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Las universidades suizas abordan el acoso sexual ¿Lo están haciendo bien?

dibujo de una mujer apartando a un hombre
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El movimiento #metoo ha ayudado a que las universidades reaccionen ante el acoso sexual. Sin embargo, los estudiantes y el personal de las universidades suizas afirman que aún queda mucho por hacer.

El pasado mes de junio, Corinne Charbonnel, una profesora francesa de astrofísica de 57 años de la Universidad de Ginebra, reunió el valor para gritar su dolor al mundo. Ante un auditorio atento y casi exclusivamente femenino, durante una conferencia en Ginebra sobre el acoso sexual en el ámbito académico, su voz se quebró al hablar de lo que algunas científicas han tenido que soportar durante su carrera.

Charbonnel asumió el papel de mentora de otras científicas hace diez años. Durante ese tiempo, ha apoyado a otras 60 mentoras en distintas etapas de su carrera, desde doctoras hasta catedráticas noveles. A diferencia de un responsable de quejas, que simplemente las recoge, un mentor da consejos sobre cómo redactar subvenciones o cómo conseguir colaboraciones en investigación, por ejemplo.

«Las mujeres se presentan a los programas de tutoría porque quieren hacer carrera en el mundo académico, no porque tengan problemas», señala Charbonnel. El acoso surge a medida que avanzan en sus carreras. Recuerda unos 15 casos de acoso, de los cuales cinco tenían un componente sexual.

El acoso sexual no es nuevo. Pero lo que sí es nuevo es la conciencia sobre su magnitud, que ha crecido con la aparición del #metoo, un movimiento social contra el acoso y abuso sexual sistémico que comenzó en 2006 y se convirtió en una campaña viral en Hollywood en 2017.

«En los últimos años mis alumnas empezaron a cuestionar comportamientos en lugar de limitarse a aceptarlos», asegura Charbonnel.

Corinne Charbonnel, profesora de astrofísica en Ginebra
Corinne Charbonnel, catedrática de astrofísica de la Universidad de Ginebra, ha sido testigo de numerosos casos de acoso durante su función de mentora durante una década. Corinne Charbonnel / nige.ch

Detectar el problema

Cinco años después de que el hashtag #metoo se convirtiera en un fenómeno mundial, muchas instituciones académicas han reconocido el problema y afirman estar comprometidas a hacer frente al acoso con una avalancha de iniciativas, que van desde la aplicación de códigos de conducta a cursos específicos para estudiantes y empleados, así como lemas y campañas de «política de tolerancia cero».

La conferencia celebrada en Ginebra en junio de 2022 fue el tercer acto sobre cuestiones de género en el mundo académico organizado por la Liga de Universidades Europeas de Investigación (LERU), una red de 23 universidades europeas, entre ellas las de Ginebra y Zúrich. Por primera vez, la Liga debatió cómo prevenir y atajar el sexismo y el acoso sexual en las instituciones de enseñanza superior. La próxima conferencia tendrá lugar en 2024.

No obstante, los estudiantes, el personal y los científicos afirman que gran parte de lo que se está haciendo es pura fachada. Exigen que las universidades se mantengan fieles a sus compromisos de hacer del mundo académico un lugar mejor.

En 2019, la Universidad de Basilea y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ) fueron criticadas públicamente por su gestión de los casos de acoso sexual. Los expertos señalaron la falta de transparencia (no se informó a las víctimas sobre los procedimientos), la duración de la investigación y el hecho de que los agresores solo recibieran sanciones menores.

«El acoso sexual, el sexismo y la discriminación tienen un enorme impacto en el futuro de nuestra sociedad y en la vida de las personas que estudian y trabajan en las universidades», informóEnlace externo en Ginebra Yves Flückiger, rector de la Universidad de Ginebra y expresidente de swissuniversities, el organismo que agrupa a las universidades suizas. «Cuando se trata de acoso sexual, todas las universidades deben ser irreprochables».

En 2019, Esther Uzar, estudiante de doctorado de la Universidad de Basilea, compartió su historia con los medios de comunicación. Durante cinco años su supervisor, un profesor, la acosó con interminables peticiones de mantener una relación sexual. Ella se atrevió a denunciarlo; el profesor recibió una amonestación por escrito de la universidad y fue despojado de sus funciones directivas, pero sigue enseñando en la universidad. Tras siete años de doctorado, Uzar abandonó la universidad, sin título.

Ese mismo año surgió otro caso relacionado con un profesor de arquitectura de la EPFZ, que supuestamente acosaba a estudiantes, empleadas y doctoras. La EPFZ investigó el caso y, tras escuchar a 13 testigos durante más de 42 horas, concluyó que el profesor había infringido las normas de cumplimiento de la EPFZ, pero que no había caso de acoso sexual.

Una cuestión global

El acoso sexual en las universidades no es un problema suizo ni específico del mundo académico; está presente en todos los sectores de la sociedad, desde las compañías de danzaEnlace externo hasta las multinacionales. Datos recientes muestran que más del 5% de las estudiantes de doctorado en Francia han sufrido acoso sexual. En Estados Unidos, más del 20% de las estudiantes han sido víctimas de agresiones o conductas sexuales inapropiadas.

En Suiza no existen estadísticas nacionales sobre acoso a estudiantes universitarias o personal académico. Sin embargo, una encuestaEnlace externo reciente realizada por Amnistía Internacional Suiza entre unas 4 500 mujeres suizas muestra que un tercio ha sufrido acoso sexual en el lugar de trabajo. Una encuestaEnlace externo independiente y anónima publicada en diciembre de 2022 por la Universidad de Lausana descubrió casi 150 actos de acoso sexual penalmente relevantes, incluidas cuatro violaciones.

Se cree que las cifras reales del fenómeno son más elevadas, ya que a menudo no se denuncian todos los casos. Muchas víctimas desconocen lo que es realmente el acoso sexual. La definición va desde las bromas sexistas hasta los tocamientos y besos no deseados, pasando por la violación. E incluso si las víctimas son conscientes, a menudo optan por guardar silencio o se niegan a participar en una investigación.  

«Temen las consecuencias para su carrera si se las considera denunciantes», dice Louise Carvalho, jefa del Programa de Diversidad e Inclusión de la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN) en Ginebra.

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No se trata de sexo, sino de poder

Las jerarquías verticales, la precariedad y la feroz competencia por becas y puestos de trabajo crean un terreno fértil para el acoso en el mundo académico. Los agresores suelen ser hombres en posición de poder, aunque las mujeres no están exentas.

«No se trata sólo de sexo, sino de poder», afirma Carvalho.

Con posiciones bajas en el escalafón académico, las estudiantes de doctorado están demasiado expuestas. Pueden encontrarse en una posición vulnerable debido a un contrato de trabajo precario o a la dependencia de un profesor que forma parte de un tribunal de examen con poder para aprobar o rechazar su doctorado, una práctica habitual en Suiza y Alemania.

Christine, estudiante de doctorado en una universidad suiza, fue acosada por un conocido profesor durante y después de una conferencia internacional. Le envió múltiples correos electrónicos no deseados. Christine denunció el caso a un consejero de su universidad suiza, que no se lo tomó en serio. Como consecuencia, decidió cambiar de especialidad. «¿Y si un artículo o una beca mía hubiera llegado a su mesa? Podría haberlo rechazado por despecho», explica a SWI.

Los costes ocultos

Los costes personales para las víctimas son enormes. Según un estudio interno de 2016 de la Universidad de Ginebra, las víctimas de acoso tienen que hacer frente a depresión, trastorno de estrés postraumático y riesgo de no poder seguir con su carrera profesional. También pueden acabar afrontando costes legales de 20 000 francos suizos o más.  «Todas mis alumnas que sufrieron acoso, psicológico o sexual, tuvieron que hacer frente a la depresión», declaró Charbonnel en la conferencia de Ginebra.

La legislación suiza protege explícitamente a los empleados contra el acoso sexual en el lugar de trabajo (artículo 4 de la Ley de Igualdad de Género). Pero el proceso legal es «difícil, arriesgado, caro, solitario y muy largo» para cualquier víctima de acoso sexual que lleve a su empleador ante los tribunales, explicó en la conferencia de Ginebra Irène Schmidlin, abogada y «persona de confianza independiente» de la Universidad de Lausana.

Los tribunales suizos rara vez fallan a favor del empleado. Según una encuesta, sólo el 18% de los casos de acoso sexual tratados por los tribunales cantonales terminan con un resultado favorable para la persona acosada. Si el caso llega al Tribunal Federal, el empleado tiene aún menos del 50% de posibilidades de recibir un veredicto positivo. Un resultado positivo supone una indemnización de hasta seis meses de salario.

Si pierde (a nivel cantonal), el empleado tiene que pagar a su propio abogado y hasta 19 000 francos para sufragar los gastos legales de la otra persona. Un procedimiento judicial dura una media de cuatro años, pero en algunos casos puede prolongarse ocho.

El principal problema de llevar un caso de acoso sexual a los tribunales es que rara vez hay testigos o pruebas directas. «Los casos judiciales suelen ser difíciles, y más si se trata de acoso sexual», subraya Schmidlin. Para preparar mejor un caso sugiere buscar testigos, llevar un diario de los hechos y detallar todas las pruebas posibles, desde mensajes de texto a visitas al médico relacionadas con el caso.

Las instituciones también pagan un precio por el acoso, tanto en términos de reputación como de honorarios legales. Los costes ocultos comprenden la rotación de personal, la pérdida de talento y conocimientos, y la menor productividad del grupo en el que se ha producido el acoso sexual. El Centro Internacional de Investigación sobre la Mujer calcula que la pérdida de productividad por un caso de acoso asciende a 22 500 dólares (21 000 francos suizos) al año.

La reputación también está en juego. Enfrentadas a un caso de acoso sexual y a un posible escándalo, las instituciones pueden caer en la tentación de optar por atajos como socavar el problema y no exigir responsabilidades al autor porque esa persona tiene «poder y reputación, aporta subvenciones o está cerca de la jubilación», afirma Charbonnel. La forma en que las instituciones gestionan los casos puede ser tan perjudicial para su reputación como el propio caso.

Campaña de sensibilización y confianza

Las instituciones académicas están reaccionando. Un año después del informe interno de 2016 que señalaba el coste personal del acoso, la Universidad de Ginebra lanzó una campaña de información y sensibilización llamada #UNINIE. Otras universidades suizas siguieron su ejemplo. El primer Día Nacional de Concienciación sobre el Acoso Sexual tendrá lugar el 23 de marzo, con actos y acciones en varias universidades suizas.

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Las campañas tienen la ventaja de concienciar y crear el espacio para que las víctimas hablen. La campaña de 2017 en la Universidad de Basilea animó a Esther Uzar, estudiante de doctorado, a denunciar que había sido acosada sexualmente durante cinco años por un profesor.

Poco después de su caso, la universidad revisó la normativa de protección de la integridad personal, redactó un código de conducta y creó el cargo de «coordinador de integridad personal» para ayudar a las personas que lo necesitaran. También añadió una serie de cursos de formación para empleados y estudiantes.

«Los datos [sobre las repercusiones del acoso sexual] son claros. Es inútil luchar contra ellos. En su lugar, debemos concentrarnos en el sexismo, el acoso y la discriminación y adoptar una política de ‘tolerancia cero'», señaló Flückiger en la conferencia de Ginebra.

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Formarse o no formarse

Otra forma de concienciar y generar confianza es la educación. Varias instituciones, como las universidades de Ginebra y Basilea, y las escuelas politécnicas federales de Lausana (EPDL) y Zúrich (EPFZ), ofrecen cursos sobre cómo detectar el acoso sexual, cómo reaccionar y cómo denunciarlo. La mayoría son voluntarios.

Sin embargo, el impacto de estas iniciativas no está claro. Las investigaciones de los sociólogos Frank Dobbin y Alexandra Kalev, dos académicos de Harvard, demuestran que los cursos de formación destinados a educar sobre los comportamientos nocivos pueden provocar una reacción violenta y los acosadores potenciales pueden llegar a aceptar mejor su propio comportamiento. «Empieza cualquier curso de formación diciéndole a un grupo de personas que ellos son el problema, y se pondrán a la defensiva», escribieron en un artículo de Harvard Business Review. «Hacerlo obligatorio no hace sino agravar el mensaje de que los hombres son «villanos» a los que hay que curar».

En su lugar, los autores recomiendan formación para directivos y transeúntes. El acoso es un problema al que deben enfrentarse todos los directivos. La formación de espectadores trata a los alumnos como colaboradores en la lucha contra el acoso y ofrece herramientas para intervenir. El lema es: «Si ves algo, di algo». El CERN y la Universidad de Basilea han adoptado este enfoque.  «Queremos equipar al 90% de las personas que promueven el buen comportamiento enseñándoles a ser un espectador activo. Dar un paso al frente y llamar la atención: así es como podemos reducir la mala conducta en el trabajo», asegura Carvalho.

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Kai Reusser / swissinfo.ch

Sé serio o te despedirán

Pero los cursos y las campañas no bastan, argumentan los expertos. Las campañas corren el riesgo de dirigirse sobre todo a los ya convertidos a la causa y molestar a las personas a las que quieren advertir.

«Sinceramente, nadie lee un código de conducta», dice Christine, la estudiante de doctorado que compartió su caso de acoso con SWI. Celebra la creación de oficinas independientes ad hoc para las denuncias anónimas, pero no confía en las internas; teme que las instituciones tengan la tentación de esconder bajo la alfombra los casos comprometedores.

La gente sobre el terreno advierten que hacen falta más cambios estructurales y culturales. Por ejemplo, reducir la precariedad sería una buena forma de minimizar la dependencia de los doctores, postdoctores y profesores noveles de la influencia de sus jerarquías.

Y tener más diversidad en la cúpula, incluidas, por supuesto, más mujeres, ayudaría a frenar el acoso sexual, según Dobbin y Kalev.

A la espera de cambios estructurales, estudiantes, investigadores y expertos en acoso sexual exigen a los responsables académicos (rectores, decanos, presidentes y miembros de juntas directivas) que cumplan su promesa de una «política de tolerancia cero» y sean líderes responsables que impulsen el cambio. En palabras de Louise Carvalho: «Por muy brillante que sea un científico, el acoso a los demás en busca de la excelencia no es aceptable. Dar ejemplo de respeto a los demás en el lugar de trabajo: ése es un estándar de excelencia que merece la pena perseguir.»

Editado por Virginie Mangin.

Adaptado del inglés por Carla Wolff

*nombre no revelado

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