Finanzas universitarias, ¿al servicio de la sociedad o de la codicia?
¿Es correcto que los bancos financien las cátedras que formarán a los futuros economistas y financieros? Las irreconciliables opiniones de dos expertos son simultáneamente el reflejo de dos visiones opuestas de la economía… y del mundo.
¿Se puede ser juez y parte? El pasado mes de marzo, inmediatamente después del anuncio de la debacle de Credit Suisse, el Departamento Federal de Finanzas (DFF) encargó un análisis para explicar por qué la normativa «too big to fail» no había funcionado en este caso. En aquel momento, la prensa y los partidos políticos se escandalizaron de que este estudio se hubiera confiado al profesor Manuel Ammann, especialista en la materia pero también director del Instituto Suizo de Banca y Finanzas de la Universidad de San Galo, cofinanciado por… Credit Suisse.
Un anuncio que atizó el debate sobre la financiación de la enseñanza y la investigación universitarias que imparte el sector privado. A diferencia de lo que ocurre en Japón, Reino Unido o Estados Unidos, esta práctica es poco conocida y aún mal aceptada en Suiza.
Pero es una forma de trabajo que reporta una tendencia al alza. De acuerdo con las cifras más recientes de la Oficina Federal de Estadística (OFS) correspondientes al 2019, la proporción de financiación privada destinada a universidades e institutos federales de tecnología representa entre 10% y 41% de sus gastos, según la institución.
Las cooperaciones entre universidades y el sector privado no están relacionadas solo con las finanzas, también se observan en los campos de la medicina, la farmacéutica y toda una vasta gama de disciplinas tecnológicas.
Pero en el caso de la Universidad de San Galo -que encabeza la lista-, sí hay una relación directa con la economía. Con su escuela de negocios al estilo americano, la universidad promueve una visión del mundo que muchos en Suiza consideran muy liberal en términos económicos. Y no es de extrañar que San Galo sea la sede del mencionado instituto, que cuenta con una subvención de diez millones de francos suizos del Credit Suisse.
Este tipo de colaboraciones no son vistas como un problema por François Degeorge, catedrático de Finanzas de la Universidad de la Suiza italiana y director del Instituto Suizo de Finanzas. Al fijar su posición por escrito, Degeorge expresa que «los bancos financian fundaciones no lucrativas que cooperan con las universidades. Sin embargo, son fundaciones que cuentan con un riguroso sistema de gobernanza científica que busca la excelencia académica, garantizando siempre la independencia de las universidades y los investigadores».
¿Quién paga las facturas?
Marc Chesney opina distinto. El profesor de finanzas de la Universidad de Zúrich y crítico acérrimo de lo que llama las «finanzas de casino», autor de La Crisis Permanente, afirma que «recibir dinero de uno o varios grandes bancos es un incentivo para callar o para defender la agenda de estas instituciones”.
Luego cita algunos temas de investigación que, en su opinión, «no son relevantes para el bien común». Por ejemplo, «¿cómo podemos mejorar el rendimiento de una cartera de un fondo de alto riesgo? De acuerdo con el académico, «estos rendimientos permiten a individuos que ya son muy ricos enriquecerse aún más, y esto solo acentúa las injusticias sociales”.
Además de que se crea una situación de “complacencia en favor las grandes instituciones financieras», Marc Chesney dice lamentar que la práctica y la enseñanza de las finanzas estén impregnadas del espíritu de los pensadores de los años 80, que coinciden con la visión de Milton Friedman en lo que hoy se conoce como la Escuela de Chicago. Una corriente que defiende la existencia de mercados libres, la libertad individual y el rechazo de la intervención gubernamental en la economía.
El análisis de Chesney es refutado por François Degeorge, quien afirma que «el supuesto dominio de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago es un mito». Y recuerda que, en materia de finanzas empresariales, el modelo que defiende la creación de valor en favor de los accionistas se remonta a Irving Fisher, de la Universidad de Yale, en el año 1930.
Y en las finanzas de mercado, el modelo fundamental de los precios de los activos financieros conduce a la tesis doctoral que presentó Louis Bachelier en la Sorbona en el año 1900. «Ambos modelos son varias décadas anteriores a Milton Friedman y siguen siendo pilares de los manuales de finanzas actuales”, afirma el director del Instituto Suizo de Finanzas.
¿Finanzas sostenibles?
¿Cómo se materializa en las aulas el potencial conflicto de interés antes referido? «Al día siguiente de la debacle de Credit Suisse, traté el tema y pregunté a mis alumnos de licenciatura si lo habían analizado con otros profesores. Aparentemente no, o no al menos lo suficiente. Esto es un problema», deplora Marc Chesney.
Sin embargo, las cosas han cambiado en la enseñanza desde la crisis de 2008. En Zúrich, Marc Chesney introdujo «cambios profundos» en su cátedra, con la consciencia absoluta de que “si una teoría es claramente errónea, no vas a seguir enseñándola».
En opinión de Chesney existe una verdadera crisis de valores. «Yo pregunto a mis alumnos cuáles son sus valores. ¿Son sólo de carácter financiero?”. El profesor se define a sí mismo como un «deconstructor» de las finanzas, una tarea que le exige, evidentemente, tener un vasto y preciso conocimiento del campo financiero que requiere el proceso de deconstrucción.
En su turno, François Degeorge también admite que la enseñanza de las finanzas, que es una disciplina aplicada, está siempre en evolución y se ha transformado profundamente desde el 2008. «El tema de la estabilidad financiera ha adquirido mucha mayor relevancia en los cursos. Recientemente, también se han introducido en las aulas clases de finanzas sostenibles y de digitalización».
¿Finanzas sostenibles? Para Marc Chesney, este concepto es simplemente un «oxímoron», una figura retórica que combina dos palabras con significados contradictorios. Reconoce que las cosas «suceden de una forma distinta en instituciones como el Alternative Bank Switzerland», pero para él, en general, en los grandes bancos domina la lógica de las finanzas de casino y sus apuestas.
Visiones irreconciliables
Al final, es evidente que los dos profesores divergen totalmente en la forma en la que nuestras sociedades deben repartirse la riqueza. «Evidentemente, en una economía de mercado basada en la propiedad privada, la riqueza colectiva es igual a la suma de las riquezas individuales», afirma François Degeorge. Salvo en aquellos casos en los que una parte de esa riqueza es estatizada o colectivizada, que es algo que un liberal no querría.
«Dicho lo anterior, cuando la colectividad necesita grandes inversiones, las finanzas pueden proporcionárselas. Fue gracias a la creación del Credit Suisse que el país financió su red ferroviaria en el siglo XIX», dice Degeorge.
Pero en el actual siglo XXI, Marc Chesney constata que «los signos vitales están en rojo». El profesor hace referencia al calentamiento global, la pérdida de la biodiversidad y la guerra de Ucrania, entre otros. Y exhorta a “un cambio de paradigma». Porque una sociedad en la que predominan el egoísmo y el cinismo «no sabrá resolver estos problemas urgentes».
Visiones irreconciliables, ya lo dijimos antes…
Texto adaptado del francés por Andrea Ornelas
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