Cuando el sueño de la maternidad se convierte en pesadilla
Tras un prolongado trabajo de parto no asistido, el bebé muere y la doliente madre sobrevive con los tejidos del bajo vientre rasgados; sufre incontinencia, olores desagradables, exclusión y depresión, padecimientos que pueden llevar al suicidio. Millones de víctimas viven esa pesadilla en países pobres. Monika Mueller Sapin, ginecóloga suiza, labora de manera voluntaria en la prevención de fístulas, en el marco de una ONG con sede en Berna. Testimonio.
Primera mujer en practicar la Ginecología en la ciudad de Friburgo, donde festeja este año dos décadas de la inauguración de su consultorio, Monika Mueller Sapin tiene una bien desarrollada fibra humanitaria. Tras graduarse en 1985 en Basilea, viaja seis meses como voluntaria a un hospital periférico de Zimbabue y desde entonces mantiene la idea de volver a la labor solidaria en países en desarrollo. Mientras, su vida sigue: trabajo, familia…
¿Qué es una fístula obstétrica?
Durante el trabajo de parto difícil y prolongado, la sostenida presión de la cabeza del niño sobre el hueso pélvico interrumpe la circulación sanguínea en los tejidos, los cuales finalmente son afectados por necrosis. Ulteriormente, esos tejidos muertos se van eliminando y quedan orificios -o fístulas- entre la vagina y la vejiga y/o entre la vagina y el recto. El resultado es una constante filtración de orina y/o materia fecal a través del orificio y hacia la vagina.
Fuente: UNFPA
Cuando en 2012 sus dos hijos parten a estudiar un año a Estados Unidos, decide que es el momento. Por casualidad entra en contacto con ‘Women’s Hope International’Enlace externo (WHI/Esperanza Internacional para las Mujeres), entidad fundada en Berna en 2003 para ayuda a largo plazo de mujeres con problemas de fístulas.
Hay una buena química. Desde entonces, Monika Mueller Sapin -también presidente de la comisión Acciones Humanitarias, de la Sociedad Suiza de Ginecología y ObstetriciaEnlace externo y miembro activo del Club Zonta InternationalEnlace externo, que trabaja para mejorar la condición de la mujer – participa en congresos internacionales sobre el tema y organiza veladas de apoyo para WHI.
Pero, sobre todo, no vacila en cambiar durante varios meses el confort de su consultorio por la precariedad de los hospitales públicos en Etiopía o Bangladés, donde participa en la formación de médicos en las técnicas de la cesárea y la ecografía, y de parteras, en la prevención de las fístulas obstétricas.
swissinfo.ch: Muy pocas personas conocen el significado o incluso la existencia de las fístulas obstétricas. Sin embargo, decenas de miles de nuevos casos se producen cada año…
Monika Müller Sapin: Es un tema poco o nada conocido, incluso entre los ginecólogos suizos. Esa patología está ausente en nuestra formación ya que atañe a los países en vías de desarrollo. Yo la descubrí hace apenas cuatro años a través de WHI. Y contrariamente a lo que pudiera pensarse, la fístula obstétrica raras veces se debe a la mutilación genital, obedece más bien a un parto prolongado sin asistencia calificada y sin la posibilidad de una cesárea.
swissinfo.ch: Se trata de un tema que atrajo toda su atención como lo evidencian sus múltiples viajes a diversos países de África y Asia…
M.M.S.: Como ginecóloga, me cautivó y me impactó el tema y tuve la oportunidad inmediata de acompañar a un equipo de WHI durante una semana en Etiopía y de trabajar luego, durante tres meses, en un hospital público en 2012. Primero llegué a un gran centro especializado, el Hamlin Fistula HospitalEnlace externo (HFH) en Addis Abeba, que goza de reputación mundial en la cirugía de las fístulas. Fue así como empecé mi actividad en la educación y la prevención.
swissinfo.ch: ¿Cuáles fueron sus primeras impresiones al encontrar a las víctimas de esa patología casi erradicada en los países ricos?
M.M.S.: Cuando entré por primera vez en el bien equipado quirófano del HFH – hay que recordar que se trata de un hospital privado con grandes medios y, por tanto, que es una excepción – creí que los pacientes sufrían de poliomielitis. Pero me explicaron que la fístula obstétrica causa también problemas de movilidad entre las víctimas. En este centro, a menudo hay una larga preparación de las pacientes antes de la operación, ya que no solamente sufren de incontinencias graves, sino que muchas veces están debilitadas por la desnutrición, infecciones crónicas e incluso parálisis.
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swissinfo.ch: ¿Por qué las fístulas obstétricas reducen la movilidad?
M.M.S: En primer lugar, durante el trabajo de parto prolongado puede haber daño a los nervios en la pelvis. Luego, cuando se vuelven incontinentes, las mujeres y sus hijas -ya que muchas víctimas son muy jóvenes- permanecen aisladas en pequeñas chozas fuera de sus comunidades, un poco como los perros. Ya no se levantan. Con frecuencia están acostadas o en cuclillas, en posición fetal, porque se sienten muy mal y se hunden en una gran depresión.
De ese modo desarrollan contracturas al nivel de las piernas y están prácticamente paralizadas. Para poder operarlas por vía vaginal, hay que instalarlas en posición de exploración ginecológica. Así que tienen que separar las piernas y eso requiere un tratamiento previo. Después de la cirugía, si tiene éxito, hay que desarrollar de nuevo la movilidad. El siguiente paso es la reintegración de las mujeres en sus comunidades y en la vida activa.
swissinfo.ch: ¿El éxito de la operación no está garantizado en todos los casos?
M.M.S.: Operación exitosa significa detener las fugas. Pero a veces puede fallar debido al mal estado de los tejidos. Al retirar la sonda, se caen de nuevo y vuelven los escurrimientos. Hay mujeres que se han sometido a múltiples cirugías y que sin embargo seguirán incontinentes. Y todo eso podría haberse evitado con una cesárea. Hay que recordar también las condiciones en las que esas mujeres son operadas en hospitales periféricos, mal equipados. La o las fístulas son solamente un problema cotidiano entre otros.
Cito una muy buena frase que escuché en un congreso internacional sobre el tema: “El problema de la fístula es el espejo del grado de desarrollo de un país”. La tasa de fístulas obstétricas en un país indica su tasa de pobreza. Imagine las largas distancias que tienen que recorrer a pie las mujeres embarazadas antes de llegar al hospital. Al mal estado de la infraestructura, a la falta de recursos y de personal, se añade el factor cultural en sociedades donde el hombre domina y decide todo. Es él quien dice cuándo una mujer tiene derecho a un control del embarazo, dónde dará a luz, y si él va a pagar o no la admisión al hospital.
swissinfo.ch: ¿El hombre se niega a pagar o no tiene los medios?
M.M.S:. Ambos. Asistí, durante una estancia en un hospital público de Etiopía a una situación que me impactó profundamente. Un camión deposita por la noche a una mujer casi moribunda: hemorragia abdominal y un bebé ya muerto. Y como no hay ningún seguro médico, se pide a la familia acudir primero a la recepción del hospital – si está abierta – a pagar el material. No teníamos nada disponible: armarios vacíos, ni un par de guantes, ni una sola perfusión. Y era un hospital público relativamente grande.
No pudimos hacer nada hasta que la familia volvió con el material. Después de la perfusión, tuvimos que tomar la decisión de operar. Su familia no tenía los medios. Mi único gesto de médico, luego de haberla estabilizado, fue pagar su transporte a otro hospital donde por suerte pudieron salvarla. Pero otras familias se fueron con su paciente porque no querían pagar. El resultado era claro: la muerte.
swissinfo.ch: Se trata también del valor y del estatus que tienen las mujeres…
M.M.S.: Si no hay un reconocimiento de la mujer y de su valor, no se invierte nada. Es reemplazada. Eso es un desastre. La influencia cultural es enorme y el estatus de la mujer depende de ello. Así que la lucha contra la fístula también se realiza a través de la educación de las niñas. Si salen de sus chozas para ir a la escuela, habrá menos riesgos de que las casen a los 10 o 12 años y por tanto, menos riesgo de embarazo a una edad en la que el cuerpo no está preparado para acoger a un niño puesto que la pelvis es aún joven.
La educación las alejará también de esos mitos y de esas creencias populares que las hacen sentirse culpables de sus propias desgracias. Con frecuencia, las víctimas de la fístula creen que los espíritus malignos las han castigado, que la fístula es en realidad una maldición. Pierden toda autoestima. Y esto explica la alta tasa de suicidio entre ellas.
swissinfo.ch: ¿Usted no opera las fístulas durante sus estancias en Etiopía y Bangladés?
M.M.S.: Se tiende a creer que nosotros, los ginecólogos, somos todos capaces de operar las fístulas obstétricas, pero eso no tiene nada qué ver con fístulas que pueden tener nuestros pacientes aquí tras la ablación de la matriz o la radiación en la pelvis como consecuencia de un cáncer. En los países ricos, las condiciones y las técnicas para operar son completamente diferentes. Hemos desarrollado, por ejemplo, la laparoscopia (técnica quirúrgica mínimamente invasiva basada en el uso de cámaras y aparatos quirúrgicos adaptados), que no tiene lugar en una región periférica en África donde muchas veces hay cortes eléctricos, carencia de médicos capacitados y de mantenimiento de los equipos.
Por lo tanto, es erróneo pensar que nuestra práctica aquí nos permite ir a operar allá de vez en cuando. La cirugía de las fístulas se ha convertido en una formación controlada por la ISOFS (Sociedad Internacional de Cirujanos de Fístulas Obstétricas) en colaboración con la FIGO (Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia) y hay que pasar por varias etapas para obtener el título de cirujano especializado en fístulas obstétricas.
swissinfo.ch: ¿Hay en el mundo suficientes cirujanos calificados para hacer este tipo de operación?
M.M.S.: Probablemente centenares, y hay un gran avance con respecto al número de cirujanos y a las posibilidades de hacer esta especialización. Pero es una cirugía que no atrae ya que no aporta mucho. Concierne a los pobres. Y es justamente esa pobreza la que engendra el problema de las fístulas. La capa acomodada de una sociedad cuenta con el beneficio de los controles de embarazo y puede recurrir a la cesárea incluso por mera comodidad.
También hay que tener en cuenta que se trata de una cirugía exigente físicamente también para el que opera, ya que puede durar mucho tiempo y no hay mucho acceso. He asistido a varias operaciones. No es una bonita cirugía con una gran técnica, como la laparoscopia, por ejemplo.
swissinfo.ch: Su enfoque dentro de WHI se centra entonces en la prevención y la formación…
M.M.S.: En WHI, nuestra idea es mantenernos activos en la organización y financiamiento de operaciones de fístulas, promover la prevención vía la formación de parteras, la construcción de maternidades y la reintegración social de las pacientes tras la intervención. Apoyar a los cirujanos en estos países es la mejor solución en todos los aspectos. Ellos tienen la experiencia y la sensibilidad necesarias para hacer frente a situaciones complejas.
Mi papel como ginecóloga es llevar el máximo de formación a los médicos, especialmente para efectuar cesáreas y ultrasonidos. En esos países hay una formación que aquí no existe, la de ‘agentes de salud’. Es un estatus entre médico y enfermera, para la atención de urgencias en cirugía y obstetricia. A menudo son hombres, pero no solamente, que deben acudir a pequeños centros de atención en zonas periféricas y deben ser capaces de hacer operaciones de emergencia como las cesáreas. Yo, como ginecóloga habituada a practicarlas, contribuyo a través de la educación y el intercambio de conocimientos.
365 francos para restaurar la esperanza
Luego de pasar varios años en Chad donde descubrieron la suerte de las mujeres con fístulas obstétricas, Martin y Claudia Leimgruber, pareja suiza de médico cirujano y partera, fundaron en 2003, en Berna, la organización ‘Women’s Hope International’ (WHI) para la ayuda a largo plazo de mujeres con tales lesiones. Desde entonces, la asociación ha logrado apoyar más de 1 700 operaciones.
En colaboración con partenaires suizos y/o locales, WHI mantiene su compromiso en cuatro países: Afganistán, Etiopía, Bangladés y Chad.
Entre sus proyectos: formación en cirugías especializadas para el tratamiento de fístulas y capacitación de parteras; identificación y tratamiento de las pacientes mediante una operación que cuesta unos 365 francos, microcréditos para la reinserción social tras la intervención y sensibilización de la población y del personal de salud.
Traducido del francés por Marcela Águila Rubin
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