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Kunsthaus de Zúrich: ¿un «museo contaminado»?

Personas en sala de exposición de museo
Visitantes durante la inauguración del ala nueva del Kunsthaus de Zúrich, el 9 de octubre de 2021. Keystone / Ennio Leanza

La ampliación del museo de bellas artes de Zúrich abrió recientemente con la colección Bührle, que lleva el nombre del traficante de armas suizo. Una elección controvertida para algunos.

El nombre de Emil Bührle está relacionado con términos como «incriminado por la historia» o «pasado oscuro». El fabricante de armas suizo obtuvo sus beneficios a partir de los años 30 -entre otras cosas, de sus negocios con la Alemania nazi-, se aprovechó de los trabajos forzados y coleccionó arte a gran escala, incluidos cuadros que tuvo que devolver después de la guerra por tratarse de obras de arte saqueadas por los nazis.

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Emil Bührle con un general indio en 1950

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Emil Bührle o el arte de la guerra

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No obstante, las obras maestras impresionistas de la colección del fabricante de armas van a convertir a Zúrich en una atracción turística. Al principio todo iba bien: el gobierno rojiverde de Zúrich tenía previsto trasladar los cuadros de la Fundación Bührle en préstamo al Kunsthaus (Museo de Arte) de Zúrich.

En 2012 los ciudadanos aprobaron la propuesta para ampliar el museo. En 2017 se encargó un estudio histórico a la Universidad de Zúrich que debía aclarar los últimos puntos oscuros y resumir lo que se conocía sobre la actividad de Emil Bührle como empresario y coleccionista.

Sin embargo, según el historiador Erich Keller, el estudio ha suscitado recelos y se considera poco fiable. El préstamo de los cuadros al Kunsthaus estaba decidido, «independientemente de lo que pudiera venir de la parte académica». El propio Erich Keller participó en el estudio histórico hasta que hizo público que una junta asesora había efectuado algunas intervenciones para maquillar el informe.

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Su nuevo libro Das kontaminierte Museum (El museo contaminado/Editorial Rotpunkt) probablemente causará revuelo. En él, Keller pone en duda la investigación de la procedencia de los cuadros de Bührle y plantea la tesis de que la colección contiene arte saqueado por los nazis.

A preguntas de la SRF, ni la ciudad de Zúrich ni la Fundación Bührle harán ningún comentario sobre el libro antes de su publicación y sin conocimiento de su contenido. Esther Tisa Francini, que analiza la procedencia de obras en el Museo Rietberg, valora positivamente la investigación realizada a la Fundación Bührle. Cumple con las normas científicas, se difunde en línea, está disponible públicamente y contiene todas las pruebas necesarias.

Y a pesar de todo, las críticas no se han hecho esperar. En el centro de la cuestión está la evaluación de los resultados de la investigación y una peculiaridad suiza: el término «bienes de refugiados».

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¿Deben tratarse también como arte saqueado los cuadros que los coleccionistas judíos vendieron tras huir del régimen nazi? ¿Eran los propietarios libres de decidir y los habrían vendido incluso sin persecución? Las respuestas a estas preguntas son difíciles. Y, por cierto, faltan algunos cuadros característicos de la Fundación Bührle, como un paisaje de Cézanne o el campo de amapolas de Monet.

Así pues, antes de la espléndida apertura de la ampliación del museo zuriqués, se planteó no solo la cuestión de si la historia de Emil Bührle y su colección se habían revisado de forma suficientemente crítica sino también si se comunicaba e informaba adecuadamente en el Kunsthaus de Zúrich.

Al final, se trata también de cómo Suiza y sus museos afrontan una responsabilidad histórica al tratar con cuadros que probablemente nunca habrían podido colgar en sus paredes sin el régimen nazi.

Erich Keller: ‘Das kontaminierte Museum’ (El museo contaminado), editorial Rotpunkt 2021.

 Traducción del alemán: Carla Wolff

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