Embalajes seguros, para seguir a la vanguardia
En Suiza, la industria del embalaje resiste a la crisis y se concentra en desafíos como eliminar los riesgos de contaminación de alimentos que pueden originarse por la presencia de sustancias tóxicas en los paquetes de material reciclado.
El paquete es esencial. Protege el artículo, lo diferencia de otros y muestra al consumidor el modo de uso y contenido del producto.
La industria del empaquetado en Suiza genera el 1% del Producto Interno Bruto. “Un porcentaje muy alto, en comparación con otros países”, indica
Stephan Schüle, director del Instituto Internacional de Embalajes en Schaffhausen, encargado de observar el desarrollo del rubro a escala mundial.
Entre los grandes fabricantes en Suiza en el sector se encuentran el Grupo Model, Bourquin o SIG.
El papel destacado de Suiza en el campo de la tecnología del empaquetado tiene raíces históricas, explica Schüle. “Hace un siglo en los alrededores de
Schaffhausen se inventó la hoja de aluminio”.
“Suiza se destaca tradicionalmente por su ingenio en la innovación industrial y también el sector de la maquinaría para embalajes tiene una importancia significativa”.
Con regularidad, las empresas helvéticas del renglón reciben premios, como el obtenido por la fábrica de botellas Sigg por un embalaje de cartón y plástico, fácil de abrir y de desechar, con respeto ecológico, indica Joachim Kreuter, redactor en jefe de la publicación especializada Pack aktuell.
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La especialización es el camino
Pese a la crisis del Euro, el sector helvético del embalaje se encuentra en buen estado, debido a que se ocupa de productos esenciales, tales como los del sector alimenticio, apunta Schüle. “Aun cuando la economía no va bien, la gente debe comer, adquiere cosméticos y productos farmacéuticos.”
Pero el principal desafío del sector es la futura elaboración de paquetes para los productos más simples. “Paquetes simples pueden ser adquiridos en todas partes, y hay muchos muy baratos”, recuerda Stephan Schüle. En el futuro, el mercado no crecerá en Europa, “sino más que nada en Asia, y bien pronto, también en África. Este es el desafío”.
Para mantenerse indispensable, “el ramo debe pensar más allá del producto y del simple concepto de un paquete”, apunta Kreuter.
Por ello, la necesidad constante de innovación y “de permanecer a la vanguardia en materia de desarrollo técnico”, sostiene, por su parte, Schüle.
Opinión que comparte Philippe Dubois, al frente del Instituto Suizo de Embalajes, dicho de otro modo, la agrupación que reúne a las empresas del sector. “Requerimos cada vez más de especialistas que puedan proporcionar soluciones apropiadas a estas exigencias”.
El Instituto Suizo de Embalaje SVI cambiará de nombre en junio para denominarse ‘Asociación de la Industria del Empaquetado’. Esta institución celebra sus 50 años de existencia en 2013.
250 empresas lo conforman, con un total de 19.000 trabajadores.
En 2011 el sector registró ingresos por alrededor de 6.700 millones de francos.
La cifra representa el 1,15% del PIB helvético
Los mayores ingresos se han generado en el sector de producción de embalajes con materiales plásticos (3.600 millones de francos suizos). El sector que emplea cartón y cartón ondulado generó 1.000 millones de francos de ganancias.
(Fuentes: SVI y Oficina Federal de Estadísticas)
Sabor amargo
Otro desafío resulta de los temores por la contaminación de alimentos debido a las sustancias contenidas en embalajes, recuerda Kreuter.
A la mitad de la década de 1990 se supo que las sustancias contenidas en los paquetes pueden penetrar en el producto mismo que protegen. Se trata principalmente de aceites minerales, solventes y suavizantes, que provienen de periódicos y libros reciclados en el cartón del embalaje. Y actualmente las muestras de laboratorio muestran que estos ejemplos de contaminación aún se producen.
«La dificultad radica en que se desconocen todas las sustancias que pueden emigrar de los paquetes“, precisa Thomas Gude, químico alimenticio y coordinador científico de los Servicios Suizos de Pruebas de Calidad (Swiss Quality Testing Services), que pertenece al grupo de supermercados Migros. A esto se suma el hecho de que el cartón reciclado presenta “cualidades cambiantes” que se producen al momento del contacto con los alimentos.
“Debo asegurarme que el embalaje no tenga ninguna influencia negativa con el producto que resguarda”, explica Kreuter al abordar la esencia del problema del que se ocupa, desde hace cinco, años un grupo industrial especializado, conocido bajo el nombre de ‘Joint Industry Group’ (JIG).
“En el caso de la industria suiza, consideramos que ha hecho bien su trabajo en ese sentido”, señala Philippe Dubois. “Conocen el problema desde hace tiempo y el JUG ha establecido una lista de control para reducir el riesgo al mínimo”.
Y aunque el riesgo cero no existe, Suiza ha jugado un papel precursor al respecto, advierte Stephan Schüle. Opinión que apoya Thomas Gude.
Cuestión de cantidad
Los eventuales efectos perjudiciales para el consumidor dependen de la cantidad de la sustancia nociva que puede ser absorbida por el alimento empaquetado, explica el químico Gude. En su opinión, también se requiere diferenciar si se trata de una sustancia en un alimento básico, o en un chocolate, por ejemplo, que no se consumo a diario”.
Un estudio helvético comprobó que también la temperatura del lugar donde se conservan los productos influye en la migración de las sustancias de los embalajes a los alimentos.
Para resolver este riesgo, a mediano plazo se ha pensado en colocar, entre el material del paquete y el producto en sí mismo, las denominadas “barreras funcionales”. Se trata normalmente de una o más capas de sustancias inocuas para que funcionan de protección.
Si no se resuelve eliminar el riesgo existente actualmente con los paquetes hechos con material reciclado, Kreuter considera que estas barreras serán necesarias. “Una tarea que aún no ha sido resuelta”.
Traducción del alemán: Patricia Islas
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