La otra cara del euro
Introducida en el 2002, la divisa europea se convirtió pronto en el símbolo más tangible del gran mercado único continental y del acercamiento entre los diversos pueblos europeos.
A 10 años de entonces, no obstante, el balance se ha tornado sombrío: hoy la moneda única es protagonista de una de las peores crisis del último medio siglo.
Con un acento de orgullo, la Comisión Europea (CE) escribió en 2007: “El euro es la más notable manifestación del proceso de integración europea”. Una afirmación que suena extraña desde que la Unión Europea (UE) se debate en lo que se conoce como la “crisis del euro”.
Pese a ello, es imposible olvidar que con la unión monetaria y el euro, Europa dio un gran paso al frente en el objetivo desterrar nacionalismos y dejar atrás las guerras del siglo previo para construir un proyecto común de gran envergadura. Junto con la apertura de fronteras y la libre circulación de personas, el euro es claramente el símbolo más destacado de una nueva era de cooperación social y económica entre países.
Y muchos de los éxitos obtenidos son indiscutibles. El euro permitió a Europa recuperar peso económico en una escena internacional dominada cada vez más por la competencia entre bloques. Hoy, la divisa europea es la segunda más intercambiada en el mundo, al ser eje de 40% de las transacciones económicas internacionales diarias. Y es también la moneda en la que se denominan una cuarta parte de las reservas internacionales de divisas.
Innegables son también las ventajas que ha aportado a un espacio europeo de 330 millones de habitantes: supresión de monedas diversas, simplificación del intercambio comercial, transparencia en materia de precios, y estabilidad monetaria. Y Suiza también has sido beneficiaria pues durante años sus exportaciones se vieron favorecidas por la existencia de una moneda capaz de hacerle frente al franco.
Una unión irreversible
Pero así como el euro brilló en la bonanza, hoy muestra su rostro más sombrío ante la compleja coyuntura económica presente. La crisis de la deuda europea se convirtió en una crisis de la zona euro que ha cernido oscuras nubes sobre el horizonte de la región. Algo salió mal en el proyecto de la unión monetaria.
“Una unión monetaria es extremadamente peligrosa si no se contruye de forma correcta. No es lo mismo que la libre circulación de personas, o que un acuerdo de libre comercio, que siempre permiten correcciones cuando las cosas no van bien”, afirma Tobias Straumann, profesor de historia económcia en las universidades de Basilea y Zúrich.
“Con la unión monetaria se crea un vínculo económico e institucional muy fuerte, prácticamente irreversible. Y bastan uno o dos errores para derivar en una situación catastrófica. Eso justo lo que observamos en el presente: el proyecto del euro tenía por meta unir a las poblaciones, y tras precipitarse en una crisis está relanzando toda clase de nacionalismos y divisiones”.
Demasiado rápido
¿Qué errores concretos se cometieron? Tobías Straumann afirma que la unión monetaria fue demasiado ambiciosa y se operó de forma precipitada.Posiblemente no debía renunciarse a la moneda única, pero la construcción de una unión monetaria debió realizarse de forma más lenta, comenzando solo por las naciones económicamente más fuertes para analizar después la perspectiva de una ampliación.
La introducción de la moneda común no solo no ha ayudado a los países más débiles sino que ha acelerado sus problemas. Estas economías se vieron obligadas paulatinamente a enfrentar precios y salarios cada vez más altos. Y perdieron también la ventaja que les significaba, en términos de exportaciones, poseer una divisa menos fuerte. Una condición que les favorecía y que desapareció con la llegada del euro.
“La existencia de una zona monetaria común así de grandes solo es viable y operativa si si existe el compromiso permanente del más fuerte de ayudar a los más débiles. Es el caso de Alemania: la reunificación funcionó por la ayuda masiva que las regiones de Oeste otorgaron las del Este. Sin dicha compensación, los países pobres solo podrán ser perdedores”, refiere el experto.
Gran inseguridad
Y los errores continuaron en los años posteriores. Los principales promotores de la unión monetaria, como Francia y Alemania, no solo desatendieron el respeto a los criterios acordados en Maastricht (ver recuadro), sino que fueron los primeros en violar las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Por su parte, los países más débiles aprovecharon las basas tasas de interés que les ofrecía el Banco Central Europeo (BCE) para endeudarse hasta el cuello, como lo hizo Grecia, o para alimentar un frágil boom inmobiliario, como sucedió en España.
“Diversos países vivieron durante años por encima de sus posibilidades y ahora se hallan frente a deudas impagables. La inseguridad es tanta que está provocando una fuga masiva de capitales. Y este fenómeno sumado a la falta de liquidez que existe a nivel internacional, son los problemas que deben resolverse con más urgencia”, explica Jan-Egbert Sturm, director del Instituto de Investigación Coyuntural de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (KOF).
Nuevas reglas en materia de finanzas públicas, rigor, sacrificios al interior de los estados endeudados, emisión de eurobonos, compensaciones financieras otorgadas por los países más ricos, ayudas del FMI: los debates y enfrentamientos en búsqueda de soluciones para la actual crisis mantendrán intensamente ocupados a los miembros de la UE en 2012. “Lo indispensable ahora es devolver la confianza a la población y a los mercados financieros, incluso si aún faltan varios años para salir d este túnel”.
¿El fin del euro?
¿Qué harán los países miembros de la UE para hallar la puerta de salida a la crisis?
Los expertos y los protagonistas políticos y económicos del presente evidencian su incertidumbre y multiplican díariamente las declaraciones que hacen pensar que la actual zona euro podría tener los días contados.
“Los países en crisis están obligados a realizar ahorros de tal magnitud que comprometen, primero, su crecimiento futuro; y segundo, su capacidad para reducir sus niveles de endeudamiento. Por su parte, los países más ricos no quieren renunciar al euro, pero tampoco hace lo suficiente para salvarlo. Si esta situación no cambia, mi visión es más bien pesimista”, dice Tobias Straumann.
Por su parte, Jan-Egbert Sturm luce un poco más optimista: “Estamos por ver años muy difíciles, pero creo que el euro podrá salvarse. El capital político invertido por durante las últimas dos décadas por los dirigentes políticos para crear una unión monetaria ha sido demasiado alto para que ahora abandonen este objetivo”.
Con la firma del Tratado de Maastricht, en 1992, los miembros de la Unión Europea (UE) decidieron crear una unión económica y monetaria con objeto de reforzar el proceso de integración europea y de promover el crecimiento económico.
Entre sus objetivos figuraban la coordinación de políticas económicas, la introducción de una moneda única, y la aplicación de una política monetaria común, liderada por el Banco Central Europeo (BCE).
El Tratado de Maastricht sentó las bases para la estabilización de los balances estatales que llevó al establecimiento del límite de endeudamiento público de 60% del PIB y un déficit de finanzas públicas de 3% del PIB
El 1 de enero de 1999, el euro se convirtió en la nueva moneda oficial de 11 países miembros de la UE: Alemania, Francia, Italia, Austria, Países Bajos, Bélgica, España, Finlandia, Irlanda y Luxemburgo.
Pero durante los tres primeros años, el euro jugó un rol de moneda virtual utilizada para las transacciones contables de forma paralela a las divisas nacionales aún vigentes.
Fue hasta el 1 de enero del 2002 cuando la nueva divisa europea comenzó a circular físicamente en Europa bajo la forma de billetes y monedas, en reemplazo definitivo de las respectivas divisas nacionales.
Actualmente, la zona euro comprende 17 países de la UE. Los 11 originales a los que se han sumado: Grecia (2001), Eslovenia (2007), Chipre y Malta (2008), Eslovaquia (2009) y Estonia (2011.
Dinamarca y Gran Bretaña eligieron no ser parte de la moneda única.
Países como Suecia y los miembros más recientes de la UE, como Polonia, la República Checa, Hungría, Bulgaria, Rumania, Letonia o Lituania, prevén unirse a la zona euro en el futuro.
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