Originario de Irlanda, Domhnall trabajó en investigación y escritura en un par de países europeos antes de unirse a swissinfo.ch en 2017. Cubre temas de democracia directa y política y generalmente está en Berna.
Gracias a los Alpes, a sus lagos, pueblos y valles, Suiza se ha ganado a lo largo de los años el honor de ser un paraíso turístico. Entonces, ¿por qué los visitantes le están dando la espalda?
Una cosa está clara, el problema nada tiene que ver con la imagen que transmite el país. Porque perdura ese estereotipo que muestra Suiza como una nación bucólica, hermosa y estable. Y visitar este lugar está en la lista de deseos de mucha gente.
Simon Anholt, un destacado asesor de gobiernos y administraciones que ha desarrollado un sistema propio para medir el prestigio de las naciones, confirma que la reputación de Suiza ante el mundo sigue siendo inmejorable. De hecho, en su clasificación global por países, Suiza ha mantenido un aceptable octavo puesto durante la última década.
Bien es verdad que esa octava posición de poco les sirve a los propietarios de los hoteles o a los dueños de las estaciones de esquí. Porque aunque en todo el mundo la cantidad de turistas va en aumento, a Suiza le sigue costando, y mucho, atraer al turismo de masas. El número total de personas que llega a Suiza se estancó durante el período 2013-2015, mientras que los ingresos cayeron un 7%, según las cifras presentadas por la Organización Mundial de Turismo (OMT). Además, en 2016 se produjo otro descenso suave de viajeros y la temporada pasada las estaciones de esquí tuvieron problemas por las condiciones meteorológicas imprevisibles. El Foro Económico Mundial, en su informe anual de competitividad turística presentado el pasado mes de abril, desplazó a Suiza del 6º al 10º puesto.
¿Qué es lo que está fallando y cómo se puede solucionar?
Franco fuerte y nuevos mercados
Desde hace ya unos años, la respuesta habitual ha sido que la apreciación del franco suizo –sobre todo en relación al euro– es lo que ha dejado a Suiza fuera del mercado. El antiguo responsable Suiza Turismo –la oficina de Turismo de Suiza–, que ha dimitido recientemente, Jürg Schmid, coincide en que este es uno de los principales problemas de la industria turística del país.
“Hemos perdido un tercio del mercado europeo [debido a la subida de la moneda]”, dijo. De hecho, según el Foro Económico Mundial, Suiza corre el riesgo de hundirse en relación a la competitividad de precios, mientras el sector hotelero está estancado. Y es que ha disminuido el número de visitantes alemanes, franceses e italianos que conforman la base del turismo suizo.
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Para Simon Lehmann, el presidente de Phocuswright, empresa dedicada a estudiar el mercado turístico mundial, volver a incidir en la fortaleza del franco es solo una “mala excusa”. Según él, el problema de la industria turística helvética es que pone demasiado énfasis en los viajeros europeos.
“Necesitamos adaptarnos a nuevos mercados. Y esto significa dar la bienvenida a los turistas chinos y árabes”, señala.
Lehmann también considera que el país necesita innovar más en este sector y ofrecer una mayor coordinación de los servicios turísticos de todo el territorio para evitar así que los esfuerzos se dispersen.
“Tenemos más de 560 organizaciones y destinos turísticos y todos ellos están gastando dinero para atraer visitantes; un dinero perdido”. En cambio, sería más efectivo “juntarse” y crear plataformas de servicios conjuntos para cada destino, explica.
En algunos lugares ya se está haciendo. Otros, en cambio, parecen ser ellos mismos quienes se ponen la zancadilla. Según un reciente programa de la televisión pública suiza RTSEnlace externo, que se puso en contacto con varias localidades turísticas de la Suiza francófona, de cuatro lugares tres cobran tasas administrativas por preparar y seleccionar recorridos. En un país que ya de por sí es un destino turístico caro, esos extras pueden disuadir a los potenciales visitantes. Las cifras muestran que muchos turistas, sobre todo de invierno, ya están sustituyendo Suiza por destinos más baratos como Bulgaria, Eslovenia y Montenegro.
Al organismo Turismo de Suiza le corresponde, desde el ámbito federal, coordinar y asesorar sobre la comercialización de los destinos turísticos de todo el país. Su exdirector, Jürg Schmid, cree que la organización es eficaz construyendo “plataformas de cooperación” a través de la cofinanciación y colaboraciones de comercialización con hoteles y destinos. Así, Suiza Turismo ofrece, por ejemplo, una plataforma en la que los turistas pueden reservar de una sola vez todos sus viajes y estancias en hoteles en Suiza.
¿Y qué pasa con el nuevo ’el Dorado’ de los mercados asiáticos? Schmid dice que Suiza Turismo trabaja conforme a una doble estrategia de mercado, pero que “Europa sigue siendo la prioridad número uno”. Sobre todo porque, gracias a la proximidad, es posible aumentar la vinculación de los clientes.
Jürg Schmid también señala que en Suiza los europeos van a lugares más diversos como “los pequeños y recónditos valles de los Grisones y el Valais”. Los viajeros indios y chinos, por el contrario, tienen unos pocos “puntos calientes” bien elegidos, como Interlaken, la región de Jungfrau, Ginebra, Zúrich o los trayectos panorámicosEnlace externo (en tren, autobús o barco). Y aunque los turistas asiáticos gastan de media más que los europeos, “la mayor parte del beneficio es para la industria relojera”, manifiesta Schmid.
Mantener la reputación
En el fondo esto significa que Suiza, además de atraer nuevos visitantes, tiene que incentivarles a que gasten más cuando están en el país. ¿Necesita Suiza una nueva “gran estrategia” para mantener su posición como destino turístico de primer orden? Después de todo, gran parte del crecimiento del turismo de aquí al año 2030, previsto por la Organización Mundial de Turismo, continuará fluyendo hacia los mercados emergentes de África, América y, especialmente, Asia.
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Simon Anholt, el asesor del gobierno en materia de turismo, piensa que si Suiza quiere destacar necesita poner el foco en ser “incluso más helvética de lo que ya es”. Y para ello tendrá que interpretar los estereotipos y apostar por incrementar su reputación de buen gobierno.
Schmid, por su parte, afirma que el éxito es cuestión de invertir cada vez más en calidad, educación e infraestructuras con el fin de asegurarse que la visión que el mundo tiene de Suiza como destino turístico “excelente, el mejor de su clase”, no decaiga.
“En turismo necesitas elegir entre ser el más barato o ser el mejor”, dice Schmid. Para Suiza, y para el próximo responsable de Suiza Turismo, la respuesta es clara: el reto está en encontrar a las personas que están dispuestas a pagar por “el mejor”.
Traducción del inglés: Lupe Calvo
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El 15 de enero de 2015, a las 10h29, con un euro se podían adquirir bienes y servicios por el equivalente a 1,20 francos suizos. A las 10h30, todo cambió: el Banco Nacional Suizo anunciaba la súbita eliminación del tipo de cambio mínimo entre las dos divisas. Unos minutos más tarde, un euro valía solo 85 centavos de franco.
Durante el resto del año, el tipo de cambio del euro osciló entre los 1,05 y 1,08 francos, lo que supuso el encarecimiento en un 10% de todos los productos suizos consumidos por los europeos y también tuvo un claro impacto para los turistas europeos que recibía Suiza.
Un año después, empresas y economistas hacen un balance económico y político del costo que ha tenido la controvertida decisión del Banco Nacional Suizo (BNS).
A la luz de las primeras cifras del cierre de 2015, los resultados lucen desalentadores. Se perdieron 6 000 empleos cada mes y el gobierno se vio obligado a corregir su expectativa de crecimiento económico del 2,1 al 0,8%. En el ámbito turístico, entre mayo y octubre, se redujo en 142 000 el número de pernoctaciones en los hoteles suizos, al tiempo que la insolvencia de las empresas creció un 7%.
El panorama se complicó todavía más cuando a la decisión de eliminar el tipo de cambio mínimo, el BNS sumó otra más: llevar las tasas de interés a terrenos negativos, lo que generó presiones sobre el sistema de pensiones y sobre los bancos, que tuvieron serios problemas para colocar sus instrumentos entre su clientela.
Este cóctel llevó a algunas empresas suizas a deslocalizar sus procesos de producción a países menos costosos. Otras, en tanto, se enfrentaron a la necesidad de reducir efectivos, bajar temporalmente los salarios, o ampliar la jornada laboral a 44 horas semanales –con el mismo sueldo– para seguir siendo competitivas.
No todos los recortes de empleo o deslocalizaciones se deben a la fortaleza del franco. Tampoco ayudó la caída de la demanda en la zona euro, que desde hace décadas es el principal mercado para los productos suizos.
“Jordan, el destructor”
“Los datos de los que disponemos ahora indican un claro estancamiento económico en 2015, pero cuando se conozcan más estadísticas al cierre del año pasado, quizás confirmemos que Suiza ya está en una recesión técnica”, explica a swissinfo.ch Janwillem Acket, economista del banco Julius Baer.
“De hecho, algunos observadores afirman que sectores como la venta al detalle, el turismo o las industrias eléctrica y de maquinaria han entrado en un proceso recesivo en los meses previos”, agrega.
El 2016 tampoco será un buen año, según Acket: “Nadie espera una mejora en el tipo de cambio franco-euro este año, y la única esperanza para la industria suiza es que la demanda de la zona euro se recupere”.
Este panorama sombrío ha llevado a que los grupos de cabildeo de la iniciativa privada y las propias empresas dirijan un dedo flamígero hacia el BNS.
En diciembre, en su publicación ‘Work’, el sindicato Unia se refirió al gobernador del banco central, Thomas Jordan, como “Jordan el destructor”, porque le considera responsable de haber erosionado por completo la industria helvética.
El artículo de Unia también destaca que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Suiza se enfrenta a que, por primera vez en la historia, su tasa de paro (4,9%) superó a la alemana (4,5%) durante el tercer trimestre de 2015.
Algunos economistas intentan atemperar la virulencia de estas críticas contra el BNS con el argumento de que el instituto central perdió todo margen de maniobra cuando el Banco Central Europeo (BCE) anunció (enero de 2015) que inyectaría miles de millones de euros a la economía. Esto obligó al banco central helvético a poner en marcha una estrategia de defensa coherente con la dualidad que registraba el mercado internacional: Mientras el BCE desplegaba una política monetaria expansiva, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) actuaba de forma totalmente opuesta. En defensa de su posición, el BNS ha reiterado que seguir la línea del BCE y poner en marcha la máquina de imprimir billetes, solo habría llevado su hoja de balance a niveles inmanejables.
Credibilidad intacta
El periódico ‘Tages-Anzeiger’ apoya sin condiciones al BNS. Más aún, nombró a Thomas Jordan como el “Suizo del Año”, celebrando el coraje que tuvo el banquero de eliminar el tipo de cambio mínimo.
Sin embargo, el BNS sigue siendo objeto de una gran presión política. La Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora) respalda la política del banco central. Los partidos de izquierda, en cambio, le recriminan los empleos que se han perdido y que seguirán desapareciendo a medio plazo, debido a que la mano de obra helvética se ha vuelto demasiado cara.
Y los problemas del BNS no terminan ahí. Este 2016 será objeto de un referéndum que acrecienta las presiones que se ciernen sobre el banco central. Tras rechazar en 2014 una iniciativa que habría obligado al banco central a aumentar sus reservas de oro, este año los suizos tendrán que decidir si el BNS se convierte en el único emisor de dinero en el país.
Esto es, el instituto central es el único responsable de imprimir billetes y de acuñar monedas en Suiza, pero no emite el ‘dinero electrónico’ que utilizan los bancos. El grupo que impulsa la iniciativa asegura que los bancos ‘crean’ dinero cuando extienden una línea de crédito, lo que genera inestabilidad y riesgos para el sistema financiero, ya que en sus arcas solo respaldan un pequeño porcentaje del monto que están otorgando, lo que ha sido génesis de múltiples quiebras bancarias internacionales.
El BNS no se ha pronunciado formalmente a este respecto, pero Thomas Jordan dejó entrever en diciembre que aprobar esta iniciativa sería un experimento riesgoso.
De regreso a la controversia cambiaria, pese a las voces que tiene en contra, la credibilidad del BNS parece haberse mantenido intacta en los mercados internacionales.
Acket reconoce que le sorprende que el tipo de cambio euro-franco suizo hay permanecido relativamente estable, en 1,08 francos por divisa europea, desde el verano pasado. Es señal de que los mercados toman en cuenta las advertencias del BNS, en el sentido de que intervendrá para evitar la apreciación del franco.
“Si esta tasa cambiaria se mantiene estable, las empresas tendrán oportunidad de ajustar su estructura de costos”, estima el especialista de Julius Baer. “Después de dinamitar el dique en el momento del aluvión, ahora parece que el BNS quiere ganar tiempo para que la economía suiza pueda adaptarse al nuevo entorno cambiario”.
Fortaleza del franco
El franco suizo es un valor refugio que atrae a los inversores internaciones en periodos de volatilidad. Fue el papel que desempeñó en 2009, cuando la crisis financiera global provocó el desplome de muchas inversiones y generó una gran inestabilidad en la economía mundial.
En 2011, la apreciación del franco frente a otras divisas –especialmente el euro y el dólar– junto con las condiciones económicas adversas en la eurozona–, llevó el valor de la moneda suiza prácticamente a la paridad con el euro. Ante el temor de que este desequilibrio se tradujera en deflación, el BNS puso en marcha la máquina de imprimir billetes para ampliar la oferta de francos en el mercado y reducir las presiones alcistas sobre la divisa suiza.
Asimismo, introdujo una política de tipo de cambio mínimo de 1,20 francos suizos por euro, al tiempo que dejó claro que imprimiría tanto dinero como fuera necesario para garantizar este tipo de cambio.
Durante los tres años y medio posteriores, esta política funcionó, pero a un costo muy alto: el BNS tuvo que desembolsar más de 500 000 millones de francos para sostener su palabra (monto equivalente al 70% de la riqueza que genera Suiza cada año).
A finales de 2014, el Banco Central Europea (BCE) volvió a poner a Suiza en jaque con una política monetaria expansiva, al anunciar que estaba dispuesto a inundar con euros la economía de la zona euro para apuntalar sus economías en crisis.
El 15 de enero de 2015, el BNS no tuvo otra alternativa que aceptar su derrota y poner fin a la política cambiaria.
Una semana después de su anuncio, el BCE puso en circulación un billón de euros (1,09 billones de francos) como parte de su estrategia de flexibilización monetaria, una decisión que habría puesto a Suiza contra la pared en caso de no haber eliminado el tipo de cambio mínimo, ya que le habría exigido imprimir miles de millones de francos, llevando sus reservas internacionales a niveles totalmente insostenibles.
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