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Mi abuelo actuó como espía del ejército suizo

Un primer plano en blanco y negro del espía civil Plinio Zala 1895 - 1976
Un primer plano en blanco y negro del espía civil Plinio Zala (1895 - 1976) Archivio fotografico Valposchiavo - Istoria

Un capítulo desconocido de la historia de Suiza: el espionaje para el ejército suizo durante la Segunda Guerra Mundial. Unos curiosos documentos secretos de un espía de Poschiavo hallados por su nieto historiador.

«Se dice que grandes cantidades de armas y munición se encuentran escondidas en varios lugares, dando la impresión de que tan solo están esperando el momento adecuado para ser encontradas».

Ese es el primer informe de espionaje de Plinio Zala para el servicio de inteligencia del ejército suizo. Zala, un químico y doctor de 48 años, estaba casado y tenía tres hijos. Dirigía una bodega en Val Poschiavo, uno de los valles meridionales de habla italiana de los Grisones. Sus viñedos se encontraban en el lado italiano de la frontera, en Valtellina.

Por eso podía cruzar la frontera una y otra vez, incluso en plena Segunda Guerra Mundial. Directamente sobre el terreno recopilaba información sobre la situación.

No fue un espía tipo James Bond

Zala no era un profesional de los servicios de inteligencia. Fue un civil que actuó como espía desde diciembre de 1943 hasta septiembre de 1945, es decir, durante casi dos años hasta el final de la guerra. En sus informes también hay información sobre Mussolini:

«Mussolini vive en una villa en Gargnano (35 km, cerca de Brescia) y se dice que padece un cáncer de estómago. En cualquier caso, (está) en manos de los alemanes y el fascismo vive con el apoyo de las bayonetas alemanas…»

Bajo el nombre en clave de Acqua escribió 119 informes para el servicio secreto entre 1943 y 1945

Bajo el nombre en clave de Acqua, Plinio Zala escribió 119 informes para el servicio secreto durante ese periodo. Esos documentos arrojan luz sobre un capítulo hasta ahora desconocido de la historia de Suiza, ya que los informes originales solían ser destruidos inmediatamente por los servicios secretos, triturados para ocultar cualquier rastro.

Documentos redescubiertos

Esos curiosos documentos demuestran que incluso algunos civiles suizos estuvieron involucrados en el espionaje, afirma el historiador de la Universidad de Berna Sacha Zala, nieto de Plinio: «La palabra espionaje evoca ambientes heroicos, uno piensa en Mata Hari o James Bond». Pero eso es solo el lado romántico del espionaje.

Lo que no se sabía hasta ahora era que «había una red generalizada de ciudadanos que espiaban en la zona cercana a la frontera como un trabajo secundario, por así decirlo», señala Sacha Zala, que lo define como «espionaje civil».

El historiador y nieto del espía protagonista se enteró de las actividades secretas de su abuelo. Se dio cuenta de que su antepasado fue un espía. Y le surgió la gran pregunta: ¿para quién trabajaba?

Descubrimiento casual en el hogar familiar

El historiador Zala es nieto del comerciante de vinos y espía a tiempo parcial Plinio Zala. En aquella época su abuelo escondía copias de sus informes de espionaje en su casa de Poschiavo. La familia encontró esos documentos mucho más tarde. «En el año 2000 murió mi abuela. Una de mis tías puso orden en sus cosas y aparecieron estos documentos».

«Durante mucho tiempo yo mismo no estuve seguro de para quién espiaba realmente mi abuelo», nos cuenta Zala. Por su propia naturaleza los informes se formulan de forma bastante abstracta.

«El nombre en clave era ‘Acqua’, escribía sus informes a ‘Lärche’ (Alerce). Pero quiénes eran todas esas personas no fue fácil averiguarlo».

Estos documentos únicos de espionaje existen hoy en día únicamente porque el espía Plinio Zala redactaba todos sus documentos en una máquina de escribir y los copiaba con papel carbón, los guardaba en un dosier y los escondía en su casa.

«Durante mucho tiempo, yo mismo no estaba seguro de para quién espiaba realmente mi abuelo» Sacha Zala, historiador y nieto de Plinio Zala

Y no solo los informes de espionaje. El expediente también contenía bocetos, mapas de la frontera entre Poschiavo y Valtellina, una tabla de códigos y órdenes de espionaje.

Los pedidos a Acqua estaban firmados en su mayoría por Lärche. En uno de esos pedidos, el historiador Zala encontró el término Servicio de Información de Engadina.

Para Zala ese fue el primer indicio de que las órdenes venían de Suiza. Finalmente encontró lo que buscaba en los Archivos Federales Suizos de Berna. Ahí halló el informe final de la llamada Oficina de Bernina y consiguió resolver el misterio.

El informe final es la prueba definitiva: el abuelo Plinio Zala, alias Acqua, espió realmente para el ejército suizo. Eso supuso un alivio para su nieto. «Esa fuente fue aún más importante para mí. Fue, de hecho, la única prueba oficial de esta línea de espionaje».

Oficina de Bernina a oficina de Rigi

La oficina de Bernina estaba situada en Samedan, Engadina, en una habitación del Hotel Post. Era una oficina externa del servicio de información de la Brigada de Montaña 12 de los Grisones, que a su vez estaba subordinada al cuartel general, el Büro Rigi del servicio de información en Lucerna.

Un tal sargento Gartmann, alias Lärche, daba las órdenes junto con su ayudante, el soldado Pazeller.

Así, Acqua y otros informadores de los valles de los Grisones cercanos a la frontera -en Mesocco, Münstertal, Samnaun, Bergell, Livigno o Splügen- recibieron durante la Segunda Guerra Mundial órdenes muy precisas de la Oficina de Bernina para espiar en los pueblos vecinos.

El trabajo de apariencia ideal: comerciante de vinos

En el valle de Poschiavo otros empleados confidenciales trabajaban para la Oficina de Engadina. El informe final de la Oficina de Bernina menciona a un Ermano Misani y a un Eugenio Triacca, ambos encargados de las actividades de espionaje antes de Zala.

Curiosamente ambos eran -como Zala- comerciantes de vino. Aquella fue una jugada inteligente del servicio secreto. Esos espías también poseían viñedos en la Valtellina y así podían cruzar la frontera una y otra vez y reunir información sobre el terreno.

Dado que en la finca trabajaban campesinos italianos, el historiador Zala supone que los informadores de su abuelo eran principalmente ellos: «No está claro en los informes quiénes eran los informadores. Nunca se les nombra, por supuesto, querían protegerlos. Sabemos por la familia que fueron sus viticultores en Valtellina. Pero la reconstrucción de la red fue compleja y solo pudimos hacerlo de forma indirecta».

Información sobre los desertores partisanos

La naturaleza de los informes y su longitud varían, aunque siguen un cierto patrón sistemático. Es característico, por ejemplo, que Zala facilitara información sobre el tamaño de las tropas alemanas, italianas o partisanas en Valtellina y que dijera dónde se encontraban.

Las copias de los informes de espionaje proporcionan una interesante visión del fenómeno del espionaje de civiles

Por ejemplo, en el Informe 11 del 26 de enero de 1944 podemos leer sobre grupos de partisanos dispuestos a desertar o sobre la ropa inadecuada de los Alpini:

«Se confirma que en el cuartel Torelli-Mottana se alojan unas 700 unidades de tropas alpinas. Sin embargo, como ya he mencionado en mis informes de los números 4 a 9, la vestimenta es inadecuada, y no es raro encontrar a estos reclutas con ropa medio civil, como pantalones, chaquetas, sombreros, zapatos e incluso zuecos, y esto después de varias semanas de servicio».

Las fortificaciones también se mencionan y se incluyen sistemáticamente en un mapa dibujado a mano de la región fronteriza entre el valle de Poschiavo y Valtellina: búnkeres, cuevas, explosivos, trincheras, pero también carreteras que se iban a construir o un nuevo aeródromo previsto.

Finalmente el espía clasificaba la información, la analizaba y describía el estado de ánimo de la población valtellina en su informe:

«Los líderes políticos fascistas de hoy en día son elementos constantemente despreciados y odiados, y sin duda serán juzgados cuando llegue el momento. Consecuentemente, el pueblo es antifascista».

Menos días de servicio por espionaje

Las copias de los informes de espionaje de Plinio Zala ofrecen una interesante visión del fenómeno del espionaje realizado por civiles. Se trata de un capítulo hasta ahora desconocido de la historia de Suiza.

Gracias a su red de información en Italia, Zala pudo proporcionar regularmente al servicio de información de la Brigada de Montaña 12 de los Grisones informes de situación y esquemas de las posiciones de las tropas y las fortificaciones. Las peligrosas actividades de espionaje se contabilizaron en su cartilla como días de servicio y, por tanto, no le costaron mucho a Suiza.

Traducido del italiano por Carla Wolff

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