El ébola y más allá
Los países desarrollados tienen que entender que la mejor manera de proteger a sus ciudadanos contra el ébola es ayudar a frenar la propagación del virus en África Occidental, sostiene Lawrence O. Gostin, profesor del O’Neill Institute for National and Global Health Law.
Estados Unidos y Europa han reaccionado de manera exagerada y burda ante unos pocos casos aislados del virus del Ébola al interior de sus fronteras. Estas respuestas aterrorizadas no solo son inútiles. Al violar principios científicos básicos, desafían el criterio ético fundamental para una acción obligatoria en materia de salud pública. Y cuando se trata de proteger a los ciudadanos del ébola -para no hablar de prevenir crisis sanitarias globales similares ocurran en el futuro-, estas respuestas bien pueden ser contraproducentes.
Los ejemplos más indignantes de reacción exagerada se produjeron en Estados Unidos, donde la respuesta inicial implicó una revisación más profunda de los viajeros provenientes de Guinea, Liberia y Sierra Leona. Más problemático fue el hecho de que varios estados instituyeran cuarentenas de 21 días obligatorias para los trabajadores de la salud voluntarios que regresaban a Estados Unidos de países afectados por el Ébola. Afortunadamente, la reacción política en contra de los pedidos de cuarentena rápidamente llevó a algunos gobernadores de estados a reducir las exigencias.
Es hora de que los países desarrollados reconozcan que la mejor manera de proteger a sus ciudadanos del ébola es ayudando a frenar la propagación del virus en África Occidental. Esto exige, primero y principalmente, una «respuesta rápida» al ébola en los tres países más afectados. Una respuesta de esas características debe estar respaldada por un financiamiento adecuado (y considerable); médicos, enfermeros y trabajadores de la salud comunitarios que estén bien formados, y una mejor capacidad local para el diagnóstico, el tratamiento, la localización de contactos y el aislamiento de los individuos infectados.
No hay tiempo que perder. De hecho, la escasez de un liderazgo audaz ya ha demorado durante demasiado tiempo una respuesta internacional efectiva al actual brote de ébola, aumentando drásticamente los costos de la crisis.
Más allá de frenar la propagación del ébola, la comunidad internacional debe aprender las lecciones de la crisis actual para una potencial emergencia sanitaria en el futuro, desarrollando una respuesta creíble que haga hincapié en una acción rápida, contundente y fundamentada. Con este objetivo, deberían lanzarse tres iniciativas.
Primero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) debería comprometerse a crear un fondo de intervención urgente que pudiera movilizarse con celeridad una vez declarada una «emergencia de salud pública de alcance internacional». De haber existido este fondo para una contundente respuesta inicial a los primeros brotes de ébola, la OMS habría tenido buenas razones para declarar a tiempo una emergencia internacional.
De hecho, en 2011 un comité de revisión de la OMS recomendó un fondo de este tipo, que ascendía a por lo menos 100 millones de dólares. Pese a que habría sido una suma asumible, ya que representa menos del 0,5% de la ayuda internacional a la salud, la OMS no logró crearlo. Lo disparatado de esta decisión es más que una evidencia hoy, así como lo es también que el fondo de intervención urgente debería ser significativamente superior y elevarse a 500 millones de dólares.
Lawrence O. Gostin es profesor de derecho internacional de la salud y director de facultad del O’Neill Institute for National and Global Health Law. Asimimso dirige el Collaboration Center on Public Health Law de la OMS en la Universidad de Georgetown.
El segundo pilar de una estrategia efectiva de respuesta a una crisis es la constitución de una plantilla de reserva para emergencias –elegida por la OMS, en cooperación con los gobiernos nacionales- que esté integrada por profesionales de la salud bien formados y preparados para un despliegue rápido en países de escasos recursos. Esto les proporcionaría a los países con sistemas de atención médica deficientes -que son particularmente susceptibles a los brotes de enfermedades infecciosas- los recursos humanos que necesitan para poder controlar rápidamente crisis sanitarias.
Obviamente, estas medidas no les restan responsabilidad a los países a la hora de fortalecer sus sistemas de atención médica y salvaguardar a sus poblaciones. Por ello el último paso, y el más importante, para evitar crisis sanitarias mundiales en el futuro es la creación de un fondo para el sistema de salud internacional que respalde los esfuerzos nacionales para adquirir la capacidad, tanto para responder de manera efectiva en emergencias como para ofrecer servicios médicos integrales en tiempos normales. Un fondo de esta naturaleza encajaría en el marco de las Regulaciones Internacionales de Salud que se acordó en 2005, y haría avanzar la causa de la atención médica universal, basada en el principio de que toda persona tiene derecho a la salud.
Los gobiernos también deberían asignar los fondos nacionales adecuados para alcanzar estos objetivos. Los jefes de Estado africanos, por ejemplo, deberían cumplir la promesa de la Declaración de AbujaEnlace externo de 2001 de asignar por lo menos el 15% de los presupuestos nacionales al sector de la salud. Pero, en el caso de los países con menos ingresos, cualquier progreso significativo a la hora de establecer sistemas de atención médica sólidos sería prácticamente imposible sin el respaldo de un fondo internacional.
Considerando que la creación de un fondo de estas características implica una inversión de varios miles de millones de dólares en los países con menos ingresos, la movilización social es la clave para generar el apoyo político necesario. En este sentido, la respuesta global al sida –respaldada por el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para la Lucha contra el SIDA y el Fondo Mundial contra el VIH/SIDA, la Tuberculosis y el PaludismoEnlace externo– podría ser un modelo útil.
Punto de vista
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Más allá de establecer una infraestructura sólida de atención médica, los gobiernos nacionales necesitarán desarrollar sistemas de responsabilidad para ofrecer servicios de salud a sus poblaciones. Esto incluye una gestión transparente y justa de los recursos, medidas de protección contra la corrupción, herramientas para medir los progresos, un compromiso de la sociedad civil y obligación a rendir cuentas en caso de fracaso.
Para que estos objetivos avancen, una coalición internacional está presionando para que se constituya un Convenio Marco de Salud Global para fomentar la buena gobernanza de la salud a escala local, nacional y global. El tratado, basado en el principio del derecho a la salud, ofrecería directrices claras para la asignación de recursos y otras responsabilidades.
La epidemia del ébola en África Occidental debe incitar a corregir el rumbo de la política internacional en materia de salud y recalcar la necesidad de herramientas de respuesta rápida y de infraestructuras sólidas de atención médica. Establecer marcos que determinen un financiamiento viable para alcanzar estos objetivos es una inversión sabia y asumible –en el interés de todos. Esta respuesta humanitaria conllevará mejoras importantes en el mundo, ahora y en el futuro.
(Este artículo se publicó primero en el portal Project SyndicateEnlace externo)
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