El “elogio” a Israel que irritó al mundo árabe
Hace cincuenta años estallaba la Guerra de los Seis Días. La población suiza se solidarizaba entonces con Israel y un ambiguo comunicado del Gobierno provocó el descontento de los países árabes y un incidente diplomático.
La madrugada del 5 de junio de 1967, Israel entraba en guerra contra sus vecinos árabes, Egipto, Jordania y Siria. Las consecuencias del conflicto no se limitaron a la región. En Suiza, la reacción del Consejo Federal (Gobierno) provocó la irritación de los países árabes y generó una crisis diplomática. Al día siguiente, los representantes de ocho países protestabanEnlace externo juntos ante Berna.
El periodista de la radiotelevisión suiza en lengua alemana (SRF), Lukas Mäder, entrevistó a Sacha Zala, director del grupo de investigación de los Documentos Diplomáticos Suizos (DDSEnlace externo) sobre ese tema.
Sacha Zala: Ese procedimiento fue algo extraordinario. En la diplomacia no es común que los representantes de ocho países pidan de manera conjunta una reunión con el responsable del ministerio. Este tipo de problemas se resuelven por lo general de forma bilateral. El descontento era importante, pero el encuentro se desarrolló de manera muy diplomática, como es habitual en estos ambientes. El problema surgió de un comunicado de la Confederación, escrito y publicado a toda prisa el día en que estalló el conflicto. De hecho, se refería a Suiza, pero fue redactado de manera tan ambigua que los países árabes lo percibieron como un elogio a Israel.
SRF: La fraseEnlace externo era la siguiente: “El Consejo Federal comparte el sentimiento del pueblo suizo que, en estos días, y de manera contundente, ha retomado consciencia de que, para asegurar su existencia y su derecho a la vida, un pequeño Estado neutral debe ante todo contar con el fortalecimiento continuo de su voluntad de resistencia y su fidelidad al derecho” ¿Por qué fue mal recibida por los países árabes?
S.Z.: El objetivo del comunicado era la guerra y no Suiza. Esa frase constituía el último párrafo de la declaración del Gobierno y la hacía particularmente ambigua. Para los países árabes, era obvio que no se refería a Suiza, sino a Israel, al cual elogiaba. Es interesante observar cómo sucedió esto, ya que el comunicado era sobre todo un acto de política interior. Hay que decir que Suiza vivía una verdadera euforia proisraelí. En el curso de las semanas y los meses precedentes, Nasser había provocado y alimentado una verdadera crisis, generando un fuerte resentimiento. Y ese pequeño David, al levantarse contra el Goliat de los Estados árabes, representaba una figura de identificación para las suizas y los suizos que veían un paralelo con la situación de su país durante la Guerra Fría – la pequeña Suiza contra los gigantes comunistas.
SRF:¿Entonces, la población suiza apoyaba claramente a Israel? ¿Se sentía solidaria con el pueblo israelí?
S.Z.: Perfectamente. Había varias razones para ello. En primer lugar, hay que entender que no nos dimos inmediata cuenta, en 1945, de lo que había sido el Holocausto. La toma de consciencia tomó tiempo y pasó por varias etapas. En particular, se produjo el proceso de Eichmann en 1961 en Israel, luego el segundo proceso de Auschwitz en 1963 en Fráncfort – en ese periodo comenzó verdaderamente a comprenderse lo que sucedió en realidad.
Quizá tenga que hablarse también de una latente mala conciencia dada la política hacia los refugiados durante la Segunda Guerra Mundial. Ya había sido objeto de una gran controversia en los años 50, sobre todo con el famoso informe de Ludwig, elaborado a petición del Consejo Federal. La simpatía se cristalizó en etapas. Y la admiración por la actuación del ejército israelí desde luego también desempeñó un papel. Muchos oficiales suizos de milicia mantenían relaciones amistosas directas. Había una verdadera fascinación y, dicho de manera un poco cínica, una oportunidad única para ver por fin un ejército en acción para los oficiales suizos que no conocían los combates reales.
SRF:Usted califica de explosiva la polémica frase del comunicado de la Confederación. ¿Eso significa que la cólera de los países árabes era justificada?
S.Z.: Sí, esa frase no tenía nada que hacer en ese contexto, algo de lo que el Gobierno federal era consciente. Encontramos en los Archivos Federales diversas versionesEnlace externo preparatorias del comunicado. En una de ellas, un alto funcionario proponía eliminar el párrafo. El consejero federal Willy Spühler decidió mantenerla, una decisión que obedecía sin duda a la política interior. Estaba en el Gobierno desde 1960 y dirigía los Asuntos Exteriores desde 1966. Ya no era un principiante. Tampoco era su primera crisis de política exterior.
SRF:¿La intervención de los países árabes tuvo consecuencias para Suiza?
S.Z.: No hubo consecuencias directas comparables, por ejemplo, con las increíbles reacciones de hostilidad contra Suiza en la prensa árabe tras el atentado en Kloten en 1969 y la condena a los atentados palestinos. Sin embargo, se instaló un malestar: en Ginebra hubo intrigaEnlace externo para poner en tela de juicio la sede de la ONU debido a la falta de neutralidad de Suiza. Así que no hubo consecuencias directas y palpables. Pero las presiones constantes sobre las autoridades las incitaron a reaccionar con más prudencia posteriormente.
SRF:Hoy en día, Suiza juega regularmente un papel mediador en el conflicto de Oriente Medio. No era el caso en esa época. ¿Los países árabes cuestionaban entonces la neutralidad suiza?
S.Z.: Hay varias razones. En lo personal, creo que la diplomacia suiza tuvo un período de transición de 1965 a 1975 aproximadamente. En esos diez años se pasó de una política exterior extremadamente prudente a una política un poco más comprometida, en particular en el ámbito humanitario, encarnada por el consejero federal Pierre Aubert a partir de 1978.
Suiza no formaba entonces parte de la ONU y, en un determinado momento, perdió el contacto. Todavía en 1954 pudo ofrecer sus buenos oficios para la Conferencia de Ginebra sobre Indochina, y en 1955, para la Cumbre de los Cuatro Grandes, también en Ginebra. Pero cuando en 1956 el Consejo Federal quiso hacerlo respecto a la crisis de Suez, fracasó lamentablemente. Se indicó discretamente a Suiza que sus buenos oficios ya no eran necesarios porque esos problemas se resolvían entonces en la ONU. Fue lo que sucedió también durante la Guerra de los Seis Días. A causa de su paso en falso con el comunicado, el Consejo Federal se mostró muy prudente y no tomó ninguna iniciativa directa.
Poco después, sin embargo, la diplomacia helvética conoció su momento glorioso cuando el secretario general de la ONU, U Thant, pidió al Consejo Federal enviar a un respetado diplomático suizo, Ernesto ThalmannEnlace externo, a Jerusalén para evaluar la situación entre palestinos e israelíes. Después de sostener conversaciones con ambas partes, el diplomático redactó un importante informe para la ONU. Sin embargo, había una diferencia: ya no se trataba de los buenos oficios suizos, sino de los de la ONU, efectuados, por casualidad, por un suizo.
Más sobre el tema: SRF-ZeitblendeEnlace externo
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.