El fabuloso y turbulento mundo de los cometas
Hace dos años, la Europa espacial sorprendía al mundo al posar un pequeño robot sobre un cometa a 700 millones de kilómetros de la Tierra. Hoy, las montañas de datos recopilados durante la misión Rosetta libran sus secretos.
RosettaEnlace externo ya entró en la historia. Lanzada en 2004, la sonda de la Agencia Espacial Europea (ESA) se desplazó durante unos 10 años en el sistema solar para alinear su trayectoria a la del cometa 67P / Churyumov-Gerasimenko, al que se unió tras un viaje de 8 000 millones de kilómetros. Luego, durante dos años acompañó a ‘Chury’ fotografiándolo, escaneándolo, “oliéndolo” por todas partes para enviarle más tarde al robot Philae. Este último rebotó en el suelo como un balón de caucho antes de “plantarse” en una grieta. Y finalmente, Rosetta se estrelló voluntariamente contra el cometa.
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Precisión e imágenes alucinantes de Rosetta
Pero esta hermosa historia no termina el 30 de septiembre de 2016. Para los científicos que permanecieron en tierra comienza un nuevo viaje al descubrimiento de más de 60 000 fotos y gigabytes de datos transmitidos durante la misión.
Denominado MiARDEnlace externo (Multi-instrumento de análisis de Rosetta), este proyecto de 30 meses recibió el apoyo del programa europeo Horizon 2020Enlace externo y fue repartido entre siete institutos en Suiza, Francia, Alemania y Gran Bretaña, bajo la dirección del Instituto de Física de la Universidad de Berna.
Este último presentó sus resultados el jueves 23 de agosto, los cuales los principales están disponibles en forma de cómicsEnlace externo en la web MiARD. La idea es mostrar que explorar un cometa no es mero arte por el arte, sino que conduce a resultados muy concretos.
Fragmentos de nube al congelador
Los cometas son literalmente más viejos que el mundo. Formados antes que los planetas en la nube que dio origen al Sistema Solar, se mantuvieron durante más de 4 500 millones de años en “el congelador” merced al frío de los espacios lejanos.
Gracias a ROSINAEnlace externo, un instrumento de medición desarrollado en Berna y embarcado en la sonda, sabemos que en Chury hay, particularmente, moléculas de glicina, aminoácido presente en nuestro propio cuerpo. Lo sabíamos, Rosetta lo confirma: parte de los componentes de la vida proviene del espacio.
Modelo 3D
Eso no es todo: las imágenes de la cámara OSIRISEnlace externo (en cuya concepción participaron también científicos de la Universidad de Berna) permitieron desarrollar un modelo 3D del cometa. Ese “patito gordo de bañadera”, cuya forma había sorprendido a todos, consiste en un núcleo de polvo de nieve muy aireado, rodeado por una fina costra de hielo y polvo compacto.
Con su peculiar forma, Chury se mantiene unido gracias a la casi ausencia de gravedad. Delicadamente colocado en la Tierra, el cometa probablemente se desmoronaría. Además, pierde varios metros de espesor por sublimación en cada pasaje cerca del Sol. El “cuello” del pato se fragiliza y no sería imposible que en su próxima visita perdiera la cabeza.
Mientras tanto, estos nuevos conocimientos sobre la densidad, la estructura y el equilibrio del cometa podrían ser muy útiles el día en que alguno debiera ser desviado para evitar una colisión con la Tierra. O, en una perspectiva más futurista, utilizar un cometa como depósito de agua para una futura base espacial.
Bombas por miles
Y luego está lo que aterrorizó tanto a nuestros antepasados: la cola del cometa. Esos fragmentos de hielo y polvo son expulsados por los gases y luego gravitan en una órbita alrededor del Sol. Algunos alcanzan la atmósfera de la Tierra a más de 250 000 km / h. Del tamaño de un grano de arena o un guisante, iluminan nuestras noches al convertirse en ‘estrellas fugaces’. Es lo que acabamos de observar con las perseidasEnlace externo, cuando la Tierra atravesó, como cada verano, la estela del cometa Swift-Tuttle.
Pero con su velocidad fenomenal, esos objetos minúsculos también pueden convertirse en bombas si golpean nuestros satélites o nuestros artefactos espaciales. Si bien Rosetta nunca fue percutida por alguno de ellos, ciertamente ayudó a los científicos a comprender mejor ese peligro.
Traducido del francés por Marcela Águila Rubín
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