Los gigantes bancarios aún son una ‘bomba de relojería’
La exitosa conclusión del rescate del UBS no consiguió sofocar la creciente polémica que existe en el mundo político y la opinión pública sobre cómo evitar que los gigantes bancarios pongan de nuevo a la economía suiza en riesgo.
Los contribuyentes suizos siguen obsesionados porque se les obligó a asumir los riesgos del rescate del UBS en 2008. Y aunque son conscientes de que la decisión generó incluso ganancias, muchos temen los estragos que podría causar una nueva experiencia de este tipo.
Para atizar el fuego están también dos recientes mociones parlamentaras destinadas a imponer nuevos límites a los grandes bancos, los controvertidos comentarios de la ministra suiza de Finanzas, Eveline Widmer-Schlumpf, y la incorporación del Banco Cantonal de Zúrich (ZKB) a la lista de las instituciones riesgosas para la economía helvética.
Este mes, el Banco Nacional Suizo (BNS) decidió incluir al ZKB, junto con el UBS y el Credit Suisse, en la categoría de los bancos demasiado grandes para caer, una potente señal de que aún inquieta el hecho de que la economía suiza sea vulnerable al colapso de un gigante bancario.
El ZKB -el cuarto banco más grande de Suiza- detenta cerca del 8% de los depósitos de los particulares y de los créditos empresariales, lo que lo convierte en una institución indispensable para asegurar el correcto funcionamiento de la economía.
Sin embargo, este anuncio ha desatado una serie de especulaciones sobre la posibilidad de que el PostFinance –el banco postal- y la cooperativa bancaria Raiffeisen también sean considerados pronto como demasiado grandes para caer.
El PostFinance ha dejado claro que el BNS no le ha contactado para abordar este tema. Pero el Raiffeisen, cuyo capital colectivo supera incluso al del ZKB, confirma haber tenido discusiones con el banco central. No obstante, en declaraciones al diario Tages-Anzeiger, aclara que su estructura está integrada por muchas pequeñas franquicias independientes, lo que lo hace distinto a los conglomerados bancarios centralizados.
Un gato en el palomar
Las preocupaciones suizas sobre la vulnerabilidad de la economía ante el destino de los grandes bancos surgieron durante la crisis de 2008, cuando el UBS estuvo al borde de la quiebra.
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Y estos temores solo fueron mitigados parcialmente en 2012, cuando la legislación nacional impuso reglas financieras mucho más estrictas, conocidas como el acabado suizo. Restricciones a la actividad bancaria helvética más rigurosas que las que deben cumplir sus competidores globales.
Aun así, muchos observadores consideran que los grandes bancos todavía son una bomba de relojería aún sin desactivar. En septiembre, el Partido Socialista (PS) y la Unión Democrática del Centro (UDC, derecha conservadora) presentaron sendas mociones para evitar que los bancos canalicen los depósitos de la banca privada y de la banca al detalle hacia operaciones de alto riesgo.
La moción de la UDC solicita, además, que los grandes bancos aumenten sus reservas de capital del 4,5% al 6% de sus activos (ver recuadro), independientemente de cuán riesgosos sean. Los socialistas van incluso más lejos al pedir que dicho “radio de apalancamiento” sea del 10%.
Sin embargo, fue la ministra de Finanzas, Eveline Widmer-Schlumpf quien soltó un gato en el palomar, al declarar al dominical Schweiz am Sonntag a principios de noviembre que “es necesario evaluar si debe fortalecerse aún más el nivel de capitalización”.
“Esto conduciría a las instituciones bancarias a evaluar si siguen adelante con la banca de inversión, o si se enfocan más en la administración de activos. Deben organizarse de tal manera que el Estado ya no sea su prestamista de última instancia (en caso de colapsos)”, apuntó.
La Ley Federal de Bancos y Cajas de Ahorro de Suiza, cuya revisión entró en vigor el 1 de marzo de 2012, impone reglas más estrictas a los gigantes bancarios para reducir los riesgos de contagio en caso de quiebra.
Las nuevas medidas incluyen el llamado acabado suizo, que contempla reglas de capitalización más severas que los denominados Acuerdos de Basilea III que se cumplen a nivel internacional.
Originalmente, solo dos bancos –UBS y Credit Suisse- debían aplicar estos principios. Desde noviembre de 2013 también está incluido el Banco Cantonal de Zúrich. Las autoridades financieras suizas exigen que, de aquí a fines de 2018, estos tres bancos eleven paulatinamente sus reservas de capital obligatorias hasta un monto de entre el 14% y el 19% de sus activos en riesgo.
De dicho total, hasta el 10% debe estar respaldado por capital mayoritariamente líquido, por lo tanto, utilizable en cualquier momento (lo que permite a los bancos reaccionar de inmediato en caso de crisis y evitar el pánico entre los clientes). El 9% restante debe suscribirse vía instrumentos bancarios, como las obligaciones contingentes convertibles (Cocos), que pueden transformarse en capital si un banco se enfrenta a condiciones realmente adversas.
Dado que cada banco cuenta con sus propios esquemas para medir los riesgos (y que estos pueden ser falibles), las autoridades suizas tomaron precauciones adicionales con los bancos demasiado grandes para caer. A más tardar en 2015, estos deben constituir, además, una reserva extra equivalente al 4,56% de sus activos totales –sin importar si son riesgosos o no-, lo que opera como colchón de capital que absorbería las pérdidas potenciales de un banco.
Otras medidas previstas en la legislación estipulan que los bancos más grandes deben demostrar que tienen un riesgo diversificado mediante la reducción de las interdependencias entre las unidades de negocio. Por esta razón bancos como el UBS están estudiando el llamado ringfencing.
Y también deben elaborar una hoja de ruta en caso de crisis y precisar qué cambios concretos experimentaría la organización en caso de contingencia para asegurar que no se interrumpan sus operaciones vitales de la banca doméstica (como la banca minorista, los créditos empresariales o los préstamos hipotecarios).
Lo grande no siempre es malo
Los comentarios de Widmer-Schlumpf estarían en línea con la posición de algunos detractores de los grandes bancos que están exigiendo que éstos se escindan para evitar riesgos de contagio sobre la economía suiza en caso de crisis. Entre ellos se cuentan algunos accionistas de los propios bancos y figuras como el expresidente del UBS, Peter Kurer.
Martin Brown, profesor del Instituto Suizo de Banca y Finanzas de la Universidad de San Gall, cree que hasta ahora los reguladores suizos han optado por la solución más “pragmática” al problema de las entidades demasiado grandes para caer.
“Exigir mayores radios de capitalización (para absorber los riesgos existentes) es un impuesto cobrado a los bancos que realizan inversiones arriesgadas. Más que ofrecer un colchón si las cosas van mal, dichos radios desincentivan la toma de riesgos”, dice a swisisnfo.ch. “Los bancos que invierten en bonos gubernamentales suizos deben reservar menos capital que aquellos que invierten en bonos basura de alto riesgo”.
Brown considera que, dado que la ley que se aplica a las entidades demasiado grandes para caer” está basada en el “ensayo y error”, esta requerirá algunos ajustes finos en el futuro. Pero el profesor rechaza la idea de dividir la estructura de los principales bancos para convertirlos en entidades más seguras.
“Quien crea que el sector bancario suizo estará a salvo por el solo hecho de separar la banca de inversión de la banca universal tiene una visión muy estrecha”, refiere.
“Durante la crisis inmobiliaria suiza de la década de los 90, las divisiones de banca minorista fueron subsidiadas por la banca dedicada a la gestión de fortunas, y por los créditos empresariales y la banca de inversión. Con el modelo universal, si se incurre en pérdidas en una unidad de negocios, es posible recibir apoyo de otras actividades del banco”, explica.
Proteger lo fundamental
Otra de las alternativas que está sobre la mesa es el esquema de la delimitación -o ringfencing, como se lo conoce en el medio financiero internacional: Propone que una parte de los activos de un grupo sea separada a nivel financiero, pero sin que esto implique separar por completo su operación del resto de la entidad.
Un camino que divide las opiniones de los expertos. Algunos consideran que es imposible aislar los riesgos, cuando los clientes y sus haberes interactúan con las diferentes unidades de un mismo grupo.
El UBS parece explorar esta alternativa de la delimitación como parte de su obligada búsqueda para preservar su división nacional libre de riesgos en caso de colapsos. El principal gigante bancario estudia la idea de crear una entidad legal independiente que se ocupe de forma exclusiva de las actividades nacionales, pero por el momento no ha ofrecido detalle alguno sobre su funcionamiento potencial.
Sin embargo, los expertos legales cuestionan la idea de mantener algunas partes del banco operando en Suiza, mientras pueden estar en liquidación las operaciones en el extranjero. Thomas Aeschi, el diputado de la UDC que preparó la moción para exigir más capital a los bancos, considera que esta situación puede conducir a conflictos legales importantes, ya que los acreedores extranjeros exigirían su dinero ante la justicia de otros países.
Aeschi explica que, bajo la legislación helvética vigente para los bancos demasiado grandes para caer, los escenarios previstos en caso de quiebra podrían generar problemas cuando se aplique en otras jurisdicciones.
“La ley suiza aceptaría el hecho de que ciertos activos son suizos y que, por tanto, no pertenecen a las entidades estadounidenses del grupo, pero este mismo argumento podría no ser válido en los tribunales de Estados Unidos”, apunta.
“Así que parece que el UBS va en la dirección correcta, pero debemos observar cómo se aplica esta idea en general“, puntualiza Aeschi.
(Traducción del inglés: Andrea Ornelas)
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