¿Por qué el islam? Tres mujeres hablan sobre su conversión
Mutilación genital, poligamia, burka o la prohibición de dar la mano, temas relacionadas con las costumbres de la fe musulmana que irritan en Suiza. Los medios helvéticos fomentan la imagen de una mujer discriminada por el islam Como respuesta, el Tesino ha prohibido el uso del burka y el niqab. ¿Pero existe el islam respetuoso de los derechos de la mujer? Tres suizas convertidas a la fe musulmana hablan de su paso a esta religión.
Barbara Veljiji sube las escaleras que acceden a una confortable sala de madera en la vieja granja de sus padres, en la planicie bernesa. Vive aquí con su esposo albanés, sus tres hijos, su nuera y su madre. La leña al fuego cruje.
Veljiji se convirtió al islam en 1992 cuando tenía 23 años. “El islam era para mí la buena elección”. Explica que gracias a esta religión encontró la paz interior. Desde hace nueve años lleva el pañuelo en la cabeza. Ora, ayuna y respeta las reglas de la alimentación halal, aunque puede hacer una excepción si en la mesa hay una fondue china (de carne).
También es pragmática en lo que concierne a la repartición de las tareas con su esposo. Como su profesión le permite ganar un mejor salario que el que puede obtener su esposo, ella es la encargada de la subsistencia familiar. El marido es amo de casa.
El islam es “lógico“
Natalia Darwich, de la parte central helvética, siempre fue muy creyente y activa en la iglesia local. A los 30 años comenzó a tener sus dudas de seguir los preceptos de la Iglesia Católica. La fastuosidad del Vaticano le molestó y tuvo dudas sobre el acto de la confesión. Recuerda que en su infancia inventaba “pecados” para darle gusto al cura.
Por eso abandonó esta iglesia, pero siguió interesándose en cuestiones espirituales. Leyó el Corán dos veces, de principio a fin. Su acercamiento al islam es más bien cerebral. “Lo que me interesó del Islam fue el modo lógico de responder a las cuestiones”, indica Darwich. El Islam es “un cristianismo acabado”, considera.
Hace ocho años, Natalia contrajo matrimonio con un libanés y se convirtió al islam chiita. Tenía ya más de 40 años. Desde hace 3, lleva el pañuelo en la cabeza. Dejó de trabajar antes de dar ese paso
Una inspiración en Dubái
Más joven, Illi se interesaba por el budismo y era vegetariana, pero en un viaje a Dubái a los 18 años tuvo, dice, una revelación al escuchar el llamado del almuédano al rezo. En Suiza, en 2002, se convirtió al islam, dos semanas después que su novio y futuro esposo, Qaasim Illi.
Ambos pertenecen hoy a la asociación radical islámica ‘Consejo Central Islámico de Suiza’ (IZRS), relacionada con extremistas salafistas y predicadores del odio.
Nora Illi advierte que ella también tuvo prejuicios contra los musulmanes: “Pensaba que la mujer estaba sometida en el islam”. Pero después, dice, entendió que el problema se debe más bien al medioambiente cultural, y no a la religión en sí misma. Menciona, por ejemplo, la pasividad de muchas mujeres musulmanas. Pero en el islam, advierte, la mujer puede ser muy activa fuera de casa.
Valores en armonía
En las conversaciones de esta periodista con las tres mujeres se denota la interpretación que hacen al pie de la letra del Corán, pero también buscan la armonía de estos preceptos con los valores occidentales. Buscan explicaciones o disculpas para las prohibiciones musulmanas. En otras ocasiones, eludieron o minimizaron el tema. De este modo, Barbara Veljiji reconoce que, según el Corán, se puede golpear a la mujer si no es obediente, pero golpear siempre es signo de una falta de capacidad para resolver un conflicto que no tiene que ver con la religión; y el castigo también existe en el Viejo Testamento”.Por su parte, Nora Illi relativiza la prohibición de la homosexualidad que se relaciona con el Islam, al afirmar que solo concierne a su manifestación en público. Y se dice favorable al matrimonio para todos, incluidos los gays. “Yo soy tolerante”, afirma.
Las tres mujeres parecen compartir los valores culturales de Suiza, en particular, la emancipación de la mujer. Hacen una diferencia clara entre religión y cultura y coinciden en que la sociedad occidental no pudo responder a sus aspiraciones religiosas y el Islam llenó ese vacío.
Alto nivel de autoestima
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Las tres entrevistadas tienen una vida independiente, tal y como ocurre con el conjunto de la comunidad femenina musulmana en Suiza, según constata la investigación de Petra Bleisch, profesora de Friburgo, en su tesis doctoral ‘La ley islámica vivida y narrada en Suiza’.
En sus averiguaciones, Bleisch buscó definir las normas islámicas con las que las mujeres convertidas a esta religión se orientan. “Todas las mujeres con las que conversé se muestran críticas a la tarea de los imanes”, comenta la especialista en Ciencias Sociales. “Rechazan el carácter conservador de su repartición de las tareas de hombres y mujeres”. Aun cuando respetan estrictamente las prescripciones religiosas del Islam, estas mujeres convertidas determinan ellas mismas su modo de vida.
Conversión al Islam
No hay estadísticas oficiales sobre el número de personas que se convierten al Islam en Suiza. Este paso es simple e informal: Es suficiente decir en voz alta su fe en El Corán y hacer la ablución (lavatorio ritual del cuerpo con el fin de purificarlo).
Se estima que en Suiza viven 10 000 personas convertidas al Islam, que representan entre el 2 y el 4% de la población total musulmana en este país. El número de mujeres que se convierten al Islam es mucho más importante que el de los hombres.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, las conversiones aumentaron en Suiza, tal y como ocurrió en otros países occidentales. Las razones de esta alza no se han establecido con claridad hasta ahora.
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(Traducción del alemán: Patricia Islas)
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