Las presas antiguas, un riesgo para millones de personas
El ingeniero civil Francesco Amberg no oculta su entusiasmo. A lo largo de su carrera ha visitado decenas de embalses artificiales en Suiza y en el mundo, pero pocas veces ha observado el panorama que ahora tiene ante sí.
Amberg está en lo alto de la presa de Verzasca, a pocos kilómetros de Locarno, en el cantón del Tesino, desde donde admira lo que queda del embalse que está a sus pies. El reservorio se ha vaciado casi por completo y las tradicionales aguas turquesa dieron paso a un paisaje árido y gris, casi lunar. «Ver el lago casi vacío es impactante», dice Amberg.
Con 220 metros, la presa de Verzasca es una de las más altas de Europa y es la responsable de abastecer una central hidroeléctrica de 105 megavatios. En 1995, James Bond la hizo célebre a nivel mundial en la película Ojo dorado. Desde su punto más alto, en donde ahora se encuentra Amberg en un soleado día de febrero, el agente secreto británico -interpretado por Pierce Brosnan- se lanzó a su interior atado a una cuerda elástica.
Tras 56 años de operaciones, la presa requiere obras de renovación.
La renovación de la presa de Verzasca comprenderá todas las partes involucradas en la canalización del flujo del embalse aguas abajo, explica Amberg, uno de los ingenieros que participa en el proyecto. Concretamente, se sustituirán las dos válvulas de mariposa (utilizadas para interrumpir el flujo de agua hacia las turbinas) y se renovará la protección contra la corrosión que hay en el interior de las tuberías. También hay obras previstas en la cámara de expansión, un espacio excavado en la roca que ayuda a manejar las variaciones del agua liberada por la presa. La renovación durará unos tres meses y el costo estimado de los trabajos es de 7 millones de francos.
Hormigón expansivo
La pared del arco, por su parte, no requiere ningún trabajo especial. A diferencia de otras presas del mismo tipo -construidas en hormigón-, no se ha observado ninguna degradación química. Las presas de hormigón corren el riesgo de que el agua genere reacciones al interactuar con ciertos minerales contenidos en este material de construcción, por ejemplo, la sílice. Con el paso del tiempo, esto hará que la presa se expanda.
Este proceso de deterioro se conoce como una «reacción álcali-árida» que también afecta a otras obras hechas a base de hormigón, como los muros de contención y los puentes. «En principio, yo no considero que exista este problema (en Verzasca) porque la solidez de la estructura no está comprometida. Pero debe ser monitoreada», dice Amberg. Si el concreto se expande demasiado, los ingenieros pueden hacer cortes verticales con una sierra de hilo diamantado para reducir la presión interna en la presa.
Resistente a los terremotos más intensos
Antiguo no es sinónimo de peligroso. De hecho, con frecuencia es justo lo contrario. Amberg dice que se siente más seguro hoy, que cuando la presa Verzasca entró en funcionamiento en 1965. “El periodo más crítico tiene lugar al principio, durante el primer llenado, en el primer movimiento telúrico”. Estudios internacionalesEnlace externo Enlace externoconfirman que muchos problemas de seguridad se producen en los primeros cinco años de operación.
En Suiza, las presas de hormigón están diseñadas para resistir terremotos que ocurren una vez cada 10 000 años. La legislación es particularmente estricta en lo relativo a la seguridad, dice Amberg. Por ejemplo, todas las presas deben ser capaces de descargar el agua rápidamente si hay que ponerlas fuera de servicio.
Además, las presas suizas son inspeccionadas periódicamente y reevaluadas basándose en los mapas sísmicos vigentes. “A nivel internacional, no siempre sucede esto”, afirma.
Las presas suizas tienen una media de 69 años
Miles de grandes presas muestran signos de uso y desgaste a nivel mundial. Su envejecimiento puede poner en riesgo su funcionalidad o su seguridad, pero a menudo no se les presta la debida atención. Las regulaciones son frecuentemente laxas y la renovación de las presas es costosa. La Comisión Internacional de Grandes Represas (ICOLD, en inglés) tiene registradas 58 700 grandes presas en el mundo. Todas tienen al menos 15 metros de altura o un volumen de embalse de más de 3 millones de metros cúbicos. China tiene el número más significativo, con casi 24 000.
Suiza es uno de los países con mayor densidad de embalses: la Confederación Helvética tiene 188 de gran tamaño y la hidroelectricidad abastece 58% del consumo eléctrico de Suiza.
Se estima que alrededor de 19 000 grandes presas -una de cada tres a nivel mundial- fueron construidas hace más de 50 años, según la ICOLD. Esto significa que excedieron el llamado límite inferior de vida útil y, teóricamente, requieren una renovación. La mayoría de las grandes presas se edificaron entre las décadas de 1960 y 1970. Posteriormente, se fue reduciendo la construcción de nuevos embalses, una tendencia que sigue vigente, debido a las crecientes preocupaciones ambientales.
La vida útil de una presa depende de múltiples factores, entre ellos los materiales de construcción (hormigón, roca, tierra) y la calidad de éstos. «Las presas de hormigón son las que más se deterioran, ya que están sujetas a un proceso de corrosión por carbonatación», explica a SWI swissinfo Jean-Claude Kolly, ingeniero civil y jefe de comunicaciones del Comité Suizo de Presas (swissdams).
Japón y Reino Unido tienen las presas más antiguas del mundo, con 111 y 106 años, respectivamente. En Suiza, el promedio es de 69 años. «Es una edad relativamente avanzada, pero en ausencia de reacciones de álcali-agregado o carbonatación, pueden durar el doble sin ningún problema”, precisa Kolly. Lo único relevante es que siempre son sujetas a las renovaciones necesarias.
Un buen ejemplo es la presa de Maigrauge, en el cantón de Friburgo. Inaugurada en 1872, es la presa de hormigón más antigua de Europa. Renovada en 2005, “hoy es totalmente funcional”, subraya Kolly.
Los riesgos del envejecimiento
Sin embargo, no todas las presas del mundo están en la condición de Maigrauge. Investigadores de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) advierten que las represas envejecidas son «un riesgo emergente» al que aún no se presta la atención debida.
Una presa bien diseñada y construida, que además ha recibido un correcto mantenimiento, fácilmente puede operar durante un siglo. Sin embargo, muchas presas en el mundo no cumplen con estos criterios. En las últimas dos décadas, decenas de plantas han sufrido graves daños o colapsos en Estados Unidos, India, Brasil, Afganistán y otros países, y el número de fallas podría aumentar, según un Enlace externoinformeEnlace externo Enlace externode la UNU publicado en 2021.
El envejecimiento no solamente compromete la eficiencia y la funcionalidad de las centrales hidroeléctricas. También puede amenazar a cientos de millones de personas. En 2050, más de la mitad de la población mundial vivirá en alguna zona ubicada aguas abajo de una gran presa construida durante el siglo XX, refiere el informe.
Por lo tanto, se necesitan esfuerzos internacionales y un mantenimiento cada vez mayor para atender este riesgo emergente. Más aún considerando que el desgaste natural de las presas se agrava con el calentamiento global. Las grandes inundaciones y los cambios en las precipitaciones fluviales pueden rebasar la capacidad de las presas y acrecentar el riesgo de colapsos, advierte Duminda Perera, autora principal del estudio de la ONU.
El deshielo de los glaciares y del permafrost
En Suiza, existe el riesgo adicional de que las presas causen más inundaciones. “Estamos reevaluando la capacidad de los aliviaderos (estructuras diseñadas para el desalojo controlado de agua de una presa)”, dice Amberg. Lo que más le preocupa es la acumulación de restos de madera tras los periodos de fuertes lluvias. Considera que es vital dar mantenimiento a los bosques aledaños a los embalses para evitar que los troncos y las ramas entren al lago y bloqueen los aliviaderos.
Por otra parte, conforme las temperaturas aumentan, el permafrost se deshiela y las laderas de las montañas pueden tornarse más inestables. Esto aumenta el riesgo de un deslizamiento de tierra hacia el lago y de un devastador maremoto como el ocurrido en la presa italiana de Vajont en 1963.
Los sedimentos arrastrados por el agua de deshielo de los glaciares son otra preocupación porque tienen un efecto abrasivo en las tuberías y en las turbinas, y se acumulan en las presas, reduciendo el volumen de estas.
Traducido del inglés por Andrea Ornelas
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