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¿Irse o quedarse? El dilema de las empresas suizas en Rusia

Inauguración de la nueva Embajada de Suiza en Moscú el 18 de junio de 2019. Numerosos representantes de empresas suizas activas en Rusia asistieron al acto. Keystone / Yuri Kochetkov

Tras el estallido de la guerra en Ucrania, varias empresas suizas han suspendido sus actividades en el mercado ruso por el riesgo que supone para su reputación. Sin embargo, la decisión de abandonar el país no es fácil. SWI swissinfo ha consultado a unas 20 empresas.

Junio de 2019, los ministros de Asuntos Exteriores Ignazio Cassis y Sergei Lavrov brindan por la nueva embajada suiza en Moscú. La fiesta costó unos 700 000 francos, pagada en gran medida por patrocinadores privados. Entre ellos se encuentran empresas con sede en Suiza controladas por oligarcas rusos, como Eurochem, el gigante de los fertilizantes con sede en Zug dirigido por Andrey Melnichenko, el Grupo Volga de Gennady Timchenko, así como Sulzer y OC Oerlikon, dos empresas industriales tradicionales suizas de las que Viktor Vekselberg es accionista.

Entre los partidarios también se encuentra Nord Stream 2, una empresa con sede en Baar, Cantón de Zug, que opera el gasoducto desde Rusia a Alemania, con el gigante del gas Gazprom, propiedad del Kremlin, como principal promotor. Además, varios grupos grandes suizos aparecen en la lista que swissinfo.ch ha podido consultar: Glencore, Sika, UBS, ABB, Philip Morris, Schindler, Nestlé, Lafarge Holcim, Omya, MSC y otros. En aquella época, las empresas suizas tenían una fuerte presencia en Rusia, invirtiendo en la apertura de nuevas fábricas, adquiriendo empresas locales o lanzándose a la carrera de materias primas.

Menos de tres años después, la guerra de Rusia en Ucrania ha dado un vuelco inesperado. Europa y Estados Unidos, seguidos por Suiza, impusieron una serie de sanciones tanto a las empresas rusas como a los activos de los oligarcas y sus familias. Sanciones que han presionado a los oligarcas con sede en Suiza, y que ha llevado a Nord Stream 2 a la quiebra.

¿Y las empresas suizas? Aunque Rusia sigue siendo un socio relativamente menor para Suiza en términos de importación y exportación de bienes, en algunos ámbitos los intereses económicos cruzados son más importantes. Este es el caso, en particular, del comercio de materias primas. Una gran parte del comercio ruso de petróleo y cereales es gestionada por empresas con sede en Ginebra, Zug o Lugano. Las inversiones suizas en Rusia también son importantes. Según estima el periódico 24HeuresEnlace externo, se calcula que su valor es de 28 000 millones de francos suizos (aproximadamente el 2% del total de las empresas suizas en el extranjero). Según la Seretaría de Estado de Economía (SECO), esas cifras representan unas 200 empresas que emplean a casi 40 000 personas en los sectores de la alimentación, la farmacia, la logística, la construcción y las materias primas en Suiza.

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Obviamente, todas las empresas condenan la guerra. Ante la indignación de la opinión pública, la permanencia en el mercado ruso parece indecente desde el punto de vista moral para la imagen de la marca. En las semanas siguientes al estallido del conflicto, muchas multinacionales anunciaron su intención de abandonar Rusia.

Sin embargo, dejar un país en el que se ha invertido tanto dinero y en el que a veces se tienen cientos de empleados no es tan fácil. Entre otras cosas, porque las autoridades rusas no se quedan quietas y pretenden promover una ley para confiscar los activos abandonados. Nos pusimos en contacto con una veintena de empresas. En general, las respuestas que recibimos fueron más o menos las mismas: estamos en contra de la guerra, hemos detenido las inversiones y estamos vigilando la situación, teniendo en cuenta tanto las sanciones como las obligaciones contractuales.

La lista del profesor Sonnenfeld

Jeffrey Sonnenfeld es profesor de la prestigiosa Universidad de Yale. Desde el inicio de la guerra, se ha convertido en una especie de espantapájaros no tanto para sus alumnos como para los responsables de decenas de empresas multinacionales de todo el mundo. Junto con su equipo, el profesor publica en el sitio web de la Universidad de Yale una lista de empresasEnlace externo que se han retirado o han permanecido en Rusia durante los meses del conflicto.

“La lista se actualiza constantemente y contiene datos de más de 1 000 empresas clasificadas en cinco grupos: desde las que han abandonado completamente el país hasta las que no han tomado ninguna medida”, señaló el profesor a swissinfo.ch. “Pensé que la universidad podría ofrecer su experiencia y objetividad para separar significativamente las empresas que realmente se van de Rusia de las que sólo hacen una operación cosmética o de apariencia”.

La lista ha causado tal revuelo que el profesor está siendo perseguido por decenas de expertos en comunicación y abogados que intentan que sus empresas sean retiradas de la lista: “En todos los casos, nuestra exhaustiva investigación nos proporciona hechos sólidos e irrefutables”, asegura Jeffrey Sonnenfeld. Y añade: “No hay ninguna justificación ética para permanecer en Rusia. Las industrias farmacéutica y alimentaria han seguido suministrando productos no esenciales. Tenemos que contrarrestar la propaganda de Vladimir Putin para hacer entrar en razón a la sociedad civil y mostrar a los rusos de a pie que se han convertido en una nación canalla a los ojos del mundo. La complacencia de los ciudadanos rusos los hace cómplices de Vladimir Putin y, por tanto, hay que llegar a ellos para evitar la Tercera Guerra Mundial”.

Los bancos se encuentran entre los buenos resultados

Entre las empresas que figuran en la lista de la Universidad de Yale hay varias compañías suizas. Algunas están en proceso de abandonar Rusia, o al menos de limitar su presencia allí. Jeffrey Sonnenfeld se alegra: “Aunque hay algunos rezagados, las principales instituciones financieras suizas, UBS y Credit Suisse, así como el gigante industrial ABB, están tratando de hacer lo correcto suspendiendo nuevos negocios, deteniendo algunas operaciones y servicios en curso, y ayudando a los clientes a reducir su exposición a Rusia. Por supuesto, las sanciones lo han fomentado, pero existe un imperativo moral (y también económico) para acabar con los negocios en Rusia antes de que sea demasiado tarde. El capital financiero y los activos industriales tienen un efecto significativo en la economía y cuanto más rápido actúen estas empresas y otras como ellas, antes veremos un cambio”.

Otras empresas no lo ven así. Entre las que siguen como si nada hubiera pasado está Ems-Chemie, la multinacional presidida por la diputada del Partido Unión Democrática de Centro (UDC) (la derecha conservadora), Magdalena Martullo Blocher. La empresa no dice mucho al respecto, se limita a afirmar que tiene dos pequeñas filiales rusas con unos 30 empleados cada una y que “el negocio se ha hundido”.

Las actividades de Swiss Krono en Rusia, en cambio, son más consistentes. El principal productor mundial de materiales derivados de la madera emplea a unas 1 000 personas en la ciudad de Sharya, al este de Moscú. La empresa ha optado por mantener la fábrica en funcionamiento, donde se empezó a construir una nueva línea de producción en 2021: “Con el estallido de la guerra, detuvimos todas las exportaciones de nuestros productos a Rusia y Bielorrusia. Sin embargo, tras una cuidadosa evaluación, hemos llegado a la conclusión de que seguiremos operando nuestra planta en Rusia por el momento”, informó a swissinfo la empresa de Lucerna.

Sika también está en la lista de empresas que no han hecho nada desde el inicio del ataque ruso en Ucrania. El grupo Zug, que opera en el sector de la construcción y los productos químicos industriales, no respondió a nuestras preguntas. El año pasado adquirió una empresa rusa con instalaciones de producción en San Petersburgo y Ekaterimburgo.

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¿Bienes de primera necesidad?

El caso que más críticas ha suscitado es el de Nestlé. A finales de marzo, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski estuvo presente a través de una pantalla gigantesca virtual en una manifestación en Berna, donde señaló con el dedo al gigante alimentario con sede en Vevey, aún presente en Rusia. “Los negocios en Rusia van bien aunque nuestros niños mueran y nuestras ciudades sean destruidas”, exclamó el presidente ucraniano.

A estas duras palabras le siguió una petición de Actares, una organización de accionistas que hace campaña para que las empresas suizas tengan en cuenta en sus acciones no sólo criterios económicos, sino también criterios como los derechos humanos y el respeto a las normas medioambientales.

Mientras tanto, la multinacional ha anunciado que ha reducido su presencia en Rusia, por ejemplo abandonando la comercialización de las marcas KitKat y Nesquik. Nestlé emplea a más de 7 000 personas en Rusia y tiene seis fábricas que generan unas ventas de unos 1 700 millones de francos, menos del 2% de los ingresos totales de la multinacional. Un portavoz afirmaba que “su negocio se centra ahora en el suministro de alimentos esenciales y no en la obtención de beneficios”.

Una fábrica de Nestlé en Perm, en los Urales. La multinacional con sede en Vevey ha suspendido la producción y venta de sus marcas KitKat y Nesquik en Rusia. Keystone / Sergei Rusanov

Nestlé ha tardado en aceptar que tiene que reducir su tamaño y limitarse a la alimentación infantil y a la nutrición hospitalaria. La multinacional se ha dado cuenta de que productos como KitKat y Nesquik no son realmente “alimentos esenciales””, afirma el profesor Jeffrey Sonnenfeld.

El experto de Yale señala también a Barry Callebaut, que genera alrededor del 5% de su volumen de negocios en Rusia. El grupo de confitería, con sede en Zúrich, emplea a unas 500 personas en tres fábricas en Rusia, una de las cuales, en Kaliningrado, se inauguró hace menos de un año. Barry Callebaut ha suspendido sus inversiones, pero en respuesta a nuestras preguntas, la empresa confirma que sigue produciendo localmente: “Queremos estar ahí para nuestros empleados y nuestros clientes, que proporcionan alimentos esenciales para la población. Seguimos suministrando alimentos a la población rusa y el chocolate forma parte de la dieta diaria de muchas personas”.

La noción de bienes esenciales es un concepto relativo. La industria farmacéutica también ha utilizado ese argumento a su favor. “Nuestros colegas de Rusia desempeñan un papel fundamental para garantizar que los pacientes de ese país sigan teniendo acceso a los medicamentos y diagnósticos esenciales y que salvan vidas. Por eso mantenemos nuestras operaciones en Rusia, que se centran en hacer llegar nuestros productos a los pacientes”, expresa un portavoz de Roche, que no tiene instalaciones de producción pero emplea a 810 personas en Rusia.

Novartis está de acuerdo: “Nuestro compromiso es garantizar el acceso de los pacientes a los medicamentos en todos los países en los que operamos”, afirma la empresa, que emplea a 2 000 personas y tiene una planta en San Petersburgo, donde anunció una inversión de 500 millones de dólares en 2010. Los dos gigantes farmacéuticos aseguraron que habían bloqueado sus inversiones.

El gran dilema

Por supuesto, también hay quienes han anunciado que abandonan definitivamente el mercado ruso. Entre los ejemplos está Holcim, que controla tres plantas de cemento y emplea a unas 1 000 personas. “Holcim ha decidido iniciar el proceso de retirada del mercado ruso, en línea con los valores de la empresa de operar de la forma más responsable posible”, afirma el grupo en un comunicado. No obstante, el gigante del cemento también ha abandonado recientemente la India. Por tanto, es posible que una nueva estrategia de reposicionamiento global esté detrás de la decisión de abandonar Rusia. Los últimos anuncios de salida proceden del Grupo de Seguros Zurich y del Banco Julius Baer.

El hecho es que la transición fuera de Rusia no será fácil. “Es muy difícil tomar decisiones estratégicas sobre lo que hay que hacer en este momento”, expresó Frank Rust, jefe de tesorería de Bucher Industries, una empresa de ingeniería con sede en Zúrich. “Construimos nuestras instalaciones de producción en Rusia hace cinco años y no hay mucho que podamos hacer para cambiar la situación. A lo sumo podemos cerrarlas si aumentan las tensiones del mundo occidental con Rusia”, manifestó al comienzo de la guerra. El portavoz del grupo nos comenta ahora que el grupo “ha reducido significativamente sus actividades comerciales en Rusia”.

ABB ha invertido mucho en Rusia en los últimos años, empleando a 750 personas y generando allí entre el 1 y el 2% de su facturación. La empresa ha optado por dar un paso atrás, lo que implica tener en cuenta varios factores: “Tras una cuidadosa evaluación caso por caso, tendremos que cumplir un pequeño número de obligaciones contractuales existentes con los clientes, sin violar las sanciones impuestas”, explica un portavoz.

En definitiva, una cosa es pedir la baja laboral y otra afrontar las dificultades reales. “Para muchas empresas, permanecer en Rusia conlleva un gran riesgo de imagen y daño a la reputación. Sin embargo, la elección no es tan obvia como parece. Piensa en el dinero y el tiempo invertidos en este país para ganar cuota de mercado en Rusia”, añade Dimitri Lavrov.

El abogado, socio de NexLaw en Ginebra, está familiarizado con el sector ruso del comercio de materias primas y su legislación. También plantea otro espinoso reto al que se enfrentan las empresas extranjeras que operan en Rusia: “Desde marzo de 2022, Rusia cuenta con un proyecto de ley que pretende poner bajo administración pública a las empresas extranjeras que abandonen el país, y luego vender estas empresas y sus activos al mejor postor si no regresan o se niegan a ser puestas bajo administración pública.

El temor a la expropiación

La ley aún no ha entrado en vigor, pero como señala el abogado, “el proceso legislativo en Rusia puede ser muy rápido si hay voluntad política”. Para Dimitri Lavrov, el temor a este tipo de confiscación ha llevado a varias empresas a tomar una decisión híbrida: “Por un lado, por razones de imagen, han anunciado que se van de Rusia, pero por otro lado siguen pagando a su personal, los impuestos, el alquiler y las cotizaciones a la seguridad social para no ser expropiadas y perder cuotas de mercado en las que podrían entrar empresas de países considerados amigos de Rusia, como India o China.

Por su parte, las autoridades afirman estar en contacto con las empresas y seguir de cerca la situación: “La Secretaría de Estado de Economía (SECO) y la Embajada de Suiza en Rusia coordinan estrechamente sus esfuerzos para proteger los intereses de las empresas suizas en Rusia. Con respecto a las numerosas incertidumbres y medidas reguladoras derivadas de la difícil situación actual, la embajada y la SECO están en estrecho contacto con las empresas de Rusia”, explica Livia Willi, portavoz de la SECO.

Desde febrero, se han producido unos 60 contactos con empresas interesadas, incluidas las que se preguntaban si se mantendrían en el mercado. Sin embargo, la decisión no depende de las autoridades: “La administración puede ofrecer apoyo para relativizar los acontecimientos políticos y económicos, pero no aconseja la permanencia o no en el mercado. Es una decisión comercial que las empresas toman por sí mismas”, concluye Livia Willi.

Para Dmitri Lavrov, los bancos desempeñan ahora un papel crucial: “Las instituciones financieras tienen mucho miedo del papel de policía mundial que desempeña Estados Unidos, gracias al uso del dólar como principal moneda mundial”. En el pasado, varias instituciones bancarias, como BNP Paribas, han sido sancionadas por financiar actividades comerciales o de otro tipo relacionadas con países sometidos a sanciones estadounidenses.

Hoy en día, los bancos van incluso más allá de los requisitos legales y ya no financian ningún negocio con Rusia. Para el abogado, esta situación pone en dificultades a muchas empresas suizas: “Si están activas en Rusia, se arriesgan a tener problemas con los bancos, que temen las represalias estadounidenses. Por ello, más allá de la palabrería, muchas empresas han decidido al menos congelar sus actividades en Rusia. En resumen, el dilema de la mejor forma de actuar sigue vigente”.

Traducido del francés por Carla Wolff

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