Gerald Knaus: «No hay lugar para discursos vacíos»
Cómo ha utilizado la Unión Europea (UE) su poder económico para convertirse de repente en un factor geopolítico. Entrevista con el sociólogo y experto en migración Gerald Knaus.
swissinfo.ch: Probablemente no sea exagerado hablar de ruptura. Europa ha cambiado en los últimos días como no lo hacía desde la caída del muro. ¿Estamos ante un nuevo orden continental?
Gerald Knaus: Desde hace tiempo había una Guerra Fría, aunque no todo el mundo lo percibiera, una guerra sistémica en la que Rusia y Bielorrusia intentaban deliberadamente cambiar las reglas del orden europeo que se estableció en la posguerra. Ahora ha salido a la luz.
Berlín, por ejemplo, ha reparado ahora en que Europa debe defenderse. La cuestión principal a la que se enfrenta en estos momentos Europa es: ¿serán capaces las élites políticas de realizar los cambios esenciales y necesarios?
Gerald Knaus es sociólogo y experto en migración. Nació en Austria, vive en Berlín y es asesor político con años de experiencia en Europa del Este y del Sudeste europeo. Es presidente de la Iniciativa Europea de EstabilidadEnlace externo (que, entre otras cosas, expuso la Declaración UE-TurquíaEnlace externo de 2016 y denunció la «diplomacia del caviar» en el Consejo de Europa) y autor del libro ‘¿Qué fronteras necesitamos? Entre la empatía y el miedo: la huida, la migración y el futuro del asilo’ (publicado en alemán).
Después de Ucrania, Georgia y Moldavia han solicitado la adhesión a la UE, y las peticiones por acelerar esa unión por parte de los Balcanes Occidentales va en aumento. ¿Habrá finalmente una ampliación de la UE?
De hecho, las ampliaciones de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] y la UE de los últimos 20 años han sido el proyecto de política exterior más exitoso del mundo. Se ha conseguido crear una zona en la que una guerra es impensable. Eso es lo que la hace tan atractiva para algunos países como Albania, Moldavia o Georgia. El problema es que esta política ha entrado en una profunda crisis en los últimos años, por comodidad y también por pereza intelectual de las élites europeas. No se ha reflexionado sobre el tipo de anexión a Europa que realmente serviría a los países afectados, sin dejar de ser capaces de reunir una mayoría dentro de la UE.
No nos hagamos ilusiones. Las cosas podrían volver a complicarse en los Balcanes. De hecho, Serbia lleva años armándose militarmente, se cuestionan las líneas fronterizas y la retórica se vuelve más nacionalista. La UE debe actuar rápidamente al respecto. Ya no hay lugar para discursos vacíos.
En estos momentos, mis compañeros y yo estamos promoviendo intensamente la adhesión de los Balcanes Occidentales y luego de Moldavia y Ucrania al mercado común, en un EEE [Espacio Económico Europeo] del sureste de Europa, con las cuatro libertades [libre circulación de bienes, personas, servicios y capitales]. La incorporación al espacio europeo de estabilidad en un plazo razonable crearía perspectivas estables. Las fronteras, especialmente en los Balcanes, volverían a ser invisibles. La integración proporcionaría más seguridad.
El representante de Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borell, anunció recientemente el «nacimiento de la Europa geopolítica».
Creo que se está produciendo un cambio de época, también dentro de la UE. Lo vemos en las sanciones contra Rusia, que son únicas en la historia. En términos económicos, la UE es un factor de poder. En este ámbito, al menos debería ser capaz de defenderse colectivamente de los ataques, incluso sin Estados Unidos. Pero todavía está lejos de eso. Por otro lado, las acciones militares europeas de los últimos años, como la de Mali, han sido tan infructuosas como las de los estadounidenses. Aparte de los Balcanes, todas han fracasado.
Al comprometer su poder económico, la UE pretende ocasionar un duro golpe a la economía rusa para que no se produzcan en el futuro agresiones como la que está sucediendo en Ucrania. Dependerá del éxito de estas acciones.
¿Será suficiente para impresionar a Putin?
Tras la anexión de Crimea también hubo sanciones, pero fueron demasiado débiles. Esta vez es diferente, y probablemente incluso en Bruselas se sorprendieron de la rapidez con que se produjeron los ataques y del alcance que están teniendo.
No obstante, el problema para Ucrania a corto plazo es que tiene que esperar a que haya resistencia a las políticas de Putin entre las élites rusas, porque militarmente será difícil detenerlo. En su primera guerra contra Chechenia, más de una cuarta parte de la población fue desplazada. En la actualidad, en Siria, es más de la mitad. Si ocurriera lo mismo en Ucrania, 20 millones de personas se verían desplazadas, de las cuales 10 millones huirían al extranjero.
Durante la pandemia, los políticos también tuvieron que tomar decisiones rápidas y drásticas. ¿Ha influido esa experiencia?
Puedo confirmarlo, al menos para la política en Alemania. El equipo que rodeaba a Olaf Scholz, cuando aún era ministro de Economía, reaccionó rápidamente al principio de la pandemia y movilizó sumas increíbles para asegurar la economía y garantizar los puestos de trabajo. En la nueva coalición, es el mismo equipo el que inició este cambio de época en la política alemana.
Suiza ha acabado por apoyar las sanciones. Algunos lo consideran una ruptura de la neutralidad.
Tanto el presidente ucraniano Volodímir Zelenski como el presidente estadounidense Joe Biden mencionaron a Suiza de forma positiva en sus discursos. Eso tuvo una repercusión internacional, tal vez también porque no todo el mundo esperaba que Suiza reaccionara así.
En este enfrentamiento en Europa, entre democracias y autocracias agresivas como Rusia y Bielorrusia, no puede haber neutralidad. Incluso Suecia e Irlanda han ofrecido su apoyo al ejército ucraniano, Suecia hasta con armas.
Más de 2 millones de personas han huido de Ucrania hacia los países europeos vecinos. Después de lo ocurrido en 2015, volvemos a encontrarnos con una cultura de acogida, incluso en países que siempre se han resistido a aceptar refugiados no europeos. ¿Qué significa eso para el futuro del asilo en Europa?
La disposición a acoger al otro depende siempre de la historia que nos une a él. Lo que permite la actual solidaridad europea es que todos vean la misma historia: mujeres y niños que huyen de las bombas de una guerra no buscada. Y esa historia se ve de forma diferente a la de las personas que huyen de la presión política de un dictador, como en Bielorrusia.
Esto puede ser una oportunidad para recordar que un iraquí en la frontera entre Bielorrusia y Polonia también tiene dignidad y derechos humanos. Este es el principio básico de la Convención de Refugiados de 1951, que establece que toda persona tiene dignidad como ser humano y no debe ser devuelta al peligro. No obstante, este principio está en un punto crítico ya que se ha ido erosionando durante años.
Nunca he creído que sea posible establecer un sistema uniforme con cuotas de distribución estrictas en la UE. Es aún más importante que algunos países aporten ideas creativas e inspiren a otros. Suecia, por ejemplo, acoge el equivalente al 0,05% de su población, es decir, 5 000 personas, como refugiados cada año. Otros deberían seguir su ejemplo. Y desarrollar también el patrocinio privado, como existe en Canadá.
En mayo, Suiza votará si aumenta la financiación de Frontex, la agencia de la UE para la vigilancia de las fronteras y las costas, que ha sido objeto de crecientes críticas, sobre todo por las presiones en alta mar. ¿Cómo resolver los problemas con Frontex?
Este debate sobre Frontex está marcado por un profundo malentendido. Tanto los partidarios como los detractores de la agencia no ven que en realidad es una organización débil que se ha vuelto casi inútil. Ya no está presente donde se viola sistemáticamente la ley: en la frontera entre Croacia y Bosnia, en Hungría, en Polonia, ¡aunque tiene su sede en Varsovia! Los gobiernos no quieren tenerlo en sus fronteras, para que no vea lo que están haciendo allí. Orban siempre se ha opuesto a dar más dinero a Frontex.
Frontex no es la causa de la brutalidad en las fronteras de la UE, sino las autoridades nacionales. No conozco en detalle el debate en Suiza, pero cuestionar la participación en Schengen, que es un éxito conjunto, por un gesto que a la larga no tendrá ninguna consecuencia me parece absurdo. Y no espero que la UE tienda la mano a Suiza y le ofrezca una solución si se rechaza la contribución para Frontex. En estos momentos, las relaciones entre Bruselas y Suiza están prácticamente congeladas.
Juntos, Alemania, Austria y Suecia representan el 1,3% de la población mundial. Sin embargo, en los últimos años, los tres países han concedido casi un tercio de los estatus de protección en todo el mundo (asilo o no). ¿Y qué hacen los demás?
Este es un tema que incluso la ACNUR [Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados] apenas aborda. Más de la mitad de la población mundial vive en Asia, pero el asilo es prácticamente inexistente allí. Debería ser posible incorporar a países relativamente prósperos, como Malasia o Indonesia, para distribuir mejor la responsabilidad internacional sobre los más vulnerables. Esto es un reto para la diplomacia. Y solamente entonces la noción de asilo sobrevivirá en el siglo XXI como una norma global.
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