El colapso del Credit Suisse: consecuencias y cuentas pendientes
Los bancos suizos siempre han sido percibidos como un refugio seguro, conservador y fiable en tiempos de turbulencia. La compra de emergencia del Credit Suisse por parte del UBS hizo añicos esta imagen y dañó la credibilidad general del sector bancario helvético.
SWI swissinfo.ch analiza las consecuencias e incógnitas que genera el dramático rescate de un banco considerado «demasiado grande para quebrar».
Efectos globales
Las reverberaciones de este fracaso bancario sísmico se han dejado sentir en todo el mundo.
La toma de control del UBS provocó la depreciación total del valor nominal de bonos emitidos por el Credit Suisse que estaban cifrados en 16 000 millones de francos suizos (17 000 millones de dólares). Lo anterior «traerá consecuencias de largo plazo para cualquier deuda financiera suiza», dijo al Financial Times un tenedor de bonos del Credit Suisse que pidió el anonimato.
Dicho con simplicidad, en el futuro, los inversores se lo pensarán dos veces antes de invertir su dinero en bonos corporativos suizos.
La razón: la venta del Credit Suisse fue forzada por el gobierno helvético sin pedir el voto de los accionistas. Con ello, se ha violado la ley y hecho mella en los derechos de propiedad suizos.
Una decisión que contradice la fama de Suiza como una nación que ofrece seguridad jurídica de hierro, gobernanza estable y una clara división entre los mundos político y empresarial.
Antes de la compra, Credit Suisse ya enfrentaba demandas en Estados Unidos de inversores que se quejaban de haber sido engañados por el banco.
En medio de la presente crisis, el Banco Nacional Saudí y la Autoridad de Inversiones de Qatar se han mantenido en un inquietante silencio luego de haber sido marginados durante el proceso de compra por parte del UBS.
Las acciones de Credit Suisse cotizaban en torno a los 4 francos suizos cuando los inversores de Oriente Medio aportaron miles de millones de dólares al banco. La operación de adquisición fijó el precio de cada acción del Credit Suisse en 0,76 francos suizos.
«A partir de ahora, los inversores en Suiza pueden esperar ser expropiados sin ningún sustento legal”, expresó al grupo de noticias Tamedia, el profesor de derecho suizo Peter V Kunz, quien añadió que “las demandas no se harán esperar”.
Recogiendo los añicos
Una cosa es anunciar la compra de una gran empresa y otra es materializarla con éxito, sobre todo cuando la institución adquirida ya estaba de rodillas.
«Se trata de una solución comercial, no de un rescate», afirmó la ministra suiza de Finanzas, Karin Keller-Sutter.
Pero si las cosas van mal, los contribuyentes suizos deberán pagar 9 000 millones de francos. El Banco Nacional de Suiza (BNS) se ha comprometido a imprimir hasta 100 000 millones de francos suizos para garantizar que el banco fusionado disponga de los fondos suficientes para realizar sus operaciones cotidianas.
Colm Kelleher, presidente de UBS, declaró que la adquisición «fortalece a Suiza como centro financiero mundial de primer orden». Añadió que el “UBS seguirá siendo sólido como una roca” y esta operación le abre “enormes oportunidades”.
Pero antes será necesario limpiar todos los activos tóxicos de la división de Banca de Inversión del Credit Suisse para «ponerla en línea con nuestra cultura conservador con respecto al riesgo”, añadió Kelleher.
Los 9 000 millones de francos suizos de respaldo estatal entrarían en juego para compartir la carga de las posibles pérdidas en la que podría incurrir el banco durante el presente ejercicio fiscal.
En el plano operativo, UBS se enfrentará además a la tarea de integrar las unidades de banca minorista y de inversión, gestión de patrimonios y gestión de activos de dos grandes bancos que eran competidores, sin que hayan tenido oportunidad de prepararse para ello.
Kelleher y el actual director general del UBS, Ralph Hamers, serán los responsables del nuevo banco fusionado que será, básicamente, una versión ampliada del UBS.
Actualmente, UBS tiene 72 600 empleados a nivel mundial. Por ello, los 50 000 trabajadores del Credit Suisse -16 000 de ellos basados en Suiza- enfrentan una gran incertidumbre con respecto a su futuro laboral.
Los sindicatos han exigido a las autoridades un plan de acción que atenúe el dolor de los inevitables despidos que se observarán.
Al respecto, las autoridades suizas afirman que garantizan que el Credit Suisse se desmantelará de forma ordenada y el sistema bancario suizo estará a salvo. Pero las promesas gubernamentales no siempre se han materializado.
¿Cómo ha ocurrido todo?
Tras la crisis financiera de 2008, se suponía que el mundo no volvería a observar un colapso tan dramático.
Desde entonces, los bancos de todo el mundo se vieron obligados a fortalecer las reservas destinadas a amortiguar las perturbaciones del mercado. Suiza decidió incluso aplicar su propio “acabado helvético” , una versión aún más estricta de estas normas.
Evidentemente, estas reglas no impidieron el colapso de Credit Suisse. Y la fusión del segundo mayor banco de Suiza con UBS ha creado ahora un monstruo en el que se intensifica el estatus de “demasiado grande para quebrar».
El balance combinado de ambos bancos asciende a más de 1,6 billones de francos suizos, el doble de los 800 000 millones de francos que conforman el Producto Interno Bruto (PIB) de Suiza.
Ante la crisis del Credit Suisse, el dedo flamígero apunta hacia una sucesión de malos gestores y una cultura de generar ganancias a toda costa.
Aunque técnicamente el banco poseía fondos suficientes para seguir operando, el largo listado de errores y escándalos de los últimos años destruyó la confianza del mercado en la marca Credit Suisse.
Poco antes de la adquisición, el economista en jefe de la Confederación Suiza de Sindicatos, Daniel Lampart, declaró a la televisión pública suiza SRF: «Hicieron chapuzas, asumieron riesgos que eran incapaces de controlar y ganaron cantidades demenciales de dinero».
Hoy, los partidos de izquierda lideran la reforma al sector bancario en Suiza.
Las propuestas incluyen dotar a FINMA, autoridad supervisora del sector financiero, de más fondos y poder para imponer multas a los bancos que sean riesgosos para el sistema.
Hay también demandas más draconianas para llevar a los ejecutivos de los bancos ante los tribunales y encarcelarlos cuando incumplan flagrante y deliberadamente las normas.
La imagen de Suiza
Al final, 167 años de historia del Credit Suisse se han visto truncados en un fin de semana de frenéticas negociaciones que lograron un rescate de última hora.
Suiza ha perdido una de sus marcas corporativas más emblemáticas, fundada en 1856 por el célebre empresario Alfred Escher para financiar un periodo dorado del crecimiento industrial suizo.
La conmoción actual se asemeja a la que se vivió durante la quiebra de la aerolínea nacional Swissair en 2001, aunque probablemente hay menos gente que piensa en el Credit Suisse con la misma nostalgia.
Las autoridades suizas se vieron obligadas a rescatar a UBS en 2008, pero el banco número uno del país era sólo una de las muchas instituciones de crédito internacionales a punto del colapso durante una crisis que fue de alcance mundial.
En este caso, la crisis del Credit Suisse es producto de sus propios errores y su agonía sólo fue acelerada por la reciente quiebra de dos bancos en Estados Unidos, que en ninguno de los casos tenían ni el tamaño ni la relevancia del banco helvético.
Hoy, es Suiza el único país que está causando grandes estragos al sistema financiero global.
Traducción del artículo original escrito en inglés: Andrea Ornelas
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