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El Ejército de Salvación al rescate de los desposeídos

La Residencia, hogar psicoeducativo del Ejército de Salvación en Lausana. swissinfo.ch

Cobijo, comida y una mano amiga para las personas en situación de precariedad. Este Año Nuevo, el menú incluye salmón y carnes frías, gracias a la cooperación de las marmitas.

Catherine Matter, responsable de un albergue para indigentes y de hogares para enfermos psíquicos, explica a swissinfo el mecanismo de esas instituciones.

«A mí siempre me han conmovido las minorías y realmente no es por un azar que estoy aquí. Los usuarios de La Marmota son personas que están un poco en la sombra. Cuando llego por las tardes y veo que desde las cinco ya hay colas cuando abrimos a las 21.00 horas…»

La Marmota se ubica en la ‘Place du Vallon’, muy cerca del caso viejo de la ciudad de Lausana, en un inmueble que ofrece 28 camas a las personas que noche con noche, a lo largo de todo el año, acuden en busca de techo y pan.

«Estamos financiados en parte por la comuna y en parte por el estado, y nuestra misión es caramente la de dar albergue de noche a las personas sin hogar», explica nuestra interlocutora y añade que tanto en verano como en invierno, La Marmota siempre está muy solicitada.

En el otoño, inclusive, han tenido que rechazar a algunas personas. En el invierno, aun cuando es mayor la inclemencia del tiempo, la demanda disminuye puesto que las autoridades locales ponen en funcionamiento instalaciones de Protección Civil, para evitar que una sola persona pueda quedar desabrigada.

Una población cambiante

Inquirida sobre el «perfil» de las personas que acuden a La Marmota, la directora de esa instalación señala que es muy difícil establecerlo. Precisa que hay algunos «habituados» y que se trata, básicamente, de gente de la región.

Algunos otros sufren de problemas psíquicos o somáticos y están un poco en ruptura social. Otros más, de toxicomanías y utilizan las diferentes estructuras para dormir, pero en La Marmota son minoría. Ello obedece, de acuerdo con nuestra interlocutora, al hecho de que en los últimos años se han abierto diversas instituciones para la atención de las dependencias.

«La mayor parte de los usuarios son gente de pasaje, gente que no tiene posibilidad de tener trabajo ni apartamento, y entre los cuales un buen número es de origen extranjero», indica. El lugar de procedencia de éstos últimos varía.

«Hay movimientos de población. A veces hay más personas de África del Norte. En otros momentos pueden ser gentes de Georgia, de otros países del Este, pero no sabemos bien a qué obedece. Lo que podemos decir es que la mayoría son hombres. Hay pocas mujeres. Aquí hay 28 lechos, de los cuales cuatro son para mujeres y no siempre están ocupados».

También acuden, aunque en menor número –puesto que también existen instalaciones ad hoc para ellos- personas en edad avanzada. «Y es muy fuerte ver a esas personas haciendo cola para poder tener una cama». En tales casos, o cuando acuden familias con menores, los responsables de La Marmota los canalizan a instituciones más acordes.

Sufren en silencio

Toda aquella persona que quiera dormir en La Marmota puede hacerlo. El requisito es pagar cinco francos («aunque a veces hay excepciones») y esa cuota comprende una comida de noche, la ducha, la cama y un desayuno copioso. Las personas pueden ingresar a las 21:00 horas al lugar y deben dejarlo a las 08:30.

Además, sólo pueden dormir en las instalaciones en cuestión un máximo de 13 noches por mes. Para el resto existe otra estructura, el ‘Sleeping’ que los admite hasta 15 o 17 noches. «La idea es que se turnen, pero estamos reflexionando sobre la conveniencia de una medida semejante», precisa nuestra interlocutora.

En entrevista con swissinfo, Catherine Matter habla también del sentimiento de satisfacción que le produce trabajar con las personas sin hogar o con los enfermos. «Me gusta estar con ellos. Tengo la impresión que podemos aportarles mucho y que también recibimos mucho a cambio», dice.

«Me conmueven esos usuarios de La Marmota que esperan pacientemente aun cuando de repente haya roces. Pienso que son personas que sufren en silencio e idem acerca de los residentes, aun cuando sus situaciones sean otras», enfatiza Catherine Matter.

Incomprendidas

Los «residentes» a los que hace referencia son las personas que viven en el hogar denominado justamente La Residencia, que se ubica en el mismo edificio que La Marmota, pero en diferente piso. Se trata de enfermos con problemas psíquicos, en su mayoría de esquizofrenia, y que reciben una atención especializada.

«Son personas que sufren enormemente con su enfermedad, y que con frecuencia, creo, han sido mal comprendidas porque se esperaba mucho de ellas: ‘¡Hay que trabajar, hay que moverse, para integrarse hay que hacer un esfuerzo…!’

«Ellos han escuchado mucho eso, pero cuando uno está enfermo, uno está enfermo y hace todo lo que se puede y ya es un gran esfuerzo el de manejar su propia enfermedad», subraya nuestra interlocutora.

«La Residencia es un hogar psico-educativo financiado por el Estado, en el que acogemos a personas que tienen grandes problemas psíquicos crónicos, con un largo camino detrás de ellas, que quizá estuvieron en otros hogares, hospitalizados varias veces en psiquiatría, que algunos quizá también han sido indigentes y que en un momento dado pudimos aceptar para que tuvieran un seguimiento de cuidados psiquiátricos».

En La Residencia viven 37 personas entre hombres y mujeres; la duración de su estancia es ilimitada y cuentan con un acompañamiento personalizado.

Atender lo particular sin descuidar el resto

«Porque cada una impone su personalidad, sus necesidades, su marginalidad, su particularidad. Intentamos trabajar con todas esas particularidades y que la vida en colectivo se pase lo mejor posible. Y yo creo que es el caso puesto que la estancia es más bien larga, o sea que se encuentran bien aquí».

La diferencia entre La Residencia y otras instituciones psiquiatritas, explica Catherine Matter, «es que nosotros no tenemos forzosamente un programa limitado en el tiempo, ni tenemos que alcanzar un objetivo determinado.

«No tenemos esas exigencias, entonces, las personas toman el tiempo que requieren para alcanzar sus propios objetivos de vida y si su deseo es quedarse aquí, aquí se quedan. Tenemos tiempo y eso es muy agradable».

Las personas que llegan a La Residencia o al Hogar para Mujeres (la tercera institución a cargo de Catherine Matter, también psicoeducativa, con una capacidad para 23 personas) tienen entre 18 y 65 años. «Ahora tenemos a personas que viven aquí desde hace mucho tiempo y mientras su salud física lo permita, van a quedarse aquí. No vamos a pedirles que se vayan a los 65 años».

swissinfo, Marcela Águila Rubín

El número de personas sin hogar aumenta constantemente.

Los toxicómanos u otros dependientes acuden menos a estructuras para indigentes porque se han creado instituciones especializadas para atenderlos.

Entre las personas que buscan un lugar en donde pasar la noche se encuentran muchos hombres jóvenes.

Se trata básicamente de personas con dificultades para encontrar empleo y entre las cuales alrededor de un 80% son extranjeros.

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