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Suiza, plataforma mundial del comercio de mascarillas

Empleados trabajando en la producción de mascarillas quirúrgicas en una fábrica
Empleados trabajando en la producción de mascarillas quirúrgicas del tipo II R en la fábrica de apósitos sanitarios Wernli AG en Rothrist, Argovia, 28 de abril de 2020. Keystone / Ennio Leanza

Gracias al coronavirus los intermediarios logran ganar millones con los materiales de protección sanitaria. Suiza se ha convertido en un centro del comercio mundial de las mascarillas. Los expertos advierten sin embargo del riesgo para la reputación de Suiza y del peligro de blanqueo de capitales.

El coronavirus le ha hecho rico. El empresario suizo Jan Küng ha ganado millones durante los últimos meses con material sanitario de protección sin haber visto jamás una mascarilla o un guante. ¿Cómo lo ha conseguido? Küng dispone de una ventaja que sus socios comerciales de China o de Oriente Medio no tienen: una cuenta en un banco suizo. La utiliza para mover millones entre intermediarios, a quienes ha conocido previamente a través de un chat de WhatApp.

Küng ofrece al dominical NZZ am Sonntag (NZZaS) la posibilidad de echar una ojeada a un negocio de miles de millones de dólares, hasta ahora oculto: el comercio de productos de protección sanitaria que se necesitan con urgencia. Se trata de un ejemplo que muestra cómo Suiza actúa como plataforma mundial para el comercio de productos relacionados con el coronavirus.

Jan Küng, cuarenta y tantos años, se llama en realidad de otra manera. Solo está dispuesto a facilitar información si puede permanecer en el anonimato. Como buen emprendedor e inversor, siempre está donde están las oportunidades. También ha perdido así mucho dinero. Pero ahora lo está ganando. Solo hace lo que es legal, asegura. 

Del 10% al 20% de comisión

Antes de la pandemia, este empresario con excelentes conexiones internacionales trabajó en el sector financiero y se introdujo en este nuevo campo a través de unos conocidos. Cuando el material de protección sanitaria comenzó a escasear al inicio de la primera ola en la primavera pasada, se formaron grupos de WhatsApp con objeto de encontrar compradores europeos de productos chinos por valor de millones. El que encontraba un cliente obtenía una comisión por ello. Así es como Küng ganó sus primeros millones con las mascarillas.

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Luego, descubrió un modelo de negocio aún más lucrativo: el de gestor de comisiones. Su trabajo consiste simplemente en recibir el dinero de los compradores y distribuirlo entre los intermediarios del sector. El asunto funciona de la siguiente manera: un agente quiere vender mil millones de mascarillas, por ejemplo. Más concretamente, este agente la mayor parte de las veces solo dispone de unas unidades de producción con las que durante un determinado periodo de tiempo se pueden fabricar mil millones de mascarillas. Una red de intermediarios empieza entonces a buscar compradores.

El contrato de compra especifica la comisión que se paga al intermediario; a menudo es entre el 10 y el 20% del precio de compra. La magnitud de los pedidos suele ser del orden de miles de millones, afirma Küng. El NZZaS ha podido acceder a documentos contractuales de una transacción por valor de doce mil millones de dólares. Küng ganó cinco millones de dólares con esa operación, simplemente pagando parte de las comisiones a los intermediarios. Los gestores de comisiones como él obtienen entre el 1 y el 2% de la comisión total.

¿Cómo es posible que personas como Jan Küng ganen millones con unas pocas llamadas telefónicas y algunos clics, cuando se trata de mascarillas y guantes que, a pesar de que actualmente sean productos esenciales, se venden normalmente por unos céntimos la pieza? Bettina Borisch, profesora de Salud Pública de la Universidad de Ginebra, señala: «En una crisis como esta, siempre hay especuladores sin escrúpulos que aprovechan la situación de emergencia». Durante una pandemia las tendencias que impulsan los precios son preocupantes.

Entran en juego los fondos de cobertura

Especialmente durante la primera ola de la pandemia, en la primavera pasada, los precios del escaso material sanitario de protección aumentaron drásticamente. A menudo, había que poner en juego grandes sumas millonarias de la noche a la mañana, ya que los gobiernos no podían facilitar ese dinero directamente. Eso atrajo a los inversores financieramente fuertes. Entre ellos figuraban fondos de cobertura, sociedades financieras y de inversión. Se ponían en contacto a través de chats de WhatsApp.

En unos extractos de mensajes intercambiados la primavera pasada a los que ha tenido acceso el NZZaS, un agente con un número marroquí indicaba que estaba buscando mascarillas protectoras en nombre del Gobierno israelí. Un intermediario alemán respondía: «Hola. Mil millones de mascarillas por 2,42, más el flete. Se pueden entregar en cualquier lugar». En otra ocasión, el mismo intermediario ofrecía a un abogado 20 millones de mascarillas de una partida privada en Portugal.»¿Cuándo tiene tiempo para hablar por teléfono?», preguntaba. Muchos de ellos se encuentran en los chats por primera vez. Una vez aclaradas las condiciones generales, siguen luego los emoticonos y los pulgares arriba.

De esta manera se han movido por todo el mundo desde el comienzo de la pandemia miles de millones de mascarillas y guantes. La presión sobre las compras ha sido a menudo tan alta que las autoridades a veces no ponían excesiva atención. En Suiza, la farmacia del ejército pagó la primavera pasada a dos jóvenes empresarios suizos unos buenos 8 millones de francos por casi 900 000 mascarillas FFP2, un precio aproximadamente tres veces superior al habitual. En el Reino Unido, el Gobierno creó un «VIP lane» durante la crisis para adquirir, sin demasiados controles, materiales de protección sanitaria mediante procedimientos de urgencia, como señaló el New York Times. El Gobierno también firmó contratos por valor de miles de millones de euros con empresas que anteriormente habían sido denunciadas por corrupción o evasión fiscal.

Para los inversores, las nuevas apuestas financieras se han convertido desde hace mucho tiempo en un negocio, afirma el empresario Jan Küng. Han apostado por mascarillas y guantes como antes apostaban por otras materias primas como el trigo, el oro o la tripa de cerdo. «Acumulan contingentes de producción para hacer subir el precio. Y venden luego las unidades de producción a empresas que suelen compran productos de protección sanitaria principalmente en nombre de gobiernos, organizaciones y hospitales». Distintos comerciantes, fabricantes de mascarillas y productores de tejidos en Suiza y Alemania han informado de hechos similares.

El valor de una cuenta bancaria suiza

En este ecosistema de especuladores una cuenta bancaria suiza tiene mucho valor. Desde septiembre no ha parado de recibir llamadas, dice Küng. Actualmente se encarga del pago de las comisiones en ocho contratos diferentes y moverá más de mil millones de dólares en los próximos meses. Recibe los pagos por tramos en sus cuentas suizas. De ahí, el dinero pasa a los intermediarios de Europa del Este, Rusia, África, EE. UU. u Oriente Medio.

Para el experto suizo en finanzas y blanqueo de capitales Daniel Thelesklaf no es sorprendente que las comisiones de estos megacontratos pasen precisamente por Suiza. Prácticamente no hay otro centro financiero con la misma estabilidad geopolítica, experiencia profesional y eficiencia, asegura.

Suiza ofrece un tupido ecosistema que incluye instituciones financieras universitarias, Crypto-Valley en Zug, tecnofinanzas (fintechs) y abogados especializados. Pero Thelesklaf advierte: «Los riesgos para la reputación de Suiza como centro de comercialización de productos de protección sanitaria son considerables». Esto es especialmente cierto en el área del lavado de dinero.

En un solo contrato de mascarillas suelen intervenir grupos de intermediarios de todo el mundo, abogados, empresas de inversión y otros agentes que se mezclan para ganar dinero. Este tipo de estructuras tan complejas no solo son poco frecuentes para un simple negocio comercial, sino que además aumentan el riesgo de lavado de dinero. Es decir, las organizaciones criminales utilizan el negocio de las mascarillas para blanquear capital obtenido ilegalmente hasta que, por ejemplo, el dinero procedente del tráfico de drogas ya no puede reconocerse como tal.

El peligro de blanqueo de dinero

La Oficina Federal de Policía también es consciente de este peligro: «La pandemia es un terreno fértil para la actividad delictiva. La plaza financiera suiza juega un papel fundamental en el ámbito del lavado de dinero», declara una portavoz. Por eso, se está intensificando la cooperación con los bancos.

El principal organismo internacional en la lucha contra el lavado de dinero, el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), insiste en esta cuestión: Los países de todo el mundo han observado un aumento de los delitos de cuello blanco en el sector de materiales de protección sanitaria. Es necesario poner mayor atención al blanqueo de capitales en las transacciones comerciales.

Jan Küng hace que un especialista examine siempre a los destinatarios de su dinero, para asegurarse de que no estén en una lista de terroristas ni involucrados en blanqueo de capitales. Hasta el momento, afirma, no se han producido irregularidades. Los bancos suizos están obligados por ley a verificar el origen del dinero y a supervisar las transacciones de sus clientes en función del nivel de riesgo. El UBS, por ejemplo, declara: «El banco verifica todas las operaciones comerciales, así como a las personas que están detrás de ellas, dentro del marco de las regulaciones establecidas por el Parlamento y la FINMA [la autoridad de supervisión del mercado financiero suizo]».

Por cierto, Jan Küng ya intuye el próximo negocio: «Cada vez hay más intermediarios que quieren que su dinero se quede en Suiza», dice Küng. Se supone que él debería ayudarles a establecer estructuras de optimización fiscal. Las consultas han aumentado. Es muy posible que acepte.

Este artículo apareció por primera vez en el dominical NZZ am SonntagEnlace externo y se publica aquí con su amable autorización.

Traducción del alemán: José M. Wolff

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