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“El COI está presionado por Occidente”

Patrick Clastres
“Es la tercera vez que Vladímir Putin burla la tregua olímpica”, afirma Patrick Clastres. Pierre-Antoine Grisoni / Strates / Patrick Clastres

La guerra en Ucrania obliga al Comité Olímpico Internacional a elegir entre la paz y los derechos humanos o la neutralidad. Esta es la opinión de un experto del olimpismo.

La tensión entre el COI y Rusia va a más. En un primer momento —tras la invasión de Ucrania— el presidente del Comité, Thomas Bach, recomendó prohibir que la delegación rusa participara en las competiciones deportivas, para luego cambiar de opinión y recomendar que participara bajo bandera neutral.

Rusia, por su parte, amenaza con organizar una red de competiciones deportivas con China, Brasil, India y Sudáfrica, entre otros países, mientras que Ucrania se niega a participar en los Juegos Olímpicos de París 2024 si participan deportistas con pasaporte ruso.

Thomas Bach, por su parte, teme que el deporte internacional quede dividido en dos bloques políticos y recientemente ha declarado que “los Juegos Olímpicos universales ya no serían posibles”.

Cuando falta un año para las próximas Olimpiadas, ¿cómo puede el COI evitar un punto muerto? ¿Su principio de neutralidad prevalece por encima de los intereses de los deportistas de Ucrania? Patrick Clastres, historiador sobre olimpismo de la Universidad de Lausana, en una entrevista concedida a swissinfo.ch, analiza las indecisiones del COI y los riesgos de que el deporte internacional se divida en dos.  

swisinfo.ch: ¿Cómo se explica la rapidez con la que en 2022 el presidente del COI, Thomas Bach, recomendó que se prohibiera participar a atletas de Rusia y Bielorrrusia si el COI no reaccionó ante las invasiones rusas de Georgia y Crimea? 

Patrick Clastres:

Es la tercera vez que Vladímir Putin burla la tregua olímpica: la desestabilización y desmembramiento de Georgia ocurrió durante los Juegos Olímpicos de Verano de Pekín en 2008; la anexión de Crimea, durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014; y la invasión militar de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, cuatro días después del final de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín. El rechazo internacional es mucho mayor, sin duda, que en 2008 y 2014. Es más, el plan de Vladímir Putin de reconstituir el antiguo imperio ruso se ha hecho tan evidente que es una amenaza para los Estados bálticos, Polonia, Moldavia y Finlandia.

Thomas Bach tiene que hacer frente además a la presión que cantidad de atletas y dirigentes olímpicos de Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Noruega y Suecia ejercen a través de las redes sociales. Los de Suiza, Francia y los Estados peninsulares de Europa, en cambio, mantienen un perfil bajo: ¿Es un mero respeto a la neutralidad deportiva o es un signo de mala salud democrática?

“El COI sufre la presión […] de quienes patrocinan el deporte internacional, en su mayoría occidentales, que no quieren correr el riesgo de que se les identifique con el bando de la guerra”.

Volviendo al COI, también sufre la presión —no muy visible, pero sí decisiva— de quienes patrocinan el deporte internacional, en su mayoría occidentales, que no quieren correr el riesgo de que se les identifique con el bando de la guerra. Por último, la decisión de 2022 permitió al COI, en una segunda fase, aprovechar el declive de la influencia rusa en el seno de varias federaciones deportivas internacionales. Tampoco olvidemos que Bach fue engañado por el sistema de dopaje institucional que se puso en marcha en Rusia entre 2011 y 2015, y por el borrado planificado de datos y pruebas que siguió a aquello.

El 28 de febrero de 2022 Thomas Bach prohibió que deportistas de Rusia pudieran participar, pero reculó el 25 de enero de 2023. ¿Cómo explica esta reacción?

Cuatro días después de invadir Ucrania, Thomas Bach pidió a las federaciones que prohibieran que atletas de Rusia y Bielorrusia pudieran competir, que pusieran fin a las competiciones deportivas internacionales en esos dos países y que suspendieran a sus dirigentes deportivos en cualquier mandato internacional. Y lo hizo en nombre de la tregua olímpica proclamada por la Asamblea General de la ONU, que comienza dos semanas antes de las Olimpiadas y termina dos semanas después. Inmediatamente siguieron su ejemplo las federaciones, a excepción de las de tiro, boxeo, sambo e incluso judo, cuyos dirigentes son próximos a Putin.     

Al anunciar en enero que estaba “buscando una vía” para reintegrar a las competiciones deportivas internacionales a los deportistas rusos y bielorrusos, Bach ha podido sorprender. En realidad, respondía a una necesidad urgente: permitir que deportistas de estos dos países participen en las pruebas clasificatorias para los Juegos Olímpicos de París en caso de que de aquí al verano de 2024 la guerra termine.  

Si el COI quiere simbolizar el universalismo olímpico, el tiempo apremia. Ante las reticencias de varios Comités Olímpicos Nacionales (CON) europeos, ha anunciado que la asociación asiática de comités olímpicos nacionales se ofrece a acoger en sus propias competiciones a los atletas rusos y bielorrusos para hacer posible su eventual calificación.

Luego, el 28 de marzo de 2023, Bach volvió a sorprender al recomendar que los atletas rusos y bielorrusos se reincorporaran a las competiciones internacionales bajo una bandera neutral y a “título individual”. ¿Podemos esperar en París una nutrida delegación rusa?

Ante las reacciones de indignación que su declaración del 25 de enero suscitó —al menos en Occidente—, Thomas Bach consideró importante precisar la postura del COI sin prever una futura decisión sobre los Juegos Olímpicos de París. Al tiempo que prorrogaba la ayuda económica al CON ucraniano, pidió a las federaciones que velaran por que quienes tuvieran pasaporte ruso o bielorruso pudieran competir solo a título individual (nada de deportes de equipo que representen a la nación), bajo bandera neutral (sin bandera, sin logotipo, sin himno, sin presencia en el medallero y vistiendo solo ropa blanca o monocolor).

Y añadió tres condiciones: que estos deportistas hubieran cumplido todas las normas del Código Mundial Antidopaje, que no hubieran apoyado la guerra en Ucrania de manera activa y que no tuvieran un contrato con el Ejército o los servicios de seguridad. Esto demuestra la capacidad del COI para idear soluciones diplomáticas totalmente inéditas.

Aunque uno de los dos expertos de la ONU que convocó el COI consideró que las dos últimas condiciones eran discriminatorias, guardan proporción con el objetivo perseguido: no privar de participar en los Juegos Olímpicos a atletas que no son responsables de la guerra. Esto dio lugar a una verdadera disonancia: la mayoría de las federaciones han seguido las recomendaciones del COI, con diferencia de capacidad de respuesta que delata cierta continuidad de la influencia rusa, mientras que otras (atletismo, bádminton, hípica, escalada, surf) se han negado a hacerlo.

No es seguro que al final gran cantidad de atletas de Rusia y Bielorrusia se clasifiquen para París 2024. Para evitar la ofensa de una representación olímpica mínima, Putin podría decidir no enviar a sus atletas. De este modo, el COI preservaría su neutralidad, al tiempo que evitaría un boicot por parte de Ucrania y sus aliados.

Ucrania, de hecho, ha declarado que no participará en ninguna competición en la que participen atletas de Rusia y Bielorrusia, por lo que podría no participar en las Olimpiadas de 2024. ¿Cómo entender la reacción del COI, que ha respondido que la participación de los CON en los Juegos Olímpicos es una obligación consagrada en su Carta?

El Gobierno ucraniano está en su papel de utilizar esta amenaza como herramienta suave de su poder deportivo. En lo que al COI se refiere, no es más que una maniobra que delata su angustia ante este embrollo diplomático y deportivo.

¿Imaginan la ausencia de Ucrania y la presencia de Rusia y Bielorrusia —incluso bajo una bandera neutral— en 2024 en París, la Ciudad de la Luz? La respuesta del COI, en este caso, es que el universalismo olímpico carecería de sentido si de los Juegos se excluyera a los 70 países que actualmente están en guerra o se limitaran a las democracias que, de hecho, son una minoría en el mundo.  

A decir verdad, la gran mayoría de los conflictos actuales son guerras civiles y fronterizas de baja intensidad. Una guerra de anexión como la que Rusia está librando es un caso único, especialmente en Europa, que fue el epicentro de dos guerras mundiales.

“El universalismo olímpico carecería de sentido si se limitara […] a las democracias que, de hecho, son una minoría en el mundo”.

Y si las democracias en el mundo son una minoría, eso no justifica que no se denuncien las violaciones de los derechos humanos, cuyo universalismo niegan los mismos regímenes que apoyan a Rusia. Todo depende del lado en el que quiera situarse el COI. También hay quien denuncia el doble rasero de quienes ahora piden sanciones, pero no exigieron la exclusión del Reino Unido y los Estados Unidos de los Juegos Olímpicos en la época de la guerra que libraron en Irak al margen del derecho internacional. Es olvidar que muchas personas y dirigentes de Occidente se opusieron a esta guerra.

Para no caer en el doble rasero, al COI le corresponde dotarse de normas claras que declaren explícitamente su apoyo a que se excluya de los Juegos Olímpicos a cualquier país que lleve a cabo una guerra de anexión e incluyan en su Carta un marco vinculante para que participen los atletas de los países en cuestión. Entonces [el COI] recuperará plenamente su misión fundadora de la paz internacional a través del deporte.  

Ante el acercamiento chino-ruso, que moviliza a algunos países del continente africano, ¿no se corre el riesgo de que surjan organizaciones deportivas internacionales paralelas?

El cambio radical en la postura del COI se explica por su temor secular a que aparezcan organizaciones deportivas internacionales que compitan con él.

“El cambio radical en la postura del COI se explica por su temor secular a que aparezcan organizaciones deportivas internacionales que compitan con él”.

Es verdad que Rusia utiliza su diplomacia deportiva para entablar un pulso de este tipo. El ministro ruso de Deportes, Oleg Matytsin, expresidente de la Federación Internacional de Deporte Universitario, en junio de 2022, viajó a India para extender la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) al ámbito deportivo. Creada en 2001 por China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán, con fines económicos y estratégicos, esta organización puede considerarse homóloga a la OCDE y la OTAN.

Se han unido desde entonces India y Pakistán, y pronto lo harán Irán, Bielorrusia, Afganistán y Mongolia. Matytsin también ha establecido vínculos con Sudáfrica y Brasil, Bosnia, Malí y Perú, y algunos países del Golfo, hasta el punto de hacer creer que es una extensión deportiva de la OCS del Sur Global.

Putin y Matytsin han invitado recientemente a los ministros de Deportes de la OCS a que envíen en agosto de 2023 a sus delegaciones de atletismo al Festival Deportivo Universitario de Ekaterimburgo, a los Juegos de la Amistad previstos en Kazán —justo después de los Juegos de París— y al posterior Foro Mundial Ruso-Islámico. En 2024, el mundo del deporte podría dividirse en dos: los Juegos Olímpicos de las democracias liberales, por un lado, y los “Juegos de la Amistad” de los regímenes autoritarios, por otro. Dando la impresión de que da marcha atrás, esto es también lo que el presidente Bach quiere evitar.

¿Puede el COI permanecer neutral?

El argumento de la necesaria neutralidad de las organizaciones deportivas internacionales ya se ha utilizado a lo largo de la historia, en los Juegos de Berlín, por ejemplo. Cuando Alemania se preparaba para la guerra, en agosto de 1936, Hitler dijo: “La competición deportiva y caballeresca despierta las mejores cualidades humanas. No separa, sino que une a los adversarios en la comprensión y el respeto mutuos. También ayuda a fortalecer los lazos de paz entre las naciones. Que la llama olímpica jamás se apague”.

En cuanto al entonces presidente del COI, el conde belga Henri de Baillet-Latour, concluyó: “Berlín ha sido el lugar de encuentro de todos los pueblos y de allí ha surgido una unidad sin la cual ni la paz ni la felicidad jamás podrían alcanzarse”. Al negarse a retirar al Tercer Reich la organización de los Juegos, como a ambos lados del Atlántico exigían entonces millones de defensores de la paz y la democracia, el COI sirvió a la causa hitleriana. Es una mancha indeleble en su historia, que todavía no quiere afrontar.

“Al negarse a retirar al Tercer Reich la organización de los Juegos de 1936 […], el COI sirvió a la causa hitleriana”.

Mantenerse al margen es permitir que el universalismo olímpico se convierta en el caballo de Troya de los enemigos de la paz y de los derechos humanos. A la luz de esta lección de la historia, el COI debe aprender a elegir el bando de la paz como indisolublemente el de las libertades y los derechos humanos.

Su suerte es, en cierto modo, que no sigue el modelo de las Naciones Unidas, con una Asamblea General en la que cada país dispone de un voto y un Consejo de Seguridad que puede bloquear las iniciativas gracias a su derecho de veto. Gracias a su contratación por cooptación —que ciertamente no tiene nada de democrático—, el COI podría muy bien elegir a sus miembros entre los dirigentes deportivos que militan en favor de las libertades, en lugar de dejar que los regímenes autoritarios le impongan sus opciones.  

Se convertiría así en una institución totalmente autónoma, que desempeñaría un papel de vigilancia democrática y pacífica del deporte a escala mundial y evitaría que los atletas tuvieran que asumir riesgos políticos. Solo por esta condición, algún día el COI podría recibir el Premio Nobel de la Paz.

Texto adaptado del francés por Lupe Calvo

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