La fondue, un plato nacional… fruto de la mercadotecnia

Un total de 980 kilos de queso y 420 litros de vino: fondue (récord) para 5 000 personas, preparada en 2008 en Morges, en el cantón de Vaud. Keystone / Martial Trezzini

La fondue de queso se considera uno de los platos nacionales por excelencia de Suiza. Pero no todo el mundo sabe que hasta hace algunas décadas era prácticamente desconocida en la mayor parte del país.

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Aclaremos de inmediato cualquier malentendido: no, la fondue de queso no era el típico plato de los helvecios. No culpamos a René Goscinny y a Albert Uderzo. Los relojes de cucú tampoco tienen mucho que ver con Suiza. Pero esa es otra historia.

Precisemos igualmente que quien pierde un trozo de pan en el caquelon -el recipiente especial en el que se funde el queso con el vino- no es arrojado al lago, como el desafortunado personaje del dibujo animado Astérix entre los helvecios. Esa persona no se arriesga más que a un pequeño castigo.

Extracto del dibujo animado Astérix entre los helvecios: «¡Oh, he perdido mi tercer trozo de pan!». «¡Al lago, al lago, con pesas atadas a los pies!» Asterix e gli elvezi

La fondue no era el plato típico de los helvéticos, decíamos. Ni, más ampliamente, de los suizos, hasta hace unas décadas. Para ser francos, la fondue fue prácticamente desconocida en la mayor parte de Suiza hasta mediados del siglo XX.

“Aunque sus orígenes se remontan a alrededor de 1699 y su mención en los libros de cocina data del siglo XVIII, no fue hasta el siglo XX cuando el equipamiento necesario hizo su aparición en la mayoría de los hogares”, se lee en el portal dedicado a las tradiciones vivas en Suiza. Además, el origen de la fondue no es 100% suizo: en Saboya (Francia) y en el Valle de Aosta (Italia), la fondue también es un plato típico.

El éxito de esta receta -y su acceso al Olimpo de la gastronomía suiza- se debe principalmente a una operación de mercadotecnia de la Unión Sindical Suiza del Queso (USCF).

La leche y el queso, recuerda el historiador Peter Moser en un artículo publicado en la página web del Museo Nacional, estuvieron reservados a las clases altas hasta principios del siglo XX.

Hasta el período de entre las dos guerras mundiales empezó a generalizarse su consumo. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, en un intento de estimular las ventas de queso -y en particular las del gruyère y el vacherin, los quesos más utilizados para la fondue-, la USCF lanzó una campaña que tendría un éxito fenomenal.

Reportaje de los archivos de la SRF en alemán. «Fondue para todos» (1954).

La Fondue, c’est bon et ça met de bonne humeur (la fondue es buena y me pone de buen humor) o en la versión en alemán -también conocida por las siglas FIGUGEGL- Fondue isch guet und giet e gueti Luune. Con este eslogan, que ha pasado a la historia, lo que antes era solamente un plato regional se ha convertido en el plato suizo por excelencia.

En el blog del Museo Nacional, Peter Moser escribe: “El éxito de esta iniciativa se explica en gran parte por la facilidad con la que se puede preparar la fondue y -se supone- también por el hecho de que muchos hombres se dedicaron a ella, a medida que aumentaba su tiempo libre. Comer fondue era un acto de convivencia cuya preparación se masculinizaba porque era socialmente valorada”.

El ejército, que lo incluyó en su recetario en la década de 1950, también desempeñó un papel decisivo en la popularización del plato.

En la actualidad, la tradicional fondue de queso se presenta de formas muy variadas: con tomates, champiñones, incluso trozos de jamón o con cervezas más o menos exóticas en lugar de vino. Y, por supuesto, como si la pizza hawaiana no fuera suficiente, también se puede encontrar fondue de piña y curry en los menús de algunos restaurantes. Pero para que esta última versión se convierta en un plato nacional por derecho propio, sin duda será necesario otro gran esfuerzo de mercadotecnia.