. Un hallazgo que podría ser altamente rentable en un futuro próximo, ya que el potencial de producción de las microalgas es 20 veces superior al del aceite de palma, que actualmente es el que más aceite genera por hectárea cultivada en el país. Por otra parte, las microalgas se reproducen en pocos días –en algunos casos, de un día para el otro- lo que aumenta su potencial de productividad de biocombustibles.
El aceite de microalgas tendría que ser producido a una escala que permita introducir dicho producto en el mercado. Según PBio, el mayor desafío tecnológico es controlar que las condiciones ambientales sean favorables para su reproducción. Otro reto es identificar los tipos de alga con mayor potencial de producción de biocombustible por hectárea.
Para ello, PBio construye una planta-piloto de producción de biodiésel a base de microalgas en el litoral de Río Grande del Norte, región elegida porque posee luz y sol en abundancia durante todo el año. Se trata de un complejo con seis depósitos de combustible que tiene entre sus metas la de identificar nuevas cepas de microalgas. Hasta ahora, solo 300 especies –de un total de 3.000 que habitan los océanos- son sujeto de investigación.
Otra novedad que ganará terreno pronto en Brasil es el llamado H-Bio, un combustible desarrollado a partir de un complejo proceso de refinación de aceites vegetales hidrogenados que se combina con pequeños porcentajes de petróleo para obtener biodiésel. Discreta, la empresa Petrobras evalúa ya de forma interna el lanzamiento de este producto. Según la compañía, los científicos de Cenpes han conseguido ya producir biodiésel de “altísima calidad” mezclando aceite de soja y de ricino con petróleo extraído del Presal brasileño, reserva de petróleo brasileño ubicada en altamar.
Brasil, a través de Petrobras y su subsidiaria PBio, también desarrolla proyectos para comercializar biocombustibles en el mercado internacional.
Desde el año pasado está en marcha una asociación entre la empresa pública brasileña y la compañía portuguesa Galp Energia, que busca iniciar en Portugal un biodiésel que pueda atender al mercado ibérico.
El biodiésel será producido en la ciudad portuguesa de Sines, a partir de aceite de palma plantado en el estado brasileño de Pará. Se espera que la producción inicie en 2015.
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