Italia y Europa: Tras Aquarius ¿qué sigue?
A pesar de la importancia simbólica, legal y humana de cerrar los puertos a varios barcos de las ONG, el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, no la tendrá fácil para obtener una mayor solidaridad de los países europeos. El caso Aquarius ha puesto de manifiesto la división dentro de la Unión Europea y la incapacidad de los Estados miembros para encontrar una respuesta común al reto del siglo.
Tras nueve días en mar abierto y rehenes de una Europa cada vez más dividida, los 629 inmigrantes y refugiados rescatados el 9 de junio por el barco Aquarius desembarcaron el domingo en el puerto español de Valencia.
Si esta odisea en el Mediterráneo terminó, el estira y afloja entre Italia y la Unión Europea continúa al ritmo de Twitter y un hashtag – #cliudiamoiporti (¡Cerremos los puertos!) que se ha convertido en el símbolo de la nueva línea de inmigración del ministro del interior Matteo Salvini.
Desde su creación en febrero de 2016, la nave Aquarius ha rescatado a más de 30 000 personas, de las cuales más de 2 000 desde principios de este año. Su desempeño en el mar cuesta 12 000 francos suizos por día, lo que cubre los gastos de alquiler del barco, la tripulación y el combustible. En 2017, el 90% de este presupuesto fue cubierto por donaciones privadas: casi 3,5 millones de euros. Registrado en Gibraltar, Aquarius es operado por la ONG SOS Mediterranee, en colaboración con Médicos Sin Fronteras y es uno de los pocos buques que realiza operaciones de búsqueda y rescate tras la imposición de un código de conducta impugnado por Italia, que incluye la obligación de contar con oficiales de policía armados a bordo.
Fuente: Radiotelevisión suiza (RTS)
Una línea dura, dirigida por ahora sólo a los barcos de las oenegés. Fue impuesta en 2014 cuando Italia concluyó su Operación Mare Nostrum, para salvar a los migrantes de la muerte en el Mediterráneo. Tras el caso Aquarius, el sábado Matteo Salvini negó el acceso a los puertos itálicos a otros dos barcos de oenegés, esta vez de bandera holandesa, con más de 500 personas a bordo.
Un modo de ejercer presión para que Europa revise el Reglamento de Dublín para aliviar la carga que soportan los países mediterráneos, que están geográficamente en primera línea ante la ola migratoria y para eliminar la norma que obliga a los inmigrantes a solicitar asilo en el primer país al que llegan.
Esta prueba de fuerza del líder de la Liga, que viola el derecho internacional, no es ninguna sorpresa, pero es una continuación de la política de cierre lanzada hace un año por el exministro Marco Minniti, explica el investigador y experto en migración suizo Charles Heller. «Minniti ya había amenazado con cerrar puertos antes de imponer un código de conducta a las ONG, criminalizar su acción humanitaria y firmar un pacto con Libia. Una estrategia que ha llevado a una fuerte disminución de los desembarques en Italia en el último año, para llegar a los niveles más bajos desde 2013, pero que no ha impedido que Matteo Salvini vaya más lejos.
Más allá de Dublín, el nudo europeo de la migración
No es la primera vez que un primer ministro o un ministro italiano intenta, a su manera, presionar a Europa para que sea más solidaria. Para Etienne PiguetEnlace externo, profesor de la Universidad de Neuchâtel, Suiza, «sería ingenuo pensar que este acto de fuerza conduzca a una reforma radical del Reglamento de Dublín, como afirma Salvini». El tema será afrontado el 28 y 29 de junio en un encuentro del Consejo Europeo, pero ya se ha rechazado la idea de un mecanismo de reparto obligatorio entre los 27 Estados miembros de la UE. «El riesgo ahora es que los Estados europeos elijan el camino de cada uno para sí mismo, siguiendo el modelo húngaro, y dejen de comunicarse”.
En el mismo sentido opina Ferruccio Pastore, director del Foro Internacional y Europeo para la Investigación sobre la Inmigración (FIERI), con sede en Turín, Italia: una revisión sustancial del Reglamento de Dublín es muy poco probable. Y Matteo Salvini es consciente de ello. «Por esta razón, está tratando de actuar en otra área, la del mar, que es problemática tanto desde el punto de vista moral como jurídico. Sin embargo, no creo que tenga mucho margen de maniobra, porque Italia es como un jarrón de barro entre jarrones de hierro en este momento. La paradoja es que en Europa existe el consenso que apoya la idea de que Italia no debe ser dejada a su suerte, pero estas palabras no dan lugar a la acción».
«El riesgo ahora es que los Estados europeos elijan el camino de cada uno para sí mismo, siguiendo el modelo húngaro, y dejen de comunicarse»:
Ferruccio Pastore
Además, una reforma del Reglamento de Dublín no resolvería el problema, señala Ferruccio Pastore. «En los últimos cuatro años, Italia ha visto la llegada de más de medio millón de migrantes africanos. Se trata, en su mayoría, de hombres jóvenes con un bajo nivel de formación y sin ningún tipo de cualificación para el estatuto de refugiado o de protección subsidiaria. Estas personas, por lo tanto, no forman parte de ningún posible programa de colocación en la UE y ponen a Italia en una situación única en comparación con otros países europeos.
Si el Reglamento de Dublín penaliza severamente a los Estados mediterráneos, Italia y Grecia en particular, sin duda favorece a otros. Suiza, por ejemplo, es el país europeo que ha transferido el mayor número de migrantes, casi siempre a Italia. Por lo tanto, una reforma de Dublín también tendría un impacto directo en la política migratoria suiza, que es la interpretación más rigurosa de este acuerdo.
Alemania, por ejemplo, ciertamente dio la bienvenida a más de un millón de personas en 2015, pero en su mayoría eran familiares de refugiados sirios con un nivel más alto de educación y mayores oportunidades de entrar en un mercado que ofrece empleos. «Medio millón de jóvenes africanos no son una amenaza existencial para Italia, pero tampoco son un hecho insignificante. Aunque es necesario reformar Dublín, también debemos darnos cuenta de que la gestión de la migración va más allá de la cuestión del asilo, que en ausencia de canales legales para la inmigración se ha convertido en el único medio de obtener un permiso para permanecer en Europa”.
Cerrar una frontera, abrir otra
Sin embargo, la Unión Europea parece incapaz de encontrar un consenso mínimo sobre una nueva política de migración y el caso Aquarius ha puesto aún más de manifiesto la fractura y la incoherencia dentro de los Estados miembros. Francia, que durante mucho tiempo ha cerrado la frontera con Italia, en Ventimiglia, acusa a Roma de cinismo; España muestra solidaridad, pero bloquea sus enclaves de Ceuta y Melilla; Angela Merkel se ve obligada -quizás- a aceptar el rechazo de los inmigrantes en la frontera para salvar a su gobierno; y el presidente húngaro, Viktor Orban, no quiere oír nada que no sea el reparto inmediato de todos los solicitantes de asilo.
La única manera de llegar a un consenso parece ser el convertir a Europa en una fortaleza. Pocos días después del inicio del caso Aquarius, la Comisión Europea propuso triplicar los fondos asignados a la migración y, en particular, al control fronterizo, hasta situar este presupuesto en el orden de los 34 900 millones de euros. El objetivo es externalizar cada vez más la gestión de la migración mediante la celebración de acuerdos con países de origen y tránsito, como Turquía y Libia, que también están acusados de graves violaciones de los derechos humanos.
«Treinta años de política europea demuestran que el cierre de las fronteras no es un medio eficaz para frenar la migración, sino simplemente para hacer el viaje aún más peligroso»:
Charles Heller
Sin embargo, esta estrategia sólo tiene un impacto a corto plazo, mientras que el coste humano es muy elevado, subraya Charles Heller, que también es cofundador del proyecto Forensic OceanographyEnlace externo,
que traza un mapa de las violaciones de los derechos de los inmigrantes en las fronteras marítimas de la UE. «Treinta años de política europea demuestran que el cierre de las fronteras no es un medio eficaz para frenar la migración, sino simplemente para hacer el viaje aún más peligroso», afirma el investigador. Varios informes de organizaciones internacionales también demuestran las graves violaciones de los derechos humanos que se están cometiendo en Libia y plantean serias dudas sobre los principios que la Unión Europea está dispuesta a sacrificar en un intento de gestionar los flujos migratorios procedentes de África y Oriente Próximo.
¿Y ahora qué?
Entonces, ¿dónde está el camino que hay que recorrer? Para Charles Heller, las políticas estatales sólo pueden crear un marco legal que acompañe la migración. Pretender detenerlos sin transformar los profundos factores que influyen en la dinámica migratoria es una ilusión. Una ilusión que solo crea más peligros, más criminalidad y, a fin de cuentas, mayores resentimientos en los Estados que han «perdido el control».
Ferruccio Pastore hace eco de este punto de vista: «El rechazo de inmigrantes no puede ser la solución europea, porque va en contra del sistema jurídico”. La Unión Europea debe seguir concentrándose en el contexto del origen y del trnánsito, para afrontar las causas profundas de la migración y ayudar a África a desarrollarse de manera sostenible, de modo que «el desarrollo económico sea al menos igual al desarrollo demográfico».
Este es el camino a seguir, según el director de FIERI, pero «el problema es que, a pesar de las promesas, los países europeos -especialmente los que dicen `ayudarles en su propio suelo – no han hecho ninguna contribución al Fondo Fiduciario Europeo para África, el primer instrumento operativo para crear alternativas sobre el terreno». Ferruccio Pastore también subraya el peligro inherente a los acuerdos que varios países europeos y la propia UE alcanzan actualmente con África. «Se están invirtiendo importantes recursos para que los gobiernos africanos se conviertan en policías de sus pueblos, prohibiéndoles toda libertad, y a la larga esto puede ser una herramienta envenenada, que genera inseguridad e incluso puede llevar a una revolución, como fue el caso con la Primavera Árabe».
La disminución de los desembarques en Italia y la estricta aplicación de los acuerdos de Dublín por parte de Suiza han provocado también una ligera disminución de las solicitudes de asilo en Suiza. Durante los cinco primeros meses de 2018, 6 574 personas presentaron una solicitud de asilo, frente a 7 489 durante el mismo período del año precedente (-12%) y 11 948 en 2016 (-45%).
Fuente: Secretaría de Estado de Migraciones
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