¿Hacia la legalización total del cánnabis?
El cánnabis ahora se compra en gasolineras o tiendas de alimentación y, gracias a variedades sin efectos psicotrópicos, está experimentando una expansión sin precedentes en Suiza. Este ‘boom' podría ser el comienzo de una liberalización total, de la que también se beneficiaría el Estado.
A la entrada de la tienda Cannaflora de Zúrich hay un cartel en el que puede leerse: ‘En forma con dos gramos de hierba’. Al otro lado, otro que dice: ‘Fuma hierba y disfruta de tus días’ (Smoke some haze, chill the days). No cabe ninguna duda: en esta tienda, situada en el corazón del barrio chino de Zúrich, hay cánnabis a raudales.
Y no solo aquí. También en otros lugares de Suiza como estancos, quioscos o supermercados como Coop o Denner. Los clientes compran la marihuana, mezclada con tabaco, en cigarrillos expuestos en los estantes junto a paquetes de Marlboro. Además, puede encontrarse marihuana pura en bolsas cerradas y en las que figura el dibujo de una pequeña hoja de cáñamo. Este año han surgido las tiendas especializadas como Cannaflora, en cada ciudad y casi en cada pueblo. En el mercado del cánnabis en la actualidad hay unas 370 empresas dedicadas a la distribución o producción.
En el origen de esta nueva ola que recorre Suiza están estas tres letras: CBD.
Un olor dulce y pegajoso invade el ambiente. Los invernaderos están unos junto a otros. A través de los cristales blanquecinos distinguimos las plantas que llegan hasta la altura de las caderas. Aquí está el centro de producción de cáñamo más grande de Suiza: BioCan. También el punto de partida del ‘boom’ del cánnabis, que se ha extendido por todo el país desde hace poco más de un año.
Todo comenzó con un pequeño cambio legislativo
En este momento se recoge la cosecha. Así que su fundador y pionero, Markus Walther, tiene poco tiempo. En los campos e invernaderos se recolectan miles de plantas que se amontonan y cuyos cogollos luego se cortan con cuidado. Hans Peter Kunz, el director financiero, nos invita a un café en la casa que hay junto a los invernaderos. Mullidos sofás de cuero y una mesa baja; y sobre ella toda la gama de productos BioCan: desde la bolsa de 10 gramos hasta el aceite de cáñamo, pasando por las cápsulas de suplementos alimenticios.
“Todo comenzó con un pequeño cambio legislativo”, cuenta Hans Peter Kunz. En 2011 el Consejo Federal [gobierno suizo] decidió que la ley reguladora del uso de estupefacientes se dejaba de aplicar a los productos de cánnabis con menos del 1% de THC. El THC, el tetrahidrocannabinol, es la sustancia psicotrópica de la planta del cáñamo. El cannabidiol, abreviado como CBD, es la otra sustancia principal. El CBD no es psicotrópico, pero se le suponen efectos calmantes, antiinflamatorios y relajantes. Todavía se están realizando estudios al respecto.
Markus Walther vio una oportunidad en este cambio legislativo. Él ya estaba metido en el negocio del cáñamo en la década de 1990 y a principios de los años 2000, cuando en Suiza el mercado del cánnabis comenzó a liberalizarse tímidamente. En varias ciudades se abrieron tiendas de cáñamo que vendían cánnabis con efectos psicotrópicos. Lo hacían de manera “camuflada”, como si fueran sales de baño o bolsitas perfumadas, aunque evidentemente no se usaban como ambientadores.
Suiza ha sido el primer país del mundo en querer regular el mercado del cánnabis a través de una ley. Durante tres años, el debate movilizó a los políticos y ciudadanos. Pero al final, el Parlamento rechazó revisar la Ley sobre los Estupefacientes. Y a partir de junio de 2004, la policía procedió a cerrar las aproximadamente 200 tiendas de cáñamo abiertas hasta entonces. No obstante, la cuestión ha seguido en el centro del debate, sobre todo por una iniciativa popular a favor de la despenalización que fue rechazada en 2008 por dos tercios de los votantes.
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Tres años más tarde, en 2011, se da este nuevo y modesto paso hacia la liberalización. Markus Walther presenta a los letrados su idea del sustitutivo del tabaco con CBD. Una idea que reciben con escepticismo. Y es que una sustancia como esta debe estar autorizada por la Oficina Federal de Salud Pública (OFSP). Todos están convencidos de que la OFSP jamás aprobará la venta de cánnabis como producto para fumar. Pero Markus Walther no tira la toalla. Contrata a un experto que sabe cómo conseguir el permiso para comercializar productos farmacéuticos. Y el complejo procedimiento de autorización arranca. Durante cuatro años se presentan solicitudes, se llevan a cabo investigaciones y se analiza el humo.
En junio de 2016 llega la decisión. La OFSP confirma que –de acuerdo con la reglamentación del tabaco– este producto tiene la misma consideración que el tabaco cortado. Por tanto, puede venderse en las mismas condiciones que el tabaco. BioCan se pone en marcha. Y tiene el efecto de una bomba. La primera cosecha es de 500 kilos. Hoy BioCan –asociada con la empresa Blühauf Gmbh [Sociedad Limitada]– produce 5 toneladas de marihuana. Y 10 gramos de cánnabis CBD de BioCan cuestan 67 francos. Por la misma cantidad de marihuana con efectos psicotrópicos se paga 100 francos en el mercado negro. Los cogollos y las semillas de cáñamo se venden a través de comercios y mayoristas.
Con este asalto, la empresa BioCan ha allanado el camino a otros productos. En el proceso, por toda la geografía helvética han florecido empresas de nueva creación y productos basados en el cáñamo. La empresa Heimat (con sede en el cantón de San Galo), por ejemplo, afirma haber creado el primer cigarrillo del mundo de tabaco y cáñamo. O la empresa Cannaflora que, desde junio de este año, explota una tienda en la calle Langstrasse de Zúrich.
Los nombres White Widow, Candy Kush o Purple Haze están escritos en pequeños recipientes transparentes, iluminados y dispuestos en un estante blanco. Son diferentes tipos de cánnabis. Algunos contienen más CBD; otros, menos. Al lado varios productos de cáñamo: té, pastas, barras de cereales y frutas, jarabe y aceite de CBD. Un comercio de cáñamo que no tiene nada que ver con los insalubres y abarrotados ‘coffee shops’ del pasado. Detrás del mostrador de Cannaflora está Sandrine, con una coleta tirante y un piercing en el labio. Aquí, todos se conocen.
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Enlace externoEn la tienda entra una mujer de 50 años con la bolsa de la compra. Olfatea el contenido de uno de los frascos transparentes. “Lo fumo por la noche para relajarme”, dice. La edad de los clientes de Cannaflora va de los 18 años a los 70, explica Sandrine. Son de todos los espectros sociales. Hacen aquí sus compras hombres y mujeres trajeados. También personas vestidas con su ropa de trabajo.
Sandrine se vuelve hacia un balde blanco repleto de cogollos que pesa, empaqueta y envía a Berna. Porque Cannaflora recientemente ha abierto una segunda sucursal en la capital federal. Y vendrán más. Según su gerente, Gregory Nötzli, antes de fin de año abrirán otra tienda en Lucerna. Para dentro de poco se esperan más sucursales en Friburgo, Valais y el cantón de Vaud. Además de las tiendas físicas y la tienda online, Gregory Nötzli ha desarrollado otro canal de distribución: están transformando las máquinas expendedoras de juguetes sexuales de los aseos de muchos bares y clubes. En lugar de un minivibrador, por unos francos se puede obtener un cogollo de marihuana que contiene CBD. Gregory Nötzli ha previsto adaptar 200 de estas máquinas, en toda Suiza.
El incipiente mercado del CBD
Habrá que ver si el producto resiste ante el mercado internacional del tabaco. “Creo que el próximo año será decisivo”, dice Markus Meury de la fundación Adicciones Suiza. Está convencido de que la sustancia se consume, sobre todo, por sus “comprobados efectos relajantes”. El producto también va en aumento porque refleja la imagen del cánnabis. “A muchos consumidores les resulta emocionante poder fumar hierba sin correr grandes riesgos”. La sensación de cruzar la línea sin cruzarla.
Una iniciativa popular pide la legalización total del cannabis en Suiza
En la sociedad los límites van cambiando de manera gradual. A principios de septiembre, el Tribunal Federal resolvió que no se va a procesar a nadie por posesión de 10 gramos de marihuana con alto nivel de THC. Los cantones están adaptando sus prácticas. Diez gramos no es una cantidad desdeñable. Según la organización ‘Eve & Rave’, con esa dosis pueden liarse unos 20 porros.
Asimismo, se han puesto en marcha varios proyectos piloto para probar la distribución legal de la marihuana en Biel, Basilea, Zúrich, Lucerna y Ginebra. En Berna, en cambio, las autoridades federales acaban de prohibir un estudio que iba a llevar a cabo la Universidad (abajo).
En abril, la asociación ‘Leagalize it’ lanzó una iniciativa popular que pide la despenalización del consumo de cánnabis en Suiza. Y según un sondeo publicado el pasado verano, el 66% de las 1 200 personas encuestadas están a favor de la propuesta.
El dominical ‘Le Matin Dimanche’ citó recientemente un sondeo de ‘Addiction Suisse’, según el cual cerca de 520 000 personas consumieron cánnabis durante el último año, de las cuales 220 000 en el último mes y 50 000 a diario. El mercado suizo oscilaría entre 40 y 80 toneladas anuales, lo que corresponde a 800 millones de francos al año.
Esto significa que el Estado podría recaudar cientos de miles de millones de francos en impuestos. Hace mucho tiempo que el futuro del cáñamo no se presentaba así de color de rosa como ahora en Suiza.
Traducción del francés: Lupe Calvo
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